Itongadol/AJN.- Bajo el lema “Tenemos un compromiso con la memoria y la vida, la obligación de conocer el pasado y el derecho de garantizar el futuro” se llevó a cabo ayer, jueves, en el Auditorio de la AMIA el acto anual en homenaje a los alrededor de 1.900 desaparecidos judíos durante la última dictadura militar (foto), coorganizado por la entidad anfitriona y la Asociación de Familiares.
En primer término se proyectó un video de la visita al Parque de la Memoria que efectuaron alumnos y docentes de la Red Escolar Judía el 4 de noviembre, donde pudieron escuchar las vivencias de los deudos.
A continuación brindó su testimonio Alejandra Naftal, directora del Sitio de Memoria ESMA, quien fuera detenida una madrugada de mayo de 1978, cuando tenía 17 años y era alumna del Carlos Pellegrini, junto con decenas de compañeros y graduados, y llevada al centro clandestino El Vesubio y otros sitios antes de ser liberada meses después.
“Durante muchísimos años, cuando los derechos humanos no eran tema de agenda, no daban prestigio y no había oídos preparados para escuchar, tengo el recuerdo de haber ido a contar mi historia a muchísimos lugares donde había dos o tres personas, estudiantes y docentes”, pero decidió dejar de hacerlo, entre otros motivos porque había otros que se encargaban de ello, contó.
Pero luego cambió de opinión: “La quiero recordar, no me quiero olvidar de mi propia historia”, enfatizó la sobreviviente.
“En el campo de concentración se torturaba a todos por igual, pero debo reconocer que había un fuerte componente antisemita en las Fuerzas Armadas, que se traducía en el trato de algunos militares pese a que no había una orden antisemita expresa, aunque sí algo interior que movía a esos delincuentes”, subrayó.
“Venía de una familia con una tradición judía de izquierda, pero no tenía encarnada mi condición”, sino que “la aprendí ahí: me torturaron más por judía, vi cómo lo hacían con otros y terminar una sesión gritando: ‘soy judía, pero argentina’; en ese instante entendí que uno no puede dejar de ser judío y que lo peor que le puede pasar a una persona es la ignorancia de lo que es”, y así se dio la paradoja de que “quisieron sacarme mi identidad judía y la hicieron más fuerte”, señaló Naftal.
A partir de su liberación por “falta de mérito” porque no pudieron probar que hubiese participado en una asociación ilícita y atentado contra medios de transporte -recién la absolvieron en 1985- la visitaron padres y madres de desaparecidos con fotos de sus hijos, para saber si sabía algo de ellos.
“Eso derivó que me tenía que ir: no podía seguir viviendo en la Argentina porque era realmente una situación de mucho miedo, silencio, indiferencia; todo entendible, nada juzgable”, admitió la directora del Sitio de Memoria ESMA.
En Pinamar conoció a unas chicas de Hebraica y se enteró de que existía la Agencia Judía y la posibilidad de irse a vivir a Israel, tras lo cual conoció a Daniel Recanati, funcionario de ese organismo judío internacional, quien la ayudó a obtener el pasaporte y salir del país “sin saber hebreo, ni historia judía, ni sobre el sionismo”, recordó.
“Tuve la suerte de vivir un período muy lindo en Israel, 1979-1980, con Shalom Ajshav (el movimiento Paz Ahora) y la paz con Egipto: estudié Química en Har Hatzofim (el monte Scopus, una de las sedes de la Universidad Hebrea de Jerusalem), tenía compañeros palestinos y, lo más importante, puede contar mi historia sin tener miedo; fue algo liberador y el exilio me salvó la vida porque el callar es una de las peores enfermedades que puede tener un ser humano”, sentenció la sobreviviente.
Naftal declaró ante la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP) y en el Juicio a las Juntas militares pese a que la sociedad todavía pensaba “por algo será” y “algo habrán hecho” y mientras muchos padres se preguntaban por qué algunos estaban vivos y sus hijos no.
A partir de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final se dedicó a su hija y a trabajar hasta que comenzaron los Juicios de la Verdad y en 2003 “apareció un gobierno que escuchó a las Madres (de Plaza de Mayo), atendió sus demandas y la búsqueda de la memoria, la verdad y la justicia fue parte de una política de Estado”, en referencia al que encabezó Néstor Kirchner y continuó su esposa, que abrieron “un nuevo desafío: comprobar cosas que la sociedad argentina ya asumió”, finalizó.
“El pueblo judío nos enseñó a guardar la memoria y exaltarla, sobre todo en lo que se refiere al nombre -la tradición hace que lo pasemos del abuelo al nieto, o al hijo en algunas culturas-, y tenemos la de los 1.900 judíos desaparecidos, que estamos trayendo aquí para recordarla”, aseguró Marcos Weinstein, presidente de la Asociación de Familiares de Desaparecidos Judíos en Argentina.
“La dictadura cívico-militar amputó la continuidad de las familias, de un vínculo social y de una carrera profesional con la muerte, el asesinato y el robo, delitos que normalmente en las sociedades organizadas significan juicios y acá recién en estos últimos años se están haciendo y tenemos condenados y también absueltos porque la ley se aplica para todos”, recalcó.
El deudo recordó que estos actos se iniciaron en 2004, por iniciativa del entonces presidente de la AMIA, Abraham Kaul, y que en la plaza seca de su sede se encuentra, desde diciembre de ese año, el altorrelieve de bronce Ellos están, de la artista Sara Brodsky, madre de Fernando, uno de los desaparecidos judíos, el cual fuera inaugurado por el presidente Néstor Kirchner.
De cara al recambio gubernamental “debemos tener la precaución cuidadosa de seguir respetando la memoria, la verdad y la justicia para tratar de evitar que el silencio de los buenos no solamente quede en paz con las gentes que piensan porque, de lo contrario, nos vamos a quedar sin ellas, como estuvimos durante tantos años”, advirtió.
“Abraham: fuiste un jajam (sabio) cuando decidiste hacer este acto y te felicito; realmente vine pocas veces y quiero decirle a Alejandra que me partió el corazón, y Marcos también”, admitió un emocionado Ralph Tomás Saieg, vicepresidente 1º a cargo de la AMIA.
La festividad de Jánuca, que comienza el domingo, “fue la guerra de los macabeos porque (los greco-sirios) querían destruir nuestra identidad y hasta el día de hoy nadie pudo, y las Madres de Plaza de Mayo acá presentes también tienen su identidad judía y desde la AMIA las felicitamos por la fuerza que tienen y porque nos enseñan que tenemos que seguir buscando la verdad y la justicia”, comparó.
“Los judíos pasamos por muchas situaciones que no entendemos de manera lógica: tenemos muchos padres, hermanos, víctimas y sobrevivientes de la Shoá, de la dictadura militar, de los atentados a la Embajada y la AMIA, y de las guerras de Israel, pero estamos acostumbrados a vivir con eso y trabajamos todos los días para honrarlos con el plato de comida que les damos a más de doscientas personas en nuestro Centro de Día en la calle Uriburu, la ‘mano’ que podemos darles a las familias, el apoyo a las escuelas y -¿por qué no?- la sepultura judía que, desgraciadamente, los desaparecidos no tuvieron”, rescató el dirigente comunitario.
En el acto se informó sobre la implementación del proyecto Eduiot (testimonios), por el cual se grabaron relatos de familiares de desaparecidos judíos para ser utilizados por docentes y alumnos con fines educativos, y además los coros Volver a empezar y Ale Brider, dirigidos por el dúo Guefilte Fish, integrado por Mirtha Zuker y Horacio Liberman, interpretaron Volver a empezar, Shir lashalom (Canción a la paz) y Honrar la vida.
Entre los asistentes se encontraban el síndico general de la Nación, Daniel Reposo, y el prosecretario 2º de la DAIA, Leonardo Feiguin.