La justificación legal esgrimida por políticos, militares y colonos es la prohibición, vigente desde hace muchos meses, a todo israelí de pisar los territorios palestinos sin una autorización expresa.
«El señor Barenboim no solicitó permiso alguno para desplazarse el martes hasta Ramallah y ello es contrario a las ordenanzas», manifestó ayer a ABC un vocero del ejército israelí. La policía hebrea reconoció asimismo estar examinando la situación.
Detrás de estos argumentos «oficiales», sin embargo, están los otros, los políticos y personales, representados por miembros de la derecha israelí, que no perdonan las interpretaciones de Wagner en Israel dirigidas por el maestro judío y que han mostrado su indignación por el concierto ofrecido por Barenboim a un puñado de niños palestinos en Ramallah, algo que no había podido hacer en marzo por «razones de seguridad».
De hecho, la sangre estuvo a punto de llegar ayer al río cuando varios activistas del partido prohibido Kaj, que agrupa a los judíos más extremistas, intentó anteayer agredir en un café a Barenboim, a quien acusaron de «terrorista» y de ser amigo de Arafat.
No la merece
«Un ciudadano israelí que vive la mayor parte del tiempo en el extranjero, pero disfruta de su nacionalidad a todos los efectos no puede ni debe causar daño al Estado del que es miembro. Barenboim no se merece la nacionalidad israelí. Debería serle revocada», señaló ayer Pini Badash, jefe del Consejo de Omer.
Badash se ha dirigido en este sentido al Ministerio del Interior como también lo ha hecho Avi Farhan, miembro del comité ejecutivo del Likud, partido mayoritario en el Gobierno de Ariel Sharon.
Farhan además no sólo ha pedido la retirada de la nacionalidad, sino que ha instado a la policía israelí a actuar contra el pianista y director de orquesta judío por no acatar las órdenes de la Comandancia Central.
Por Juan Cierco
Del ABC de Madrid
Fte La Nacion