Por Dina Kraft, New York Times
Michael Kalganov creció haciendo piragüismo en los ríos de Uzbekistán, pero ahora su canoa cruza las aguas azules del Mar de la Galilea, dejando a su paso bosques de eucalipto y redes de pescadores.
Kalganov, un musculoso joven de 29 años de edad, es una de las mayores esperanzas de Israel para alcanzar una medalla olímpica en Atenas, habiendo ganado la única medalla de Israel en la Olimpíada de Sydney, Australia en 2000 (una medalla de bronce en piragüismo).
Al igual que cerca de la mitad del equipo olímpico de Israel, llegó al país en el marco de la ola inmigratoria de la ex Unión Soviética.
Kalganov y otros atletas, entrenadores y médicos deportivos inmigrantes están cambiando la faz del equipo olímpico israelí, elevan sus probabilidades, aumentan el tamaño del equipo y han traído experiencia y profesionalismo nuevos al deporte israelí.
«Nosotros tenemos un sistema y conocimiento de deportes», dijo el entrenador de Kalganov, Alex Yermilov, de 43 años, que inmigró a Israel desde Ucrania en 1991. «Tenemos una experiencia que aquí nunca antes existió, porque éste aún es un país joven».
Efraim Zinger, Director del Comité Olímpico de Israel, dijo que el equipo olímpico nacional ha crecido progresivamente a lo largo de la última década, durante la cual llegaron a Israel cerca de un millón de judíos de los países que eran parte de la Unión Soviética.
16 de los 36 miembros del equipo olímpico de este año llegaron a Israel de la ex Unión Soviética, al igual que 12 de los 21 entrenadores.
Muchos de los deportistas llegaron a Israel en las primeras etapas de su carrera y, ya en Israel, pulieron sus habilidades y empezaron a ganar competencias.
Entre los deportistas hay nadadores, levantadores de pesas, yudocas, nadadores de nado sincronizado, corredores, un atleta de salto con garrocha y un gimnasta rítmico.
El equipo israelí hizo una de sus mejores actuaciones en Sydney. Además de la medalla de bronce de Kalganov, la cuarta medalla olímpica que ha ganado Israel, la cuarta parte del equipo llegó a las finales en su categoría.
Yermilov, que fue tres veces campeón mundial con el equipo soviético de piragüismo antes de convertirse en entrenador, señala que ayuda el hecho que él y Kalganov vienen de un trasfondo similar. «Venimos de la misma mentalidad, somos iguales», dijo Yermilov. Llama a Kalganov, dos veces campeón mundial y europeo, por su diminutivo ruso, Misha, y ambos hablan entre sí principalmente en ruso.
Roei Yellin, 22, un israelí nacido en el país que es uno de los tres piragüistas que representarán a Israel en Atenas, dice que ahora entiende y habla un poco de ruso. Su entrenador, Anatoly Peshehodov, de Moldavia, ha rusificado el nombre de Yellin y lo llama Roeike.
El equipo de piragüismo de Yellin -su entrenador, su médico deportivo, su psicólogo deportivo y el hombre que planifica sus entrenamientos- son todos de la ex Unión Soviética.
«Esta gente tiene un conocimiento importante», dijo Yellin en una entrevista en el club de piragüismo de Tel Aviv. «La gente alrededor mío son del más alto nivel internacional. Para mí es un honor trabajar con ellos. Mis resultados son mucho mejores desde que trabajo con este equipo».
Entre los expertos de los que depende Yellin se cuenta Boris Blumenstein, el psicólogo deportivo del equipo olímpico israelí, a quien Yellin denomina el entrenador de su cerebro.
Junto con sus colegas en el Instituto Wingate, el centro nacional de entrenamiento deportivo, Blumenstein ha desarrollado un intrincado programa de biofeedback para ayudar a preparar mentalmente a los atletas de elite para las competencias.
Blumenstein, que trabajó con deportistas de la Unión Soviética en Moscú antes de partir a Israel hace 14 años, recuerda lo difícil que le fue al llegar, cuando no sabía hebreo y se preguntaba si sería capaz de volver a trabajar en su profesión. «Al principio fue difícil, tenía problemas con el idioma», dice. «Sabía sólo una palabra: shalom».
Ahora florece. La pared de su pequeña oficina bañada de sol está llena de fotografías de los deportistas israelíes que ha entrenado y que han obtenido medallas en competencias internacionales. «Todos me decían que iba a tener las paredes vacías, pero mire esto», dice Blumenstein mostrando orgulloso la pared con fotografías de 18 deportistas.
En la Unión Soviética había una enorme reserva de deportistas de primera línea para cultivar y entrenar, en contraste con Israel, un país del tamaño de New Jersey.
Blumenstein declaró que los pocos deportistas de elite israelíes fueron tratados con especial atención. «Tenemos que trabajar en forma muy científica y metódica, porque no hay suficientes deportistas», dice.
La transición a Israel puede ser enervante para los deportistas de primera línea que entrenaban en la Unión Soviética y gozaban de apoyo financiero, internados de deportes y entrenadores experimentados.
En Israel hay poco apoyo estatal al deporte. Los deportistas del equipo olímpico reciben del Estado el equivalente a U$S 1.100 al mes. Los miembros inmigrantes del equipo reciben además un estipendio temporario de U$S 1.500 de la Agencia Judía.
Cuando Kalganov, ex miembro del equipo nacional ucraniano de piragüismo, llegó a Israel en 1995, perdió justo la selección del equipo olímpico israelí para los Juegos de Atlanta de 1996. Pensó que su carrera había terminado. Trabajó como guardia de seguridad por algunos meses, hasta que la tentación de la competencia y el entrenamiento le volvieron a llamar y encontró trabajo entrenando niños en un club de piragüismo en el Mar de la Galilea.
El club es uno de los tan sólo dos que hay en Israel. A lo largo del río Anhor en Tashkent, la capital de Uzbekistán, había ocho clubes de piragüismo, cuenta.
Kalganov dice que en Israel y en el kibutz en el que vive ha encontrado una genuina sensación de estar en casa. Antes de cada competencia, los miembros del kibutz cuelgan en un antiguo silo letreros deseándole buena suerte. Más letreros y una recepción festiva acompañan siempre a su regreso.
«En el kibutz tengo condiciones similares a un campamento de entrenamiento: un lugar donde vivir, una cama, tres comidas por día, lavandería… Eso es todo lo que necesito, y la gente es buenísima».
Otro israelí con esperanzas de obtener una medalla en Atenas es Alex Averbuch, en salto con garrocha.
En el 2002 Averbuch se convirtió en el campeón europeo de salto con garrocha, el primer israelí que gana un título europeo en atletismo.
Averbuch no supo que tenía raíces judías hasta los 23 años, cuando descubrió un abuelo judío que vivía en Moscú. Dos años más tarde, buscando mejores condiciones de entrenamiento y una mejor vida, llegó a Israel con su familia y su entrenador, Valery Kogan.
Kogan, ex entrenador de salto con garrocha del equipo olímpico soviético, también estaba ansioso de trasladarse a Israel. La mayoría de su familia ya había emigrado.
En Israel, Averbuch es una especie de estrella y las adolescentes lo paran tímidamente en la calle para desearle suerte en Atenas.
A pesar de eso, dice con un tono de amargura en la voz, los atletas de ninguna manera son los deportistas más populares del país. «En Israel sólo saben de básquetbol y fútbol, no de deportes olímpicos», dice Averbuch.
Kogan dice que él y Averbuch han recibido buen trato en Israel, pero lamenta, comparativamente, la falta de status que se otorga a los entrenadores y a los deportes en general. «En Rusia los deportes son más profesionales, y aquí son más como un hobbie», dice Kogan. «A mí no me gustan los deportes solamente como una afición. Si preparo a alguien, quiero preparar al mejor del mundo».
Yair Galili, un sociólogo de deportes en el Instituto Wingate, dice que los entrenadores de la ex Unión Soviética exigen mucho más de sus atletas que sus colegas israelíes. Sus hábitos y métodos de entrenamiento han elevado el nivel de actuación de los deportistas nacidos en el país y los inmigrantes, dice.
El fenómeno de los deportistas inmigrantes en Israel es diferente de la tendencia en la globalización del deporte, en la que los atletas han abandonado sus países de nacimiento para mejorar sus posibilidades de ser parte de un equipo olímpico. «En muchos aspectos, Israel es un caso especial», dice Galili. «Esta gente inmigró por razones sionistas con sus familias. Vinieron a Israel porque quieren ser parte de Israel y contribuir su aporte al país».
El equipo olímpico israelí completo rindió homenaje recientemente a los 11 deportistas israelíes que fueron asesinados durante la Olimpíada de 1972, en un monumento que los conmemora en Tel Aviv.
Agentes de seguridad israelíes protegerán a este equipo como lo han hecho con todas las delegaciones olímpicas israelíes desde los Juegos de Munich.
Averbuch dijo que con el tiempo se siente más parte de Israel. Dijo que le emociona especialmente cuando tocan el Hatikva, el himno nacional, que habla de retornar como una nación de judíos libres a la Tierra de Israel, después de 2.000 años de exilio.»Cada año me siento más israelí… Cuando escucho tocar el ‘Hatikva’ en un estadio, no puedo describir lo que siento».
Fte Keren Hayesod