Su marido murió pocas horas después de intentarlo, hace once días, pero la mujer recuperó la conciencia, ayer sábado, indignada por el hecho de haber vuelto a la vida.
Mientras en el hospital hacían lo posible por mantener a la paciente con vida, sus hijos, puestos en una compleja disyuntiva, habían llevado el caso a juicio para que dejaran a su madre morir, según su mandato.
Yarón Firdi, uno de su dos abogados, declaró, hoy domingo, a la radio pública israelí que «la familia estuvo desde un principio en un gran dilema, por un lado el amor por su madre y deseo de que viva, y por otro respetar su voluntad. Entre el deber y un peso en sus almas se encontraban hoy felices y perplejos por lo ocurrido».
La mujer, médica psiquiatra de 67 años, se «despertó» ayer sábado del prolongado letargo, en el que la sumió un «cocktail de medicamentos», receta que con su esposo vieron en un libro titulado «Salida Final», cuyo autor o editorial no se han dado a conocer.
Los cónyuges decidieron acabar con sus vidas cuando el marido, de 68 años, fue informado de que como su mujer, también él sufría de cáncer y tenía los días contados.
Una hija de la pareja y su marido llamaron a una ambulancia al encontrarlos tendidos en el piso de uno de los cuartos de su casa poco después de ingerir la mortífera mezcla, se informó.
Cuando los médicos en el hospital conectaron a la mujer a un pulmotor para salvarle la vida, los hijos exigieron respetar la voluntad de su madre pero, al negarse la dirección del hospital, acudieron a un tribunal para que dejaran de ayudarle.
A pesar del informe de un médico del hospital, quien afirmó que la madre no recuperaría la conciencia, la abogado y representante del Estado, Irit Kalman Brom, y el director del Hospital Ijilov, el profesor Gabi Barabash, rechazaron la demanda de la familia en el juzgado alegando que la mujer podía sobrevivir.
El juez Uri Goren, del tribunal del distrito de Tel Aviv, que se había abstenido de dar a conocer su fallo en ese acto, convocó a las partes para una nueva audiencia, la que hubiera tenido que celebrarse hoy para volver a considerar la demanda.
Cuando la paciente comenzó a dar señales de vida, el viernes, los dos abogados, que representaban a la «víctima» en el juzgado, anularon su petición y la audiencia quedó sin efecto.
Ayer sábado, la psiquiatra, cuyas señas de identidad no han sido reveladas por la prensa, fue separada de los equipos médicos que la mantuvieron en vida, y casi enseguida comenzó a comunicarse con sus familiares, quienes le informaron de la muerte de su marido.
Pero la felicidad de los hijos y otros parientes se vio empañada anoche ya que la frustrada suicida les increpó pues, a su juicio, no fueron suficientemente enérgicos para que se la desconectara de las maquinas que impidieron su muerte.
Cuando el director del hospital, Barabash, intentó explicarle que se opuso a hacerlo pues se lo prohíbe la ley, le reprochó afirmando que «la voluntad de un ser humano es su honor», y él no la respetó.
«Soy una persona lucida y sensata. Tengo el derecho a decidir sobre mi vida, y nadie, ni un juez o un médico pueden quitármelo; lo que se me ha hecho es un crimen», afirmó.
Aparte de una hija que expresó su felicidad por el despertar de la madre, el resto de los parientes rechazaron hacer comentarios.
Según fuentes médicas la mujer será dada de alta a primeros de esta semana si su condición no empeora. No se dio información sobre el estado del cáncer que padece, que fue la causa del suicidio. EFE jvp/ez/aag
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