Itongadol.- (Por Arsen Ostrovsky* y Asher Fredman* – Newsweek) Se dice que la definición de locura es ‘‘hacer siempre lo mismo y esperar resultados diferentes’’, una máxima que puede describir acertadamente el enfoque de la comunidad internacional respecto a las actuales negociaciones de alto el fuego y toma de rehenes entre Israel y Hamás.
A finales de Agosto se conoció la devastadora noticia de que Hamás había ejecutado a sangre fría a seis rehenes israelíes en su cautiverio. Uno de ellos era el estadounidense-israelí de 23 años Hersh Goldberg-Polin, cuya difícil situación familiar conmovió a tantas personas en todo el mundo.
Sin embargo, inexplicablemente, mientras algunos de los rehenes seguían siendo enterrados, en lugar de desatar la furia contra Hamás y sus patrocinadores estatales, la comunidad internacional optó por aumentar la presión sobre el Estado judío.
El presidente Biden, por ejemplo, eligió este momento para afirmar que el primer ministro Netanyahu no estaba haciendo lo suficiente para garantizar un acuerdo sobre los rehenes, mientras que en un acto desmedido de traición, Gran Bretaña optó por adoptar un embargo parcial de armas contra Jerusalem.
Una y otra vez, Israel ofreció concesiones estratégicas y de seguridad sin precedentes para liberar a los rehenes restantes y lograr una pausa en las hostilidades, pero la única constante fue la intransigencia y el rechazo del grupo terrorista palestino, y la falta de firmeza moral de la comunidad internacional para exigirles responsabilidades.
Lo cierto es que el Estado judío respondido positivamente a todas las propuestas internacionales desde noviembre del año pasado, incluido el marco más reciente que el presidente Biden presentó el 31 de mayo, así como ‘‘la propuesta puente final: presentada el 16 de agosto’’.
En su visita a Israel y a la región el 19 de agosto, el Secretario de Estado Blinken incluso confirmó que Netanyahu aceptaba la propuesta de puente y que ‘‘ahora correspondía a Hamás hacer lo mismo’’.
Hamás fue claro en su respuesta: impactos de bala en las cabezas de los seis rehenes, incluido Hersh. La comunidad internacional, por su parte, optó por señalar a Netanyahu y a Israel.
No es de extrañar, por lo tanto, que Hamás siga rechazando todas las propuestas que se le presentan, cuando sabe que puede dormirse en los laureles y esperar a que la comunidad internacional aumente la presión sobre Israel. Al centrar su atención en el Estado judío, Washington empodera a Hamás y elimina cualquier incentivo para que el grupo terrorista se comprometa o llegue a un acuerdo.
Si la comunidad internacional, encabezada por Estados Unidos, quiere impulsar realmente un acuerdo sobre los rehenes, podría hacerlo exigiendo a aliados estadounidenses como Qatar y Turquía que utilicen todas sus herramientas a disposición para presionar a Hamás para que acepte un acuerdo.
Hamás dispone de amplias redes financieras y comerciales en Qatar y Turquía, mientras que sus dirigentes viven en lujosos alojamientos en Doha.
Al Jazeera, el principal medio propagandístico del grupo terrorista palestino, no sólo incita al terrorismo, sino que también socava a los gobiernos moderados interesados en la paz en Medio Oriente. En la misma línea, Ankara otorga pasaportes turcos a los altos dirigentes de Hamás para facilitar sus viajes por todo el mundo.
Quizás, si la comunidad internacional depositara una fracción de la energía que dedica a presionar a Israel para que haga más concesiones a aplicar en su lugar una presión inflexible sobre Hamás y sus Estados patrocinadores, principalmente Qatar, Turquía y, por supuesto, Irán, podríamos haber llegado ya a un acuerdo y haber salvado innumerables vidas.
Estados Unidos debe demostrar a Doha y Ankara que hay un precio muy alto que pagar por no presionar a Hamás, que ejecutó a sangre fría a un ciudadano estadounidense.
El gobierno de Biden y el Congreso estadounidense pueden adoptar numerosas medidas, como exigir informes periódicos sobre todas y cada una de las entidades que prestan apoyo material a Hamás en Qatar y Turquía (así como en otros países como Malasia, Argelia, Egipto y Líbano), con el fin de examinar si pueden ser objeto de sanciones.
Asimismo, también deberían imponer sanciones a Al Jazeera por su apoyo al terrorismo.
Washington debería exigir a los gobiernos qatarí y turco que extraditen a los dirigentes de Hamás implicados en el asesinato de ciudadanos estadounidenses.
Si Qatar no adopta medidas rápidas para obligar a Hamás a aceptar un acuerdo, Doha debería perder su condición de aliado importante de Estados Unidos no perteneciente a la OTAN, que Biden le concedió en 2022.
La comunidad internacional, y especialmente Estados Unidos, se enfrenta ahora a una disyuntiva: continuar con su retórica contra Hamás mientras centra la presión real en Israel, o actuar para aumentar realmente las posibilidades de un acuerdo, ejerciendo una presión inflexible sobre Hamás y sus patrocinadores estatales.
Sólo esto último puede salvar las vidas de los rehenes retenidos en la Franja de Gaza, al tiempo que garantiza la seguridad de Israel y de los palestinos, y un futuro de estabilidad en Medio Oriente.
*Arsen Ostrovsky es abogado especializado en derechos humanos, director general de The International Legal Forum e investigador principal del Instituto Misgav para la Seguridad Nacional.
*Asher Fredman es el Director Ejecutivo del Instituto Misgav.