Se trata de una ciudad volcada hacia el agua, que se ha bautizado a sí misma como ‘capital de la vela’ del país y que es conocida por sus sabrosos cangrejos.
La ciudad está situada en la desembocadura del Río Severn en la Bahía Chesapeake, a 56 kilómetros de Washington y unos 50 de Baltimore, por lo que el crecimiento de esos dos gigantes la ha opacado.
Lejos quedan sus días de gloria, pese a que se ha mantenido como capital del estado de Maryland.
Se constituyó como el primer municipio de la colonia británica en lo que sería Estados Unidos, en 1708, se enriqueció por el comercio de esclavos, fue capital del país por menos de un año, hasta 1784, y allí George Washington renunció como comandante militar, tras la guerra de independencia, y entregó el poder a un gobierno civil.
Hoy en día, el momento de mayor emoción en esta ciudad de 36.000 habitantes es la feria del barco, que se celebra cada octubre.
En lugar de visitantes con ganas de pasear y regatistas con el ojo en el estado de la mar, la próxima semana la ciudad estará tomada por una marea de funcionarios de todo el mundo y un ejército de agentes para protegerlos.
También se prevén protestas. El grupo ‘Americans for a Safe Israel’, que se opone a la creación de un estado palestino, tiene previsto manifestarse contra la conferencia, y lo mismo hará Shalom International, bajo el eslogan ‘Jerusalén no está a la venta: Defendamos Jerusalén’.
Al otro lado de la valla estarán los miembros de la coalición ‘Troops Out Now’ (‘Tropas Fuera Ya’), una organización pacifista enfocada principalmente en Irak.
La asociación mantiene que el objetivo del presidente George W.
Bush es ‘dividir y debilitar la lucha justa del pueblo palestino’, según indicó en un comunicado.
Para que no salten las chispas entre un grupo y otro, y evitar cualquier tipo de atentado, la agencia de Seguridad Diplomática del Departamento de Estado coordinará el despliegue policial, mientras que el Servicio Secreto se encargará de la protección de los mandatarios.
Por motivos de seguridad, el Gobierno de Estados Unidos no ha querido dar más detalles, lo que ha sido la tónica general respecto a una conferencia de la que hasta hace una semana no se sabía exactamente qué día tendría lugar ni quién vendría.
En total, 49 gobiernos e instituciones han sido invitados a participar, según el Departamento de Estado.
Ya han confirmado su venida el primer ministro israelí, Ehud Olmert, y el presidente palestino, Mahmud Abbas, los dos protagonistas. Está en el aire si acudirá el gobierno de Siria, mientras que Hamás, que controla Gaza, no es bienvenido.
La conferencia comenzará el lunes en Washington con una cena ofrecida por Bush, el martes pasará a Annapolis y el miércoles volverá a la capital estadounidense, donde el presidente se reunirá con Abbas y Olmert.
Este no se puede comparar, por tanto, al esfuerzo de que hizo su antecesor Bill Clinton por lograr un pacto en Camp David en 2000, a finales de su mandato, como ahora se acerca al fin del mandato de Bush.
En esa ocasión los líderes israelíes y palestinos estuvieron encerrados 14 días, pero ni aun así se pusieron de acuerdo.
Probablemente, un intento de esta envergadura hubiera incomodado más a los habitantes de Annapolis, acostumbrados a su ritmo de pequeña ciudad, y especialmente a los comerciantes que poseen las decenas de pequeñas tiendas y restaurantes de su puerto, que ya están imbuidos del frenesí navideño.
En cambio, una conferencia corta es publicidad gratis sin tener que estar sitiados por mucho tiempo.
La reunión en sí tendrá lugar en el campus de la Academia Naval, conocido como ‘la yarda’, por la que se paseó en los años 40 un joven cadete llamado Jimmy Carter que quizá ya soñara con ser presidente de Estados Unidos.
Las avenidas por las que pasarán las delegaciones están engalanadas con banderas de Estados Unidos y los hoteles han aprovechado para hacer el agosto con precios doblados.
Eso sí, en lugar de su tradicional chocolate sobre la almohada, el Hotel Loews obsequiará a sus huéspedes con una galleta en forma de paloma de la paz.