La cosmopolita y civilizada ciudad de París se ha conmovido con el incendio premeditado de un centro social judío, en uno de los barrios más céntricos de la capital. Las cruces gamadas y las pintadas antisemitas que se hallaron en el lugar de los hechos no dejan lugar a dudas sobre la ideología criminal y racista de los asaltantes. En cualquier caso, las autoridades francesas han prometido las más severas penas de cárcel para quienes perpetren estos actos, que desgraciadamente no son novedad en Francia y que han mostrado también inquietantes brotes en otros países europeos. El antijudaísmo no ha desaparecido en una sociedad que estos días conmemora la liberación de París de la ocupación nazi, con un especial recuerdo a los republicanos españoles que se incorporaron a los ejércitos aliados y que estuvieron entre los primeros que entraron en la capital francesa.
Una novedad inquietante es que el atentado de París ha sido reivindicado por una desconocida organización islamista dando pie a pensar que los agresores pudieran ser musulmanes. El pasado julio el primer ministro israelí, Ariel Sharon, consiguió irritar profundamente al Gobierno francés al declarar que los musulmanes franceses –un 10% de la población– abonaban una nueva forma de antisemitismo.
Fte