Se celebró en el Vaticano, un concierto con la participación de Juan Pablo II, importantes rabinos y clérigos islámicos y que se convirtió en un apremiante llamamiento a la reconciliación entre judíos, católicos y musulmanes. El Papa dijo que los creyentes de las religiones monoteístas «no pueden aceptar que la tierra esté afligida por el odio, que la humanidad quede trastornada por guerras sin fin».
De este modo concluyó el «Concierto de la reconciliación» entre judíos, cristianos y musulmanes que tuvo lugar en el Aula Pablo VI en presencia de numerosos líderes religiosos, entre ellos el rabino jefe de Israel, Jona Metzegher, y el secretario general del World Islamic Call Society, Mohamed Ahmed Sharif. Participaron también representantes de las iglesias ortodoxas, de la Federación de Iglesias Evangélicas y de la Comunión Anglicana.
«La historia de las relaciones entre judíos, cristianos y musulmanes está marcada por luces y sombras y, por desgracia, ha experimentado momentos dolorosos», reconoció el Papa, quien tenía a su derecha al antiguo rabino jefe de Roma, Elio Toaff y a su izquierda al imán de la mezquita de Roma, Abdulawahah Husein Gomaa. fTE cIDIPAL
«Juntos expresamos el deseo de que los hombres se purifiquen del odio y del mal que continuamente amenazan a la paz, y sepan tenderse recíprocamente manos desnudas de violencia y dispuestas a ofrecer ayuda y consuelo a quien se encuentra en la necesidad», afirmó el Santo Padre.
«El judío honra al Omnipotente como «protector de la persona humana» y Dios de las «promesas de vida» -recordó-. El cristiano sabe que el amor es el motivo por el que Dios entra en relación con el hombre y que el amor es la respuesta que se espera del hombre. Para el musulmán, Dios es bueno y sabe llenar al creyente de sus misericordias».
«Apoyados en estas convicciones -afirmó-, judíos, cristianos y musulmanes no pueden aceptar que la tierra esté afligida por el odio, que la humanidad quede trastornada por guerras sin fin».
«¡Sí! -recalcó-. Tenemos que encontrar en nosotros la valentía de la paz. Tenemos que implorar de lo Alto el don de la paz. Y esta paz se extenderá como el aceite, si recorremos sin descanso el camino de la reconciliación».
«Entonces -concluyó citando al profeta Isaías-, el desierto se convertirá en un jardín en el que reinará la justicia, y el efecto de la justicia será la paz».
El Concierto, organizado por la Comisión de la Santa Sede para las Relaciones Religiosas con el Judaísmo, el Consejo Pontificio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, y el Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso, conmemoró el primer encuentro de líderes religiosos por la paz presidido hace 18 años por Juan Pablo II en Asís.
El cardenal Walter Kasper, presidente del Consejo Pontificio para la Unidad de los Cristianos y de la Comisión para el diálogo religioso con el judaísmo, dirigió las palabras de saludo destacando algunos de los gestos más destacados de este pontificado a favor de la reconciliación entre los hijos de Abraham, como la visita del Papa a la sinagoga de Roma en 1986, la oración ante Muro de las Lamentaciones de Jerusalén en el año 2000, la visita a la Universidad de Al Azhar de El Cairo en ese mismo año jubilar, y a la mezquita de los Omeyas de Damasco en 2001.
El concierto fue ofrecido por la Pittsburgh Symphony Orchestra y coros de Ankara, Cracovia, Londres y Pittsburgh, dirigidos por el maestro Gilberto Levine. Se interpretó el inédito «Abraham» de John Harbison y la Sinfonía nº 2 de Gustav Mahler, «Resurrección» (movimientos I, IV y V), que -como recordó el mismo Papa- se inspira en el poema «Dziady» del ilustre dramaturgo polaco Adam Mickiewicz.