Sus problemas y ansiedades llegaron a tal punto que a los 30 años se sometió a una operación para no tener hijos. "No quería traer monstruos al mundo. Temía que en mi interior estaba la malvada semilla de la dinastía Goering. Ser una Goering es una losa muy pesada", confiesa Bettina en una entrevista al diario ‘Yediot Ajaronot’, antes de participar en el Festival de Cine Judío que se inicia en Israel. Entre las películas, un emocionante documental de Cynthia Connop que sigue los encuentros entre Bettina y la artista judía Ruth Rich, cuya familia fue exterminada en el Holocausto.
El mismo Holocausto que tenía entre sus arquitectos y símbolos a Herman Goering. El mismo Holocausto que siempre negó la abuela de Bettina, una mujer que ahora no oculta su emoción por estar en Israel: "Es un país muy especial para mi pero siempre temí que mi apellido provocara problemas. Con este viaje a Israel, completo un proceso interior de muchos años".
Bettina relata una infancia dura en la Alemania de la postguerra, llena de depresión y silencio. "Cuando empecé a investigar sobre el nombre de mi familia y el Holocausto, sentí vergüenza y culpa. ¿Cómo es posible que alguien hiciera eso? Mi padre, el sobrino de Herman Goering, era un piloto durante la guerra y admiraba a Leni Riefenstahl (la directora favorita del nazismo) pero no era un nostálgico ni tampoco negaba el Holocausto como otros familiares míos", dice antes de añadir que cuando tenía 13 años empezó una carrera de drogas y sexo, un camino para escapar de su apellido asociado a los peores crímenes de la Gestapo.
La primera vez que se encontró con judíos fue en su viaje a Sudamérica cuando aún era una joven adolescente. "Me sorprendí que no me odiaran por mi apellido. Nos llevábamos bien. En Honduras, sin embargo, me quedé muy sorprendida de la enorme admiración que yo provocaba entre los oficiales nazis huidos tras la guerra".
Bettina nunca olvidará un encuentro sexual. Fue cuando conoció a un hombre más mayor, judío, que hablaba un poco alemán. "La primera vez que hicimos el amor, me preguntó el apellido. Cuando le dije ‘Goering’ se quedó de piedra, conmocionado y me enseñó su brazo con el número grabado del campo de exterminio. Era un superviviente del Holocausto. Me sentí fatal pero continuamos siendo amigos".
Otro trauma fue participar en el documental con Ruth Rich, superviviente del Holocausto, que se presenta ahora en Israel. "Leí en un libro que los problemas que tienen los hijos de las víctimas del Holocausto son parecidos a los hijos de los verdugos. También en mi casa, no se hablaba del tema. Es terrible crecer en medio del silencio y con la sensación de culpabilidad por el hecho de haber nacido", cuenta agradecida por haber compartido muchas horas con Rich que "me ha ayudado a espantar los fantasmas con los que luché toda mi vida. Soy más fuerte gracias a ella".
Bettina vive hoy en Santa Fe, la capital de Nuevo México (Estados Unidos) y relata al diario israelí el siguiente golpe del destino o, como lo llama ella, "el karma en que yo creo": "Yo y mi pareja compramos la tierra en la que vivimos a un ciudadano judío que vive al otro lado de la casa. Y enfrente tengo a una israelí llamada Sharon que es muy amiga mía. Hoy yo vivo entre dos familias judías que se odian entre sí y yo soy la que hace las paces. Increíble, eh! Yo, descendiente de nazis exterminadores de judíos, media ente judíos. Esto es Karma".
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