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Itongadol.- Hace pocos meses reeditó “Los ríos de mi sangre”, un sugestivo libro de poesías de Eduardo Kovalivker que reflexionan sobre la historia y el quehacer judío. Editado originariamente en el 2006, el autor amplió esta segunda edición y le agregó cinco poemas escritos entre el 2008 y el 2015, que poseen la misma característica que aquellos que formaron parte de la primera edición, creados en los años 2005 y 2006.
Kovalivker es ingeniero químico y nació en la ciudad de La Plata, Buenos Aires, Además de desempeñarse en su profesión, es un prolifero escritor de poemas y cuentos, considerado un intelectual plenamente identificado con el judaísmo.
En la dedicatoria de la primera edición expresó: “Tener a los 61 años una madre y un padre maravillosos y en pleno cumplimiento de sus funciones de padres, hace que en el fondo de mi corazón y mis pensamientos todavía exista un niño y un adolescente. A ellos dos, Teresa y León Kovalivker, papá y mamá, les dedico este libro y les dejo mi eterna gratitud”. Mientras, en la actual remarcó: “Este año cumpliré 71 años, mis padres ya no están físicamente pero quedaron en mi corazón y en el de mi familia. Este libro se lo dedico a Milo, León, Eli, Noa y Violeta, mis nietos… los ríos de la sangre siguen fluyendo”. Estas últimas palabras, que son una confirmación del fluir de su judaísmo en cada uno de los poemas y cuentos que ha escrito, quedan ampliamente demostradas en los que conforman “Los ríos de mi sangre”, poema del que afirma que fue el primero escrito desde sus raíces judías.
El poeta, narrador, ensayista y periodista Roberto Alifano sostiene que “Kovalivker, enamorado de su gente, pone en versos estas historias que todos conocemos porque son parte de la historia de Occidente. Los judíos, a través de milenios, han sido raramente beneficiados y prolongadamente perseguidos, pero el empeño, la capacidad y también el ensueño los ha hecho prevalecer. Kovalivker, como todo buen judío, ama a su pueblo, sus leyendas, sus tradiciones, su convivencia, esa historia que viene del principio de los tiempos. La poesía, desde siempre, ha sido uno de los más entrañables modos de expresarse del pueblo judío. Él recurre a ella para entrañarse en su condición y manifestar su amor”.
“Los ríos de mi sangre” está dividido en cinco capítulos: Hablando de la historia del alma judía; Hablando de gauchos que fueron judíos; Hablando en el Templo con…; Y hablando de historia de penas muy grandes; Y hablando de recuerdos que suavizan el alma. En cada uno de los poemas que los componen, Kovalivker demuestra su amor hacia su pueblo y su gente, utilizando la palabra para marcar una senda que une la historia milenaria con la moderna del pueblo judío.
Desde la primera estrofa de “Los ríos de mi sangre”, con la que se inicia este poemario, él expresa: “¿Qué me importaba el pan y qué me importaba el techo? //
Amé la libertad cuando salí de Egipto,// pues era mi esperanza y mi único derecho. // Mis piernas caminaron arenas del desierto, siguiéndolo a Moisés, sus tablas contra el pecho. Cuarenta años andando y el cielo estaba abierto”.
Otro ejemplo es María, que dedica a “la memoria de las jóvenes judías traídas engañadas de Europa central por la Tzvi Migdal para trabajar en sus prostíbulos”, en el que reconoce uno de los hechos más despreciables de la historia de la comunidad judía de la Argentina en donde manifiesta: “Al acercar mi rostro al rostro de ella // vi en sus ojos abiertos reflejadas a la niña y su muñeca que jugaban // (ya muy lejos del trágico final) // con los ágeles azules de su aldea // como en los cuadros que pintó Chagall… // Y sentí entonces que D’os me preguntaba // porque hacían los hombres tanto mal”.
También ese amor a su pueblo lo afirma en el poema “A la Universidad Hebrea de Jerusalem” cuando dice: “El alma judía tal vez duerme en el Kotel // o en las sinagogas que están más allá // en tierras judías o tierras gentiles, // pero cuando amanece se viene hasta acá. // Y en el Monte Scopus les abre las puertas // a la gente que quiere aprende o enseñar”.