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Itongadol.- Ingrid Neumarkt pertenece a la comunidad judía de Winnipeg y contó a la Agencia Judía de Noticias (AJN) como fue su decisión de mudarse de Buenos Aires a Canadá, así como anticipa el como será celebrar el primer Rosh Hashaná con su familia fuera de su ciudad natal.
Quiero contarles que mi padre un día
dejó su Asturias, y su Navia tan querida,
sus ancestros de vaqueiro
y mitad de una poesía…
Esta canción que en mi adolescencia cantaba Marilina Ross irrumpió desde el olvido el día que comenzamos este camino.
Hace más de 50 años mis padres vivieron en Montreal, Canadá, donde nació mi hermano así como muchísimas historias relatadas una y otra vez en nuestra infancia sobre este bello país.
Mis padres volvieron a Buenos Aires, nací yo y allí comienza mi historia que tuvo uno y miles entretejidos hasta llegar al momento que quiero compartir con ustedes hoy.
Un domingo de 2012, entre el desayuno y el diario, mi marido, Sasha, y yo, nos detuvimos en una noticia. Ya no importa cuál, sino lo que significó.
Una noticia que fue para nosotros un quiebre.
Hacía tiempo que luchábamos contracorriente con los valores que enseñamos a nuestros hijos y que no veíamos representados en la sociedad en la que vivíamos.
Cada vez más ámbitos se veían afectados, teñidos por una serie de hábitos, prácticas y costumbres que no coincidían con nuestros sentir, nuestro decir ni nuestro actuar.
Ese domingo de 2012 el tiempo se detuvo, miramos a los chicos, aún pequeños, y sentimos que no iba a alcanzar toda su infancia para que vieran la coherencia que queríamos para sus vidas si no hacíamos un cambio.
Ese domingo comenzó este viaje.
Montó a caballo sobre un mar de miedos,
llegó a mi tierra y encontró brazos abiertos,
pero igual durante un año
sin querer lloró
Sabíamos que no sería fácil, pero eso no fue un obstáculo… quizás lo más arduo fue irnos bien, sin portazos, sin enojos, sin decepciones. Atravesar el camino sabiendo que en toda elección uno se enriquece pero también debe desprenderse.
Aceptar que no todas las palabras iban a ser de soporte y que éste fue nuestro punto de inflexión, nuestro, el que a nosotros nos identifica, el que a nosotros nos hace sentido. Tan profundo y fundamental como el de cualquier otro.
Nuestro primer contacto con Winnipeg fue con un compañero de secundaria de Sasha que aunó su pensar en un “no te quedes con la incógnita de cómo hubiera sido si…”
Aparecieron preguntas y temores.
Y hubo todo respuestas y certezas desde la Jewish Federation de Winnipeg, Canadá, con Dalia que nos tendió la mano para ayudarnos a cruzar, Iael que nos recibió y organizó y Carina que nos da su valioso soporte para consolidarnos.
La Jewish Federation fue nuestro punto de anclaje clave para armar nuestra valija de sueños y esperanzas. Y es hoy nuestra segunda casa de brazos arremangados y generosos.
Realicé en nombre de mi familia el necesario viaje exploratorio para octubre de 2012. Al mirar las nubes desde el avión entendí que el camino fácil sería no hallarme, que Winnipeg me resultara tan ajena que no pudiera ni con la idea.
Se me presentó un sendero menos fácil pero muy amplio, lleno de luz y oportunidades, un camino sólido y a la vez en construcción que exigía y exige paciencia y trabajo…. Dos cualidades que sabía ya teníamos en nuestro haber.
Monté a caballo sobre un mar de miedos,
llegé a esta tierra y encontré brazos abiertos,
Muchas familias de argentinos me recibieron y acompañaron, manteniéndose en contacto durante todo el proceso.
Hoy son algunos de nuestros amigos, hay otros más y están – como siempre- los de siempre, los hermanos de la vida que saben de nuestra miserias y pasiones.
Los trámites, traducciones, esfuerzos, controles médicos y contramarchas duraron poco menos de un año.
No hubo un día, ni uno solo, en que el dudáramos de esta decisión.
Para Rosh Hashaná del 2012 mi padre levantó su copa y dijo: -“el año que viene en Winnipeg”.
En Rosh Hashaná del 2013 nos llegaron las visas. Mi Padre ya no estaba con nosotros para brindar, aunque quiero entender que algo habrá tenido que ver con ello.
Era su estilo: ritual, generoso y simbólico
pero igual durante un año
sin querer lloré
El 25 de diciembre de 2014 dejamos entre abrazos fraternales una Buenos Aires con más de 40 grados de temperatura para arribar a la blanca Winnipeg con menos de 40.
Recibimos sonrisas y guantes, gorros y soluciones, con tanta calidez que nos invadió la belleza del paisaje blanco más que su frío.
Dicen que fue el peor invierno en 100 años.
Para nosotros fue simplemente asombroso.
Como mis padres yo también un día
dejé mi tierra y una que otra rebeldía
y le prometí a mi padre
terminar yo su poesía.
Monté a caballo sobre un mar de miedos
llegué a esta tierra y encontré brazos abiertos,
tan queridos que hasta pude
yo también llorar,
Ya han pasado nueve meses y en breve estaremos reunidos en la cena de Rosh Hashaná nuevamente.
Los chicos se han incorporado a Gray Academy, la escuela judía comunitaria que los ha recibido y cuidado con mucho amor, hablan inglés con sus amiguitos y castellano con nosotros porque como bien me dijo mi hijo un día: -“a vos no te sé hablar en inglés”
El siglo XXI nos regala una suerte de opciones comunicacionales que hacen que nuestros lazos de siempre mantengan la cotidianidad
Winnipeg nos ha dado muchos corazones nuevos de gente que conoce desde la experiencia nuestro sentir, que acompaña y cuida, que ayuda y se adelanta a nuestras necesidades
Canadá nos brinda un marco de valores en donde no hay escisión entre lo que sentimos y enseñamos a nuestros hijos y la sociedad en su conjunto.
Un país apasionado por la cooperación, la tolerancia, el respeto y la libertad. Por la defensa de las democracias y el bienestar general, Una sociedad rica en diversidad y justicia social.
Y aquí estamos cumpliendo esa promesa, terminando una poesía.
Monté a caballo sobre un mar de miedos
llegué a esta tierra y encontré brazos abiertos,….
tan queridos que hasta puedo
ahora también cantar.