Itongadol.- "\’Este fin de semana fue diferente al resto\’, pensé mientras regresaba a mi provincia después de haber participado del Encuentro de Comunidades Judías del Bicentenario en Tucumán. El encuentro, llevado a cabo del 9 al 11 de septiembre, estaba, a su vez, dividido en más encuentros, según el rol que cada uno ocupe en su comunidad. Así, había un encuentro para dirigentes de kehilot, otro para quienes bailan rikudim, otro para universitarios y, finalmente, otro para madrijim. En este último participé yo.
Como decía, al subirme al micro reflexionaba sobre cuán distinto había sido este fin de semana respecto al resto. Sin embargo, me atrevo a decir que no fue totalmente distinto.
Hubo peulot, espacios de distensión, shabat, shajarit, capacitaciones y fiesta. No difiere mucho de mi fin de semana habitual, en el que doy peulá, me junto con amigos, voy al shil, capacito a futuros madrijim y salgo a bailar.
Hasta ahora podríamos atrevernos a decir que repetí todo lo que hago entre que salgo de la facultad el viernes, y la vuelvo a empezar el lunes.
Pero luego veo para atrás y comienzo a darme cuenta de que no fue así.
Hubo peulot, es cierto. Pero en Tucumán eran con gente de al menos 5 o 10 tnuot noar distintas. También hubo capacitaciones, es cierto. Pero en lugar de darlas un boguer (\’egresado\’) de la tnuá, la daban especialistas y profesionales de todo el país. Me junté con amigos, es cierto. Pero esta vez eran mis amigos de San Juan, Rosario, Córdoba, Bahía Blanca, Neuquén y demás ciudades en donde está presente la tnuá más grande de Argentina.
Como dije más arriba, hubo shajarit. Pero este fue revolucionario: consistía en un espacio estrictamente humanista, donde dedicamos una mañana a honrarnos a nosotros en tanto personas que día a día hacemos el mundo donde vivimos.
Finalmente, dije que hubo una fiesta. En principio, parecería que no fue nada muy distinto a aquellas a las que asisto de vez en cuando los fines de semana.
Pero no.
La fiesta fue otra: el sábado a la noche fuimos partícipes de un hecho histórico. Formamos parte del universo comunitario que presenció la escritura final de una Torá que venía escribiéndose en todos los puntos cardinales del país, y culminó, paradójicamente, en el mismo sitio donde culminó la gesta independentista argentina que había comenzado en 1810.
Y no termina ahí: desde la Casita Histórica de Tucumán llevamos la Torá federal recién dada a luz hasta la kehilá de Tucumán. El traslado no fue en autos, en micros, en camiones ni mucho menos en aviones. No fue secreto, silencioso ni modesto: toda la masa de porteños, mendocinos, chaqueños, conservadores, masortim, reformistas, y cada uno de los componentes de ese gran entramado cultural llamado comunidad judia argentina, acompañados por el gobernador de Tucumán, escoltamos la Torá durante varias cuadras de San Miguel de Tucumán, cantándole, bailándole y sintiéndola en lo más profundo de nuestras almas.
A eso me refería cuando decía que hubo una fiesta.
Como dije al principio: este fin de semana no tuvo nada de igual al resto. Excepto por una cosa: estábamos haciendo comunidad. ESTÁBAMOS HACIENDO JUDAÍSMO."
¡Muchas gracias a todos los madrijim que representaron a la tnuá en este encuentro histórico!
Jazak Ve´ematz