Itongadol.- La delegación empresarial encabezada por el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, a Arabia Saudita la semana pasada, junto con la firma de acuerdos con Nvidia, Amazon, Google, Boeing y AMD, posicionó al reino árabe en el mapa tecnológico mundial.
A diferencia de los Acuerdos de Abraham de 2020 con Emiratos Árabes Unidos y Bahréin -que incluían el suministro de armas y tecnología estadounidenses como parte de la normalización con Israel-, esta vez, la “Startup Nation” estuvo ausente. Bajo la mirada del Estado judío, Arabia Saudita se está convirtiendo en una nueva potencia tecnológica regional que ahora la eclipsa.
Durante años, las relaciones entre ambos países se tejieron sin un acuerdo de paz. Incluso hoy, un año y medio después de la masacre del 7 de octubre, los lazos comerciales persisten, aunque en un segundo plano y fuera del radar mediático.
‘‘Hay buenas relaciones entre israelíes y sauditas, pero no hay duda de que no estamos invitados a la ‘gran fiesta’ que está ocurriendo en el país. La actividad israelí actual es una inercia de lo que comenzó hace años, pero ya no hay un crecimiento nuevo”, explicó Gil Hecht, CEO de Continuity, una empresa de software con base operativa en Israel que trabaja con bancos y grandes organizaciones en la región.
Relación histórica bajo la superficie
A pesar de no mantener relaciones diplomáticas oficiales, Israel y Arabia Saudita sostuvieron vínculos discretos durante décadas, especialmente en materia de inteligencia y defensa ante amenazas comunes como Irán.
Estos lazos no formales se intensificaron tras los Acuerdos de Abraham en 2020, a pesar de que Riad decidió no sumarse a ese proceso de normalización.
Un vínculo estratégico condicionado
La cooperación entre ambos países siempre estuvo mediada por factores geopolíticos y por la presión de actores externos como Estados Unidos. Si bien Arabia Saudita mostró interés en beneficiarse de la innovación israelí, especialmente en áreas como la ciberseguridad, las tensiones regionales y el conflicto palestino siguen siendo barreras clave para avanzar hacia una relación abierta.
El informe de Globes
Una investigación del medio de comunicación Globes publicada esta semana reveló que la mayoría de las empresas israelíes activas en Arabia Saudita se dedican a la ciberseguridad, algunas incluso a la seguridad nacional y la protección de instalaciones.
Varias de estas compañías fueron fundadas en el extranjero por israelíes que abrieron una sucursal saudita a través de una empresa extranjera. La mayoría trabaja con compañías como Spire y Bulwark, especializadas en distribuir productos e instalar sistemas tecnológicos entre clientes de los estados del Golfo, Egipto y Jordania.
De Tel Aviv y Petaj Tikva a Riad
Entre las empresas israelíes con presencia pública en Arabia Saudita se encuentra CyberArk, una compañía de ciberseguridad con sede en Israel y 4.000 empleados, de los cuales unos 1.200 están en Petaj Tikva y Beerseba.
Otra empresa activa en la península arábiga es Check Point, aunque sus ventas allí representan una parte insignificante de sus ingresos.
En la misma línea, Cybereason, una compañía fundada en Tel Aviv que protege dispositivos terminales, trasladó su sede a San Diego y operó en Arabia Saudita durante varios años, en parte gracias a su principal accionista, SoftBank.
Asimismo, otra empresa de ciberseguridad con sede en Nueva Jersey pero con la mayoría de sus empleados israelíes y cuyo nombre no se puede divulgar, también opera en Arabia Saudita. La empresa emplea gerentes en el reino, incluido su exdirector de distribución que anteriormente trabajó en Spire y que ahora, según su perfil en LinkedIn, dirige todas las actividades de ventas en los estados del Golfo, Egipto y Turquía desde Riad.
Según el Dr. Joseph Mann, investigador en la Universidad Bar Ilan, las diferencias culturales también dificultan el desarrollo fluido de negocios entre ambos países: “Las empresas sauditas son grandes y se mueven lentamente, lo que no se ajusta al ritmo ágil de las startups israelíes. Además, la cultura saudita requiere procesos largos de construcción de confianza y una gran puesta en escena, algo que resulta complejo para las jóvenes compañías tecnológicas”.
Fuente: Globes.