(EFE).- La policía israelí se halla hoy jueves en estado de máxima alerta en Jerusalén e impide la entrada a los palestinos procedentes de Cisjordania tras el atentado terrorista de ayer en Kalandia en el que murieron dos palestinos.
Gran cantidad de efectivos policiales establecieron barreras de control en el norte del distrito de Jerusalén y sellaron el cruce de A-Ram, paso obligado para centenares de palestinos, la mayoría profesionales y operarios que trabajan en esta ciudad.
En el ataque, del que se responsabilizó el jefe de las Brigadas de los Mártires de Al Aksa en Jenín, Zakaria Zubeidi, milicia afiliada al movimiento Al Fatah, también resultaron heridas 30 personas -24 palestinos y seis policías de frontera israelíes-.
Según el jefe de policía en Jerusalén, Ilán Franco, el objetivo de las «Brigadas» era activar los explosivos en esta ciudad, que lleva seis meses sin sufrir atentados suicidas, aunque sigue al frente de las localidades israelíes que han padecido ese tipo de ataques desde que hace casi cuatro años comenzó la «Intifada».
El oficial policial advirtió de que el atentado fue obra de una célula de esa milicia afiliada al movimiento Al Fatah, que logró huir y que tiene aún en su poder «varias cargas de explosivos».
La mayoría de los casi mil muertos israelíes registrados desde que comenzó el alzamiento palestino contra la ocupación militar en septiembre de 2000 lo fueron en ataques perpetrados por alrededor de cien suicidas palestinos.
En los organismos de seguridad se indicaban hoy de que el muro de seguridad que Israel erige en tierras confiscadas a palestinos de Cisjordania impide a los activistas de la «Intifada» infiltrarse por el norte de ese territorio, motivo por el cual escogen hacerlo por Jerusalén, donde la construcción de esa valla está paralizada debido a un fallo del Tribunal Supremo de Justicia.
Zubeidi, de 28 años, que suele dialogar hasta con representantes de la prensa israelí en hebreo, se ha convertido en un líder carismático, y era hoy el palestino más buscado por los organismos de seguridad de Israel, de los se salvó en al menos tres ocasiones.
Entre las heridos ayer en una barrera policial entre Kalandia y A-Ram e ingresados en el hospital de Ramala se encuentran la mujer, dos hijos y un nieto de Salah Abu Sneina, de 60 años, uno de los dos muertos cuando un militante de las «Brigadas» activó una carga de explosivos con la que iba a Jerusalén y luego huyó.
Tras el ataque en Kalandia, el Ejército israelí puso cerco a Jenín, con 40.000 habitantes, y esta madrugada regresó con sus tanques y excavadoras al campo de refugiados palestinos de Rafah, al sur de la franja de Gaza, donde derribó al menos seis casas, lo que dejó a un número indeterminado de civiles a la intemperie.
La operación, dijo un militar, «se concentra en destruir la infraestructura de los terroristas» de la resistencia, en este caso para buscar túneles por los que pasa el contrabando de armas y mercancías de Egipto. De momento no se había informado de víctimas.
La Comisión Europea, que condenó el castigo de las demoliciones por Israel como una violación de la ley internacional, anunció ayer la donación de 1.350.000 euros para reconstruir centenares de viviendas derribadas en Rafah en mayo y junio últimos.
El ministro del Interior de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), Hakam Balaui, se reunió en Jerusalén con los vicecónsules de Estados Unidos y del Reino Unido a fin de exhortarles a que sus gobiernos presionen sobre Israel para que cese esos ataques y permita el despliegue de la policía de su Gobierno, con sus armas, en ciudades de Cisjordania para imponer el orden e impedir el caos.
La ANP no controla a las bandas delictivas y tampoco a las milicias que operan contra la ocupación israelí al margen de las autoridades palestinas y de sus prácticamente inexistentes fuerzas policiales, entre otros motivos porque Israel les prohíbe llevar armas so pena de dispararles pues «pueden ser confundidos con los terroristas».