Itongadol/AJN.- El 13 de julio de 1105 falleció Rabi Shlomo Itzjaki (Rashi), el más excelso comentarista de la Biblia y el Talmud. Además fue uno de los más grandes eruditos y legisladores en materia de Halajá y experto en lengua hebrea. Nació y murió en Troyes, al norte de Francia (1040-1105).
Rashi solía ponerse en contacto con los sabios más descollantes de su época y estudiar Torá con ellos. Según la tradición, deambuló por la diáspora tal como acostumbraban hacerlo muchos judíos justos y piadosos de Francia y Ashkenaz. La leyenda refiere que viajó también a Oriente, en donde conoció a un asceta y estudioso cristiano que deambulaba por diversos países, quien lo introdujo en discusiones sobre creencias y opiniones y quien se asombró al oír las sabias respuestas de ese estudioso judío.
El asceta contrajo una grave enfermedad y Rashi, que también conocía las ciencias médicas, no se apartó de su cama y lo atendió como amigo y médico hasta que sanó. Tras esto Rashi fue a verlo para despedirse de él y proseguir su camino, pero éste quiso darle obsequios costosos. Sin embargo Rashi se rehusó a recibirlos y le dijo: “No me debes nada. Si bien nuestras religiones son diferentes, todos somos seres humanos, creados a imagen de D\’s. Mi creencia me exige ayudar a cualquier persona en problemas. Sólo quiero pedirte una cosa: si algún judío necesitare tu ayuda, bríndasela tal como yo te di la mía en momentos difíciles”.
Al cabo de algunos años, cuando Rashi regresó de su deambular, pasó por la ciudad de Praga. Los años de exilio habían llegado a su fin y su nombre ya era famoso como gran comentarista de la Torá y el Talmud. La comunidad judía de Praga lo recibió con grandes honores, y todos salieron a darle una cálida y respetuosa bienvenida.
El duque de Praga odiaba a los judíos y al ver los grandes honores que los judíos rendían a su huésped ordenó que engrillaran a Rashi y lo llevaran ante él. En casa del duque se encontraba en esos momentos un gran obispo, que hasta hacía unos años había sido un asceta errante y que había conocido a Rashi en su deambular por Oriente. Cuando Rashi se presentó ante el duque, el obispo lo reconoció, se puso de pie y lo abrazó con afecto y amistad. El asceta relató al duque cómo lo había atendido durante su enfermedad y el duque lo liberó.
Mientras tanto, cuando los esbirros del duque apresaron a Rashi, los enemigos de Israel se sintieron fortalecidos, salieron a las calles y perpetraron desmanes contra los judíos. Cuando fue liberado, el duque reprimió los disturbios y los agitadores fueron castigados.
La leyenda refiere que a partir de entonces, el duque se convirtió en filosemita y fue benévolo con los judíos de Praga.