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Darío Werthein eligió un cálido restaurante de Villa Crespo, donde rodeado de amigos, familia y un grupo selecto de invitados, deleitó a los presentes con su historia de vida. Lo hizo junto al escritor Marcelo Birmajer, que fue el encargado de hilvanar la historia de Werthein con dos excelentes ingredientes, sus brillantes cuentos y las copas de vino tinto de la Bodega Riglos. El empresario aprovechó para hacer un brindis por Rosh Hashaná para contar justamente parte de la historia de su familia en Riglos, también hubo un espacio para hablar sobre la vida comunitaria y de su vínculo con el judaísmo.
Darío Werthein reflexionó sobre la vida, los intereses comunes y contó parte de la historia de su familia en una reunión que convocó, para hacer también un brindis con motivo de Rosh Hashaná, Año Nuevo Judío.
Con la colaboración del escritor Marcelo Birmajer, Werthein habló del éxito y de quedar en la historia de la vida comunitaria y de su vínculo con el judaísmo. “No hay nada mejor que compartir ideas y una buena copa de vino”, decía la invitación a la reunión que con motivo de Rosh Hashaná, convocaba bodegas Riglos a un encuentro con “dos emprendedores con fuerte compromiso con la comunidad”, en referencia a la dupla Werthein y Birmajer.
Y lo cierto es que el ex presidente de la Fundación Tzedaká y el escritor deleitaron con cuentos e historias a un importante grupo de personas, amigos y familiares.
“Hoy si nosotros estamos construyendo para el futuro es muy difícil decir si uno quiere hacer historia o tener éxito. El querer tener éxito es parte normal del ser humano, puede ser que fracase en algunas cosas, pero uno pasa a la historia”, reflexionó Werthein.
El exitoso empresario consideró que “lo importante no es tener éxito sino recorrer el camino de la mejor manera que se puede recorrer, independientemente, de si uno tiene éxito o si quedás en la historia”.
En esta controversia entre el éxito y quedar en la historia, Werthein relató lo ocurrido en la ciudad de Miguel Riglos, en la provincia de La Pampa, en el centro de la Argentina, donde su familia comenzó con un almacén de ramos generales.
Según contó Darío Werthein en la ciudad se instalaron judíos procedentes de Rusia y también vascos que estaban separados simplemente por una vía, pero ni de un lado ni del otro, existía motivo para cruzar esa suerte de frontera establecida por los brillantes rieles del ferrocarril.
Al menos eso fue hasta que la familia Werthein comenzó a analizar, cómo podían hacer para que los vascos del otro lado de la vía se cruzaran para comprar en su almacén de ramos generales "El Hebreo".
Primero instalaron una cancha de fútbol, pero las ventas no se incrementaron y los vecinos del otro lado de las vías se mantenían firmes en su “territorio”.
Ante la falla en la estrategia, hubo alguien en la familia que se iluminó y dijo: “Construyamos una iglesia”, y fue justamente la iglesia la que llevó a los vascos a cruzar las vías para ir a rezar y de pasó hacer alguna compra en el almacén de ramos generales. Werthein recordó con una sonrisa que sus abuelos pagaban el sueldo del cura.
“El hombre, como hombre es un ser egoísta, definitivamente busca su propio éxito y sus conveniencias. Lo importante es que ese egoísmo sea el menos malicioso y quizás pueda ayudar a otros”, reflexionó Werthein para cerrar esta anécdota que hace a la historia de Riglos.
Un momento interesante se vivió cuando Birmajer, entre cuentos y copas, le preguntó a Werthein sobre cómo sobrellevaba aquellos comentarios que lo criticaban por ser un empresario exitoso.
“El mundo está lleno de personas que critican, que cuestionan todo lo que uno puede hacer. Ahí es muy importante definir el objetivo adónde uno quiere llegar” dijo Werthein, a lo que agregó que se debe diferenciar entre las personas que “quieren construir para adelante con su egoísmo pero incluyendo a todos y los que tratan de construir a costa de todos”.
El comentario sirvió como pie para hablar de otro momento que marcó la historia de los Werthein en Riglos. “En 1930 hubo una problema climático importante en la Argentina. Mis abuelos tuvieron un problema importante para resolver que era cómo hacer para subsistir con la sequía que había y la gente que se quería ir del pueblo de Riglos”, comenzó el empresario.
Werthein aclaró que en ese momento se jugaban cuestiones “diferentes a la tzedaká (solidaridad)”, ya que se trataban de “cuestiones comerciales”.
Justamente para evitar la fuga de consumidores, los Werthein “compraron un montón de ovejas y se las regalaron a los colonos, para que no se vayan del pueblo, y que "El hebreo" siga su negocio y el pueblo no quede desierto”.
“Hoy podríamos decir que son inversiones de marketing, pero ellos (sus abuelos) no se dieron cuenta de que lo que estaban haciendo era fortalecer su comunidad para poder subsistir y es lo mismo que tenemos que hacer hoy con otros elementos”, consideró Darío Werthein.
En este sentido, el empresario indicó: “Si fortalecemos nuestra comunidad, no digo solo la comunidad judía sino la comunidad argentina, estemos seguros de que vamos a estar mucho mejor todos”.
En este recorrido por su historia familiar, Darío Werthein confesó que su abuelo “tuvo una influencia muy importante” en su vida.
“Mis abuelos llegaron sin nada y su mamá trabajaba tejiendo y ganaba unos pesos pero no le alcanzaba para sus tres hijos, uno tenía que trabajar. Y mi abuelo tenía unos cinco años cuando trabajaba de canillita, vivía en Quilmes, se tomaba el tren vendiendo diarios”, relató.
Pero su abuelo no solo se ganaba la vida vendiendo noticias sino que además se hacía unas extras como boxeador. “El subía al ring por plata, pero su objetivo no era nunca ganar sino aguantar tres round”, comentó.
“Mi abuelo se hizo de la calle y conquistó a su mujer cantando serenatas. Por eso, soy un agradecido a todas estas oportunidades”, expresó Werthein.
Darío Werthein también expresó su amor por su familia y dejó su saludo para todos con motivo de Rosh Hashaná. “Para este Rosh Hashaná les deseo a todos que tengan amor, luz, paz y que sea un año mucho mejor que el que pasamos”, concluyó. El rabino Yosi Baumgarten, presente en el encuentro, se sumó a las bendiciones y compartió con los presentes la historia de vino en el judaísmo.