Itongadol/AJN.- (Por Roxana Levinson, desde Israel) Mishel Pushkov es israelí y vive en Nazareth Illit, en el norte del país. A los 20 años de edad, su vida está bastante lejos de ser tranquila y despreocupada. Mishel es paramédico en las Fuerzas de Defensa de Israel y una de sus principales funciones es atender heridos que llegan desde Siria “sin importar de quién se trate”.
Como la inmensa mayoría de los jóvenes israelíes, Mishel Pushkov cumple su servicio militar obligatorio, pero en su caso en el rol de paramédico. Para ello, completó un curso de un año y medio, que incluyó gran cantidad de exámenes, mucho estudio, guardias en hospitales, en Maguen David Adom (la Estrella de David Roja), y en ambulancias.
En diálogo con la Agencia Judía de Noticias, el sargento Mishel Pushkov explica que “en cada unidad del ejército hay un paramédico, que está en alerta médica y está con los soldados en todo: operativos, ejercicios, entrenamientos. Ese es el rol de un paramédico. En mi caso, yo sirvo en una base en los Altos del Golán, en un batallón que es responsable de la zona desde todo punto de vista. En el aspecto médico, somos responsables de los civiles, de los soldados, de accidentes de tránsito. Entre otras cosas atendemos también a los heridos que llegan desde Siria”.
Al respecto, Pushkov señala que “la guerra en Siria es muy dura y hay una gran cantidad de heridos. La gente no tiene posibilidad de recibir ningún servicio médico cuando necesitan, ni tratamiento médico, por tanto vienen a Israel”.
¿Esto significa que una persona herida se acerca a la frontera y pide ser atendida en Israel?
Así comenzó, llegaban personas que nos pedían ayuda y los hicimos pasar la frontera, les dimos atención médica y les salvamos la vida.
En general, tienen una idea diferente sobre Israel, basada en la educación que reciben. ¿Cómo reaccionan?
Muchos de ellos fueron educados en que Israel es el enemigo, es un país hostil. Cuando llegan tienen miedo, porque ven soldados, y la valla de seguridad y ese tipo de cosas, pero al mismo tiempo vienen con un solo objetivo: sobrevivir. Y aquí reciben ese “regalo”, recuperan sus vidas.
Las personas llegan en general con heridas muy graves y si no son atendidas no sobreviven. Entonces llegan, sabiendo que están entre la vida y la muerte, y reciben nuestra atención médica en Israel, desde el momento en que entran en la ambulancia y después en el hospital.
Les cambia el concepto, porque en realidad tienen una idea sobre Israel y aquí se encuentran con exactamente lo contrario de lo que pensaban. Reciben tratamiento médico, y buen trato, calidez, cuidado. A quienes están involucrados en la guerra en Siria las vidas de las personas no les importan en absoluto y aquí hay gente que se esfuerza, y en algunos casos lucha, para que ellos sobrevivan y superen las heridas.
Atendemos todos los tipos de heridas imaginables. Desde heridas de armas de fuego, de explosiones, quemaduras. Y llegan a Israel niños, gente mayor, mujeres embarazadas, jóvenes. Hace unos meses atendí a un niño de 8 años de edad que había recibido un disparo en la cabeza. Fue muy duro. Llegó con su padre, porque los niños tienen que venir acompañados por un adulto. No se puede mandar a un niño solo al otro lado de la frontera, tendrá miedo, se asustará. En la frontera le hice el primer tratamiento de emergencia para salvarle la vida y ahora, unos meses después, está vivo y está muy bien. También lo fui a visitar cuando estaba en el hospital.
¿Cómo responden al momento de regresar al lugar de donde vinieron, donde la vida es tan dura?
Es algo personal, cambiante. Muchos pacientes, después del primer tratamiento ya comienzan a preguntar cuándo pueden regresar a casa. Porque del otro lado dejaron a sus familias. Si bien es cierto que allí la vida es ahora muy difícil, pero sus vidas y sus seres queridos están al otro lado de la frontera y todo lo que alguna vez lograron construir en sus vidas. Y hay otros que no quieren regresar, o no se apresuran a regresar, pero no hay demasiada alternativa.
Cabe suponer que no todos los médicos y paramédicos hablan árabe. ¿Cómo es la comunicación con los pacientes?
Para mí es fácil, porque yo hablo árabe, soy medio árabe y aprendí el idioma en casa. Eso ayuda mucho, porque llegan heridos, en algunos casos con dolores muy fuertes, asustados por lo que vivieron y con incertidumbre por lo que sucederá, y de pronto alguien les habla en su idioma. Entonces se sienten más cómodos, menos tensos y asustados. Muchas veces llegan también bebés heridos, y nos comunicamos por supuesto con sus padres. Pero cuando llega un niño, que ya habla y – por lo general, como todos, está asustado – le preparamos un globo con un guante, tratamos de hacer que sonría, de hacerle sentir que no tiene de qué temer, que nadie le hará daño y llegó a un lugar seguro.
¿Cuál fue el herido que más te impactó, que dejó huella y el caso en el que pudiste sentirte orgulloso de haber logrado ayudar a alguien?
Ante todo, ese niño, que con 8 años de edad recibió un disparo en la cabeza. Estoy en este rol desde hace ya un año y medio, y he atendido a muchísima gente. Pero, una vez llegó un niño herido por un bombardeo y todo su cuerpo estaba lleno de quemaduras, completamente quemado. Desde la cabeza hasta las piernas, quemaduras muy graves. Llegó con su mamá. Lo atendí las heridas y también el dolor, que disminuyó mucho, lo máximo posible. Pero lo que me impactó, fue que en un momento la madre intentó abrazarlo, pensando que ya no le dolería. Pero, a pesar de todos los medicamentos que recibió, el dolor persiste, sobre todo con el contacto. Íbamos en la ambulancia y la madre quiso abrazarlo y él le dijo: “no me toques, cuando me tocas me duele”. Fue algo muy difícil de ver, la madre rompió en llanto… sólo quería ayudar a su hijo, pero no pudo.
Con respecto al orgullo, es una pregunta difícil. Creo que, desde el momento en que comenzamos a abrir la frontera y atender a los heridos, eso es una gran fuente de orgullo. No importa que es algo que no es muy sabido en el mundo o que la gente no lo toma en cuenta. Desde el punto de vista personal, yo estoy muy orgulloso de lo que estoy haciendo, y toda la gente que está involucrada en esto. Porque salvar una vida es lo máximo y, además, aunque sea por un tiempo cortito podemos darles algo de libertad, un pequeño descanso de los horrores que viven del otro lado de la frontera. Creo que eso es mucho.
Hay quienes ven en esto algo sospechoso, una supuesta intervención de Israel en el conflicto sirio…
Siempre habrá alguien que diga que lo hacemos por interés, o porque buscamos algo, o por lo que fuere. La pregunta es qué haces con eso. Puedo decir, como alguien que está en esta misión desde hace un año y medio, que todo lo hacemos desde el lugar más despojado de intereses y únicamente desde el deseo de ayudar y salvar vidas. Porque, no hay nada que hacer, cuando llega un niño sobre un burro, un niño herido, que está a punto de morir, no se puede ser indiferente frente a algo así. Y en ese momento no importa si viene de Siria o de dónde fuera. Hay que atenderlo, no existe otra opción humana.
¿Y ustedes no preguntan quién es la persona, o de qué lado de la guerra está?
Nosotros no hacemos preguntas. Como persona dedicada a la medicina, no me importa de dónde viene, a quién apoya o qué hizo antes de llegar. Si necesita mi ayuda, la recibirá.
¿Alguna vez recibiste un gesto o agradecimiento que te quedara grabado?
Cada vez que vuelven a pasar por la frontera, de regreso, nos agradecen, nos abrazan. Hay un paciente que no puedo olvidar, el primer herido grave que atendí. Cuando cruzó la frontera le hice una intervención quirúrgica en el terreno sin la cual no hubiera sobrevivido hasta llegar al hospital. Después me contaron que, cuando llegó al hospital, lo atendieron y le dijeron que todo estaba bien, me buscó. Preguntó por mí, quiso encontrarme para agradecerme. Cuando estaba regresando a Siria, en la frontera, le dijeron que yo era el paramédico que él estaba buscando. De inmediato vino, me abrazó, llorando y me agradeció muchísimo. Yo realmente creo que hay que ayudar, nadie puede permanecer indiferente frente a tanta tragedia, y es importante hacerlo.
Con sólo 20 años, en lugar de estar cómodamente en casa, o saliendo con amigos, atendés heridos de guerra. ¿Cómo te sentís con eso?
Es una labor nada sencilla. A los 20 años, supuestamente uno no se ocupa de niños heridos, ni se enfrenta a la muerte de esa manera. No hay duda de que es difícil, pero tengo que aprender a enfrentar estas situaciones porque, de lo contrario, no seré capaz de hacer lo que quiero hacer, lo que elegí hacer. Después del servicio militar pienso estudiar medicina, ayudar a la gente, seguir adelante con esto lo más lejos que pueda llegar.