Inicio NOTICIAS Iton Gadol en Israel. KKL: El biofiltro Kfar Saba recicla y descontamina el agua de lluvia antes de alimentar las napas subterráneas

Iton Gadol en Israel. KKL: El biofiltro Kfar Saba recicla y descontamina el agua de lluvia antes de alimentar las napas subterráneas

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 Itongadol.- En Israel y de la mano del Keren Kayemet Leisrael (KKL), Iton Gadol visitó las instalaciones de un importante emprendimiento, el biofiltro de Kfar Saba. “En las ciudades, el agua de lluvia se desperdicia porque no puede filtrarse, por el asfalto y todo lo que hay allí”, entonces “se la drena al mar, con tuberías, porque se contaminó en el contacto con la superficie, con metales pesados, combustibles, etc.… pero así se contamina el mar”, lamentó su ideólogo, Yaron Zinger, durante una recorrida con la Agencia Judía de Noticias.

Yaron Zinger, un ingeniero biotecnológico que hizo el doctorado en Melbourne, Australia, inventó un dispositivo debiofiltro, que todavía está en fase de investigación, para recoger agua de lluvia de todos los espacios públicos de una ciudad, concentrarla en un depósito, purificarla a un nivel apto para la irrigación y alimentar las napas subterráneas a través de pozos, para así crear nuevas fuentes de agua para el Estado de Israel, que sufre una crónica crisis hídrica, según le explicó a la Agencia Judía de Noticias (AJN) durante una recorrida por las instalaciones del Keren Kayemet Leisrael (KKL) en Kfar Saba, el primer municipio que adoptó esta innovadora tecnología.

“En las ciudades, el agua de lluvia se desperdicia porque no puede filtrarse, por el asfalto y todo lo que hay allí”, entonces “se la drena al mar, con tuberías, porque se contaminó en el contacto con la superficie, con metales pesados, combustibles, etc.… pero así se contamina el mar”, lamentó.

“Éste es un proyecto piloto a pequeña escala, pero queremos que todo este parque sea así”, se ilusionó Zinger.

“En 2008 me conecté con el KKL de Australia y les dije que el proyecto era exitoso y quería llevarlo a casa, así que establecí una cooperación con mi universidad de Monash y me dirigí a 12 intendentes para que construyeran las instalaciones, como parte de un desarrollo municipal, y el KKL financiaría la investigación, más allá de que también participó en la implementación del proyecto en Kfar Saba”, que fue la elegida “por dos razones: debajo de una ruta hay una cañería enorme de 3 metros (de ancho) que drena la tercera parte de la ciudad, desde el Norte, y todo el desagüe se dirigía al río Polel y al mar, así que había una importante fuente de agua; además, 24 metros debajo de nosotros hay napas muy contaminadas con nitratos”, relató.

El ingeniero biotecnológico contó que en Kfar Saba “hay un centro de monitoreo y un jardín de plantas especiales que se nutren de bacterias y debido a su muy alta concentración realizan el proceso de biofiltro en alrededor de 2 horas”.

“Luego de atravesar diversas etapas se vuelve a monitorear la calidad y cantidad del agua y se forma un delta, que es una nueva fuente de agua para Israel y para distribuirla entre los pozos existentes”, agregó.

En tanto, “la compañía de agua Mekorot nos dijo que quería construir depósitos de 90 metros, pero les dije: ‘Amigos, hacerlo así es muy caro, mejor encontremos una solución más económica’, y nos inclinamos por amplios pozos de goteo, ubicados sobre el agua y no dentro de ella, lo cual se hace con tecnología convencional, como la que se usa en edificios, y el agua demora media hora en llegar”, informó Zinger.

Lo que ocurre es que “en Israel tenemos una temporada larga de sequía de 8 meses y busqué qué hacer con eso en Kfar Saba; la solución fue hacerle un tratamiento como de diálisis al agua muy contaminada de las napas de la zona, de modo de usar los biofiltros todo el año”, prosiguió.

“Después de 25 años, los desechos conforman una capa tóxica de metales pesados como el cadmio y entonces se remueve esa parte superior de la tierra y se reemplazan las plantas”, anticipó el director del proyecto.

“A la Autoridad Hídrica le encantó la idea de filtrar agua en sitios abiertos sin utilizar mucha electricidad y con costos bajos, y ahora construimos otros dos pilotos: uno en Bat Yam, en una zona residencial y no en un parque como aquí, y en Ramle, al costado de una autopista”, anunció.

Para Zinger, un biofiltro como el Kfar Saba “se puede hacer en cualquier lugar del planeta” porque “es una revolución no solamente en el uso o reciclaje de agua, sino que está pensado para recuperar el agua de las ciudades”, donde “hay ‘centros de calor’, la temperatura sube y eso es peligroso para los sectores más vulnerables: bebés, ancianos y embarazadas”.

De hecho, en México intentan hacer un proyecto similar y también existen contactos con Kenia, que quiere invertir en infraestructura ecológica.

“La idea es salir del nivel municipal porque el potencial es nacional; por ejemplo, en Tel Aviv hay 150 millones de metros cúbicos de agua de drenaje que van al mar”, precisó.

En ese sentido, “del triángulo piloto Bat Yam-Kfar Saba-Ramle se puede deducir lo que puede ocurrir a nivel nacional”, puntualizó su ideólogo, que está intentando hacer un centro internacional de investigación, con la participación de universidades locales, como la Hebrea y la Ben Gurion o el Technion.

“Programamos una investigación para cuatro años, y al final queremos desarrollar ‘ciudades sensibles al agua’”, adelantó.

El proyecto cuatrianual “se basa en cuatro pilares: hacer un monitoreo de la cantidad y calidad del agua de las ciudades, entender qué ocurre y también en las zonas fabriles; los arquitectos deberán investigar cómo usar esta tecnología en lugares urbanos y cómo utilizarlos en la planificación de nuevos barrios; se está investigando cómo adaptar cada filtro a los diversos tipos de contaminación; y recolectar todo el conocimiento de los grupos y chequear los pilotos, de la mano de la Autoridad Hídrica”, enumeró Zinger.

“Vamos a hacer otros siete parques para captar toda el agua y recolectar 150 mil metros cúbicos al año, y la idea es que cada uno que se construya incluya esos elementos”, añadió.

“Los filtros juntan el 90 por ciento del agua de lluvia, y lo que sobra va a los ríos, sin tratamiento”, especificó el ideólogo del proyecto.

Zinger define al biofiltro como “un sistema ecológico con su propia flora y fauna: algunas plantas son australianas y otras israelíes”, pero empezaron con estas últimas “porque las conocía”.

Además, “el agua es entre un 14 y un 20 por ciento más barata que lo que cuesta desalinizarla, porque se requiere de mucha energía”, más allá de que se trata de “un proyecto social, del cual la gente quiere ser parte”, y de que “no causa daños ecológicos, ni hace ruido”, finalizó.

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