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Marcha por la Vida. Borowicz: “Me gustaría volver a Polonia para ver si todavía existe mi casa”

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Itongadol.- El sobreviviente de la Shoá Moisés Borowicz “nunca había querido volver a Polonia porque tenía malos recuerdos de un país muy antisemita”, pero “con los años” comenzó a sentir “añoranzas por ver la casa” donde nació, en las afueras de Sokoly, un pueblo cercano a Bialistok, donde su papá tenía un molino, y le prometieron que eso harían en Marcha por la Vida, el programa educativo de divulgación del genocidio nazi que finaliza con los festejos de Iom Haatzmaút en el Estado de Israel, según contó a la Agencia Judía de Noticias (AJN).
Y no le faltaban razones a su desinterés: “Tenía amigos del colegio que se quedaban a comer y dormir en casa, pero cambiaron completamente cuando (el genocida Adolf) Hitler subió al poder (en Alemania): uno de ellos me dijo que cuando entrase a Polonia, a los judíos los meterían en una picadora de carne para hacer albóndigas, y otro le pegó un piedrazo en un ojo a uno de mis dos hermanos mayores, que casi lo deja ciego; aparte, me habían contado que a quienes volvieron y pidieron que les devolvieran sus propiedades, los mataron y enterraron al lado de sus casas”.
Por ello, a la hora de concretar el viaje “no me interesó tener contacto alguno con los polacos, pero me di el gusto de recordar mi infancia, aunque el chofer (del micro) dijo que no podía llegar hasta mi casa porque había mucha nieve; me gustaría volver para ver si existe…”, se esperanzó quien la vio por última vez cuando tenía 13 años.
“Cuando supimos que iban a liquidar el pueblo, nos escapamos a un bosque: hicimos un búnker y nos escondimos bajo tierra, pero campesinos y nazis nos encontraron y pasé por siete campos de concentración”, recordó.
En el reciente regreso, “ni bien llegamos nos fuimos directamente al cementerio de Varsovia y me emocionó mucho encontrar la tumba de (el escritor clásico en ídish Itzjak Leiv) ‘I. L.’ Peretz; después fuimos al gueto y vimos un pedazo del muro, un monumento y otro a (el maestro Janusz) Korczak”, mientras que “en Cracovia visitamos el centro judío y la farmacia de una persona que salvó a muchas personas”, describió Borowicz, quien acompañó a una numerosa delegación del colegio Tarbut, cuyos integrantes lo “querían muchísimo” y lo “trataron divinamente” (en la foto, lo rodean).
“Los chicos se dieron cuenta de que en Treblinka me sentí peor que en los otros campos” porque “cuando llegamos al campo de exterminio desengancharon el vagón donde estaban mis padres, a quienes gasearon y quemaron, y luego mi hermano mayor saltó del tren; nunca más supe de él”, lamentó.
Sin embargo, allí “encontré algo lindo: hay unas piedras, como si fueran lápidas, con el nombre de cada pueblo o ciudad donde los nazis mataron a los judíos, y estaba la de Sokoly”, se emocionó quien enviudó hace una década y se define como “el único que sobrevivió” de su familia y a los 86 años sigue “dando testimonio”.
“Cuando llegué a Israel me sentí muy bien y contento porque me encanta: ya estuve cinco veces, la anterior en 2008, para el 60º aniversario, y me gustaría ir de vuelta”, aseguró un insaciable Borowicz.
De regreso a la Argentina, los chicos de Tarbut “me invitaron a una reunión en la casa de unos trillizos en el Club de Campo de Hacoaj: éramos como 150 personas, hablamos del viaje y mostramos fotos, e inclusive, algunos de ellos, con sus coordinadoras, fueron a una charla sobre el viaje que di en Sherit Hapleitá”.

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