En el mes de enero Hamas, una organización que ha utilizado la violencia indiscriminada contra Israel y contra sus compatriotas, ganó abrumadoramente las elecciones. Su victoria fue impecable y aquellos que sostenemos que las mayorías que salen de las urnas tienen el derecho a formar gobierno, no opusimos ninguna reserva. Al Fatah tuvo que aceptar los resultados. El presidente de la Autoridad Palestina, Mahmoud Abas, ratificó un gobierno apoyado por la mayoría de palestinos.
Las tentativas para llegar a acuerdos sólidos con Israel no avanzaron porque el nuevo gobierno de Hamas no renunció a la violencia ni tampoco reconoció a Israel. La ayuda internacional al nuevo gobierno palestino se truncó.
La rivalidad entre Al Fatah y Hamas derivó en muchos actos de violencia que estuvieron a punto de generar una guerra civil entre los palestinos. El domingo se declaró una tregua y el presidente Abas convocó elecciones presidenciales y legislativas para salir del actual punto muerto.
El presidente Abas anunció que era esencial que los palestinos volvieran a pronunciarse para defender los intereses de su pueblo al margen de las luchas intestinas que no han cesado desde las elecciones del mes de enero.
La responsabilidad de las refriegas entre los dos grandes partidos palestinos debe ser compartida. Pero el hecho cierto es que una sociedad que se propone dirimir sus diferencias a tiros y a descalificaciones radicales del adversario no puede construir ningún tipo de convivencia.
El líder político de Hamas, Khaled Meshaal, que tiene su residencia en Damasco, ha respondido diciendo que las decisiones del presidente Abas son ilegales y que no aceptará unas elecciones anticipadas que van contra la legalidad vigente y contra la Constitución.
El argumento básico de Hamas es que el presidente ha convocado elecciones anticipadas por la presión internacional. Hoy se encontraba en Palestina el primer ministro Blair para enderezar la situación en toda la región después del fiasco de Iraq.
El primer ministro británico, que pasa por horas muy bajas, se ha puesto al lado del presidente Hamas prometiendo el levantamiento de las restricciones económicas y un encuentro con el primer ministro de Israel, Ehud Olmert.
El problema es que Hamas invoca la presión internacional cuando su partido y su gobierno están teledirigidos desde Damasco y desde Teherán. Hamas tiene toda la legitimidad para gobernar después de haber ganado ampliamente en las urnas en el mes de enero. Pero si no tiene en cuenta a los adversarios de Al Fatah, si sigue promoviendo actos de violencia y se niega a reconocer a Israel, es muy difícil que el país salga de la crisis.