Hace hoy tres años el mundo fue testigo de un ataque sin precedente contra el mundo civilizado.
Los ataques del 11 de septiembre dejaron consternados a hombres y mujeres en todo el mundo y terminaron con la vida de ciudadanos de más de 90 países. El recuerdo de estos acontecimientos alimenta los continuos esfuerzos de Estados Unidos para defender a los norteamericanos y a nuestros aliados, despojando a las organizaciones terroristas de su capacidad de operar y atraer nuevos reclutas.
Las imágenes de ese día siguen grabadas en la mente de todos los que las vieron. Para muchos estadounidenses, el 11 de septiembre parece que hubiera sido ayer. Ese día, comandos de Al-Qaeda arrebataron el futuro de cerca de 3000 inocentes de todas partes del mundo y devastaron la vida de sus familiares y amigos. Asesinaron a niños que las madres acunaban en sus brazos y a abuelos que volaban a visitar a sus seres queridos.
Ahora, mientras avanzan los planes de construir un monumento recordatorio a las víctimas en Ground Zero, al igual que una nueva torre de oficinas, rendimos honores a los que murieron ese día en Nueva York, en Washington y en Pennsylvania. Oramos por las familias y los seres queridos que todavía luchan para sobreponerse a su pérdida y por quienes sólo les han quedado recuerdos.
Y que no haya duda, sacamos fuerzas del recuerdo de aquellos que murieron ese día y permanecemos atentos contra los que todavía tratan de hacernos daño, a nosotros y a nuestros amigos en el mundo entero.
Los estadounidenses son muy conscientes de que el terrorismo no se inventó el 11 de septiembre. Demasiados países, en todo el mundo, han sufrido ataques trágicos durante décadas e incluso siglos, incluida la Argentina. La Argentina conoce, por propia experiencia, la devastación causada por terroristas cuando bombas explotaron dos veces aquí, en la embajada de Israel, en 1992, y en el edificio de la AMIA, el 18 de julio de 1994. Y ustedes asimismo saben lo difícil que es encontrar a los responsables de estos atroces ataques y llevarlos a la Justicia.
Los ataques del 11 de septiembre demostraron que los terroristas de hoy se proponen golpear hasta alcanzar el límite de su poderío. En los últimos tres años, la capacidad de Al-Qaeda se ha visto reducida por la inexorable acción internacional en los frentes militares, de inteligencia, diplomáticos y financieros. Pero el deseo de Al-Qaeda de matar en escala masiva es el mismo. Y este peligro aumenta cuando los regímenes que están al margen de la ley fabrican o adquieren armas de destrucción masiva y mantienen vínculos con grupos terroristas.
Por la paz perdurable
Estados Unidos, templado por la tragedia del 11 de septiembre, está determinado a encarar estas nuevas amenazas y no a pasarlas por alto o, simplemente, a esperar futuros ataques. Estados Unidos está trabajando con sus aliados para darles nueva configuración a los arreglos de seguridad nacionales e internacionales para prevalecer sobre los terroristas, como también sobre los Estados y organizaciones que los apoyan.
Nuestro objetivo es una paz perdurable y democrática en la que las naciones puedan desarrollarse y prosperar, libres de la amenaza del terrorismo. Ayudamos a construir un futuro esperanzador para la gente que ha sufrido demasiado tiempo. No permitiremos que las regiones afligidas sigan empantanadas en la desesperación y la violencia y continuaremos buscando la cooperación de todos los países.
Al-Qaeda y sus aliados no ofrecen al mundo ninguna perspectiva constructiva. Su única misión ha sido destruir lo que otros han construido mediante trabajo duro y dedicación. Nuestros esfuerzos internacionales en común tendientes a derrotar a los terroristas sirven, por lo tanto, para proveer la seguridad sobre la cual las naciones libres y pacíficas pueden promover sus metas sociales, culturales y de desarrollo económico.
Estados Unidos y sus misiones en todo el mundo trabajan a diario para cavar los cimientos de la paz, apoyando el desarrollo de la democracia.
Respaldamos la esperanza y el progreso que la democracia ofrece como alternativa a la tiranía y al terror. En palabras sencillas, en las sociedades democráticas y exitosas las personas no adoptan como política nacional el asesinato en masa; dedican sus corazones y sus mentes a construir vidas mejores para sí mismos y para sus familias, mediante la educación y el trabajo fecundo. Los gobiernos democráticos no amparan campamentos terroristas ni matan a hombres, mujeres y niños inocentes. Antes bien, elevan la condición de sus ciudadanos, invirtiendo sus energías y recursos para promover el imperio del derecho y buscar oportunidades ampliadas de comercio y otros intercambios.
Los estadounidenses, junto con ustedes, interrumpen por un momento sus actividades para recordar a los caídos de 90 países del mundo entero, que murieron el 11 de septiembre de 2001. Volvemos a vivir en nuestras mentes las imágenes de ese día horrible, pero también nos abrazamos a nuevas imágenes de esperanza.
Recordamos el torrente de dolor y solidaridad -en las plazas de las ciudades y en las embajadas estadounidenses- que fueron las semillas de la campaña internacional contra el terrorismo iniciada luego de los ataques. Nos hemos comprometido a seguir trabajando con la comunidad internacional hasta el día en que los mensajes de los terroristas no encuentren eco, sus arcas estén vacías y sus seguidores les den la espalda, a fin de sacar partido de las oportunidades que hacen posibles aquellos que quieren construir, no destruir.