Por primera vez, el gobierno de los EE.UU. ha dado información concreta sobre sospechosos de terrorismo que estarían operando en la zona de la Triple Frontera. Las denuncias se orientan a tráfico de divisas y apoyo financiero y logístico a la organización Hezbollah, acusada de perpetrar el atentado terrorista contra la AMIA hace doce años.
El Departamento del Tesoro aportó nuevos datos sobre un grupo de personas residentes en la ciudad paraguaya de Ciudad del Este, a las que responsabiliza de actividades financieras relacionadas con Hezbollah. Los gobiernos argentino, brasileño y paraguayo reaccionaron con cautela frente a la denuncia, pero lo cierto es que es poco lo que realmente se conoce sobre las actividades encubiertas que se realizan en la Triple Frontera.
Se trata de un área con alta concentración de actividad comercial internacional, tráfico de dinero y mercaderías y tránsito de personas al margen de los controles aduaneros, migratorios y legales normales. La fuerte presencia de una comunidad árabe y los vínculos económicos con Oriente Medio son motivo de observación y preocupación. Las advertencias de Washington encuentran su asidero en estas relaciones y transacciones que hasta ahora no han podido esclarecerse en su real dimensión.
Esto pese a existir una estructura multilateral de inteligencia y seguridad, así como también una mayor presencia de fuerzas militares y policiales en el área. El accionar del narcotráfico, el crimen organizado u organizaciones terroristas queda así flotando como hipótesis ante la debilidad de la presencia estatal, en una franja fronteriza en la que existe una extraña combinación de vigilancia y «zona franca» para las actividades ilícitas.
Estimaciones divergentes de EE.UU., Argentina, Brasil y Paraguay sobre actividades conexas con el terrorismo en la Triple Frontera se resolverían con una más eficaz acción regional de vigilancia, control y prevención.
Clarin