Itongadol.- (The Jerusalem Post) Si alguien todavía se atreve a ver a los rehenes como algo que no sea una cuestión no partidista y no negociable, debe ver la entrevista del rehén liberado Eli Sharabi con el equipo de investigación del programa de noticias Uvda del Canal 12 israelí.
El trauma de Eli es incomprensible, pero este hombre, con la tortura delineando su rostro, se negó a dejar que lo destrozara. Estas son las personas que Hamas secuestró: fuertes, pero no sólo en fuerza. Con una fuerza tranquila y desesperada por una cosa: la vida.
Eli logró salir con vida. Otros secuestrados no, y otros siguen cautivos en condiciones inimaginables. Todos los israelíes, judíos, partidarios de Israel y diplomáticos implicados deben entenderlo: Es su deber sacarlos de allí lo antes posible.
Este sábado por la noche, funcionarios israelíes informaron de que Hamás se niega a prorrogar la primera fase del acuerdo, ya que las conversaciones se encuentran en un punto muerto.
Eli estuvo retenido 491 días, encadenado de pies y manos todo el tiempo. Perdió 30 kilos, sobreviviendo a base de pan de pita y pasta. Los primeros 52 días permaneció en un departamento mientras la Fuerza Aérea de Israel (IAF) destruía los edificios que lo rodeaban. Las cadenas le cortaron la piel. Elí se enteró cuando regresó a Israel de los asesinatos de su esposa, sus hijos y su hermano Yossi en cautiverio.
Fue liberado hace un mes. A la pregunta de por qué había concedido la entrevista, respondió: »No podemos dejar que se queden allí. Recuerdo cada minuto en ese túnel».
Tras 50 días en un departamento, Eli fue trasladado bajo tierra, donde conoció a Alon Ohel, Or Levy y Eliya Cohen. »Alon me atravesó el corazón, lo adopté desde el primer día. Nos apoyamos mutuamente. Sé todo sobre él: su familia, las fechas importantes, los gustos de sus hermanos y padres. ¿Cómo podemos dejarlo atrás?», expresó Sharabi.
Eli, de 53 años, se encargó de ayudar a sobrevivir a Alon, de 24 años. Cuando los captores le dijeron que lo liberarían, »los terroristas me lo arrancaron. Él se negó a soltarme y le prometí que no lo dejaría allí, que lucharía por él. Estoy aquí por él y por el resto de los rehenes».
Cuando los terroristas de Hamás le dijeron a Alon que liberarían a Sharabi el 8 de febrero, »se puso blanco como una sábana, al comprender que estaría allí solo». Eli fue liberado junto con Ohad Ben Ami y Or Levy.
Desde el momento en que se lo llevaron, Eli estaba en modo supervivencia. El hambre se apoderó de todo. »¿Sabes lo que es abrir una heladera? ¿Sacar una fruta, un huevo o un pedazo de pan? Eso es lo que sueñas allí… tienes el estómago pegado a la espalda».
Los cuatro debatían qué pedir a continuación -una taza de té, un cuarto de pita- y a quién debían pedírselo, según el captor. »La humillación era constante», explicó Sharabi.
Eli, Or, Alon y Eliya fueron trasladados a otro túnel, a 50 metros bajo tierra, con terribles condiciones sanitarias. Se bañaban una vez al mes con agua de una botella o un cubo.
El trato que recibían dependía de las declaraciones de los dirigentes israelíes. »Escuchan todo el tiempo. [Tras] cualquier declaración irresponsable, éramos los primeros en sentir las consecuencias», afirmó. Además, detalló que los raptores les decían que las autoridades israelíes no daban comida a los prisioneros palestinos, así que los rehenes no comían. Lo mismo ocurría con las palizas y las duchas.
En enero, el ministro de Seguridad Nacional, Itamar Ben-Gvir, dio instrucciones al Servicio de Prisiones de Israel para que redujera las comidas de carne para los presos, en respuesta a los testimonios de inanición de los rehenes. Hamás pidió a los grupos internacionales de derechos humanos que exigieran responsabilidades al Estado judío.
Los cuatro inventaron palabras en clave para sus captores, incluida una que apodaron »Basura». Eli recordó un día en que la IAF bombardeó la casa de uno de los terroristas. En respuesta, el raptor corrió hacia los cuatro y empezó a golpear a Eli, que era el que estaba más cerca de la puerta, con piñas y patadas en las costillas. Sharabi dijo que no pudo respirar bien durante un mes.
Durante más de un año, el diálogo sobre los rehenes tomó un cariz político. El testimonio de Eli nos recuerda que es cualquier cosa menos eso. »Los rehenes no son una cuestión política. No es de izquierda o de derecha, es acerca de los derechos. Cuando mataron a mi familia, [o] a los Bibas; cuando secuestraron a Hersh, ¿les preguntaron en qué creían?».
Devolver a los rehenes no es un objetivo separado. Debemos dejar de hablar en esos términos. La amenaza que supone Hamás es mucho mayor, y los rehenes no pueden seguir pagando el precio por eso.
»No estoy enojado, tuve suerte y volví a un país traumatizado. Se trata de responsabilidad y de los valores que este país quiere tener», concluyó Eli.