Itongadol/AJN.- La decisión de la Agencia Internacional de Energía Atómica de cerrar el expediente de la investigación de los últimos 12 años para verificar si Irán tiene un proyecto nuclear militar, es escandalosa. Peor aún, es un premio y un estímulo a estados que violan todas las normas internacionales y ponen en peligro la paz mundial. Por Eyal Sizer* (Israel Hayom).
La decisión era previsible, desde hace tiempo. A principios de este mes la agencia aprobó el informe de la investigación realizada por algunos de sus miembros sobre el programa nuclear de Irán durante la última década. En dicho informe se indica que Irán efectivamente ha actuado en el pasado para producir armas nucleares, pero su programa nuclear no avanzó más allá de la planificación y como máximo llegó a una etapa de experimentación básica. Además, los investigadores absolvían a Irán de la acusación de que está trabajando para desarrollar armas nucleares avanzadas. Sobre la base de este informe, la agencia decide ahora cerrar el caso iraní y liberar a Irán de una vez y para siempre del castigo de las inspecciones y de la vigilancia de sus inspectores.
La decisión de la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA) es un paso importante en el retorno de Irán a la familia de las naciones y permitirá eliminar las sanciones económicas que se le habían impuesto. En Teherán celebran esta decisión, pero aquellos a quienes les importa la paz mundial tienen hoy un motivo de preocupación. Queda claro una vez más que la comunidad internacional – y especialmente las agencias de la ONU – no tienen herramientas reales ni capacidad para investigar a fondo ni para actuar sobre el terreno contra quienes violan los acuerdos y tratados internacionales.
La AIEA fracasó en su tratamiento del proyecto nuclear iraní desde el principio. No detectó la actividad iraní, y prefirió hacer la vista gorda en la última década, frente a los esfuerzos de Irán para promover el desarrollo de proyectos nucleares. Sólo después que Estados Unidos y sus aliados, y por supuesto Israel, le entregaron Información sobre las intenciones de Irán, debió admitir a regañadientes que efectivamente hay motivo de preocupación.
El tartajeo de la AIEA en la cuestión iraní, que siguió al estrepitoso fracaso en el manejo del proyecto del programa nuclear de Corea del Norte, plantea interrogantes sobre el grado de fiabilidad y sobre todo de eficacia de las instituciones internacionales en el tratamiento de este tipo de situaciones de crisis.
En este contexto, cabe mencionar a la Organización Internacional para la Prohibición de las Armas Químicas (OPAQ), que se sorprendió al descubrir armas químicas en Siria, en una cantidad que la convierte en una superpotencia a nivel mundial, en lo que respecta a ese tipo de armas. El precio de la incompetencia de la organización encargada de la vigilancia y la prevención del uso de armas químicas lo pagaron miles de sirios que murieron víctimas del uso de esas armas por el régimen de Bashar al-Assad. Incluso entonces hizo falta medidas de parte de Estados Unidos para lograr que Siria se desprendiera de sus armas químicas.
Pero tanto en el caso de Siria como en el de Irán, se plantea la cuestión de la recompensa y el castigo. Bashar tuvo que desarmarse, pero no recibió ningún castigo por el uso de gas venenoso contra su propio pueblo. Mientras tanto Irán debe desacelerar el ritmo de su carrera nuclear, pero nadie le exige que pague el precio de haber violado sistemáticamente las normas y convenios internacionales. Esto es particularmente grave porque el caso de Irán es el de un delincuente serial, que ha demostrado una y otra vez su voluntad de engañar al mundo y en especial a los países y organizaciones internacionales que están decididos a impedir el desarrollo o la difusión de las armas de destrucción masiva.
El acuerdo de capitulación que firmó el gobierno de Obama con los ayatolás de Teherán en julio pasado se puede justificar con consideraciones políticas. Después de todo, los políticos deben a menudo pasar por alto una verdad incómoda cuando la situación política en su país o en el extranjero les obliga a hacerlo. Pero la agencia internacional – para la cual la credibilidad profesional debería ser el principio rector y la única brújula que guíe sus decisiones – no tiene justificación para la decisión de cerrar la investigación sobre Irán.
De un modo u otro, el precio de esa decisión lo pagarán los habitantes de Medio Oriente y otras zonas de riesgo en el mundo.
*Prof. Eyal Sizer. Vicerrector de la Universidad de Tel Aviv, profesor de Historia de Medio Oriente y África.