Como un gesto hacia un ser humano, quiero expresar mis condolencias por el fallecimiento de Yasser Arafat.
Su muerte es un hecho de mucha trascendencia en Medio Oriente. Sin embargo, dependerá de la nueva dirigencia palestina si el cambio será positivo y nos ayudará a regresar al camino del diálogo, o si, en cambio, el nuevo liderazgo seguirá profundizando el camino de la violencia y el terrorismo, que hasta ahora vinieron eligiendo los palestinos.
Lamentablemente, en los últimos años, el liderazgo palestino eligió claramente el sendero del terrorismo, que provocó gran dolor y más de 22.500 ataques contra Israel, además de causar sufrimiento a su propio pueblo.
Sin embargo, el accionar de los terroristas se ha basado siempre en el apoyo masivo de la población palestina. Me resulta imposible entender el culto que los palestinos le rinden a la muerte.
Una sociedad que apoya a los criminales -terroristas suicidas- y que los considera héroes, un ejemplo para la juventud, y hasta mártires, es una sociedad enferma que tiene que revisar sus valores de moral y ética.
Deseo profundamente que el nuevo liderazgo que surja con la muerte de Arafat sea capaz de extirpar este veneno que fue plantado a lo largo de los años en la vida y en los corazones de la sociedad palestina.
La seguridad
El Estado de Israel ha estrechado siempre su mano hacia la paz y la reconciliación. Los palestinos, sin embargo, no sólo han rechazado esa mano extendida, sino que la han mordido infinitas veces a través de la reiterada e ininterrumpida perpetración de atentados terroristas que obligaron a Israel a mantenerse en estado de defensa permanente, y a luchar para preservar la seguridad y supervivencia de sus ciudadanos.
La muerte de Arafat puede ser un motivo de crisis en Medio Oriente, pero también puede transformarse en una nueva oportunidad de alcanzar algún acuerdo o tregua. Por el bien de todos nosotros, hago mis votos para que éste sea el caso.
El autor es el embajador israelí en la Argentina.
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