La sobreviviente de la Shoá y madre de Plaza de Mayo Sara Rus dijo sentirse “orgullosa y muy querida” al recibir, en el salón San Martín de la Legislatura porteña, el diploma y la medalla que la designan Ciudadana Ilustre de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires por su trayectoria en defensa de los derechos humanos.
Sumamente emocionada, agradeció la distinción y reconoció que “lo que más me place es ver las caras de los jóvenes de facultades y escuelas secundarias, que me escuchan con mucho interés para saber qué pasó” en Europa y durante la última dictadura militar, que se llevó a su hijo Daniel, quien permanece desaparecido.
“Por lo que sufrí”, Rus tomó para sí la obligación de que “sepan la verdad y jamás atraviesen lo que padecimos”.
Gran cantidad de público concurrió al acto y escuchó al juez federal Daniel Rafecas, quien recordó que “las élites política, religiosa, militar y judicial miraban con simpatía, por no decir con fascinación, a Hitler” y “de allí surgen los cientos de represores que actuaron en el terrorismo de Estado en la Argentina, una de cuyas víctimas fue Daniel, el hijo de Sara y Bernardo”.
El magistrado destacó que la homenajeada “es un símbolo del triunfo del modelo democrático que venimos desandando, no sin esfuerzo” y por ello “el año pasado el Gobierno Nacional la distinguió con el premio Azucena Villaflor”.
Por su parte, Diana Wang, presidenta de Generaciones de la Shoá en Argentina, afirmó que ése era “un momento muy fuerte para los sobrevivientes de la Shoá y sus descendientes, y para los judíos argentinos”. También aseveró que “Sara es un documento de dos iniquidades de la historia, que no baja los brazos”.
A su turno, Graciela Jinich, directora ejecutiva de la Fundación Memoria del Holocausto, resaltó la simpleza de Sara Rus, quien no se pregunta “por qué me pasó lo que me pasó, sino por qué me dan este tipo de honores”, y el compromiso de diversos estamentos y funcionarios nacionales y municipales en la trasmisión del genocidio del pueblo judío, pero aprovechó la ocasión para aclarar que “no mezclamos el tema de la Shoá con el de la dictadura; sí decimos: ‘hubo actitudes nazis durante la dictadura’”.
Finalmente, la diputada Gabriela Alegre, impulsora del reconocimiento a Rus, pidió “nunca olvidar que, si bien los podemos juzgar como monstruos, las personas que cometieron estos crímenes fueron seres humanos” y llamó a “tener siempre presente que cualquier señal de ese tipo debe ser combatida desde su raíz”.
“Sara sufrió en carne propia esas dos realidades terribles que son el Holocausto y el terrorismo de Estado en nuestro país y hoy, gracias a que están juzgándose los crímenes de (este último), tenemos la real dimensión de las consecuencias que tuvo para las personas de origen judío”, concluyó la legisladora.
Schejne (Sara) María Laskier de Rus nació en Lodz, Polonia, en 1927, donde residió con su familia hasta que los nazis los obligaron a trasladarse al gueto de esa ciudad. Allí permanecieron hasta 1944, cuando fueron enviados a Auschwitz y, luego, a Mauthausen, de donde fue liberada, junto con su madre, por las tropas estadounidenses en mayo del año siguiente. Su padre y dos hermanos no corrieron la misma suerte.
Concluida la Segunda Guerra Mundial estuvo en campos de refugiados, donde se casó con Bernardo, y en 1950 pudieron viajar a Paraguay, desde donde -al poco tiempo- vinieron a Buenos Aires en forma clandestina.
Sara y Bernardo tuvieron dos hijos, Daniel y Natalia. El primero, licenciado en Física y becario en la Comisión Nacional de Energía Atómica, desapareció el 15 de julio de 1977, al salir de su trabajo.
La ley 3.237, que designó a Sara Rus Ciudadana Ilustre de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, había sido aprobada el 29 de octubre del año pasado.