Familiares, Presidente, Primera Dama, amigos; empiezo con una gran confusión y es que uno cuando tiene un micrófono delante sabe lo tiene que decir, pero a veces la emoción traba las palabras y sin lugar a dudas es hoy un día emotivo, tenso de emoción, profundamente intenso. Permítanme por lo tanto que hoy quizás no sea mi día más brillante en lo ideológico y en las ideas porque la emoción me colma.
También quiero continuar con una causa. Argentina está dando una lección al mundo. Ustedes son un país que se han atrevido a hacer una petición internacional en Interpol contra los responsables del gobierno iraní. Son únicos en este camino y están haciendo un camino que va a aleccionar al mundo.
Pero largo fue el camino para llegar aquí. A veces solitario, a veces difícil, a veces con mucha lucha, mucha energía, demasiada energía.
Hoy estamos aquí para honrar a los que no están. Estamos aquí para honrar la memoria y bien sabemos que los pueblos que no tienen memoria del horror no tienen futuro.
Pero como yo tengo hoy el enorme privilegio, absolutamente inmerecido, de poner alguna voz a los que no tienen voz, permítanme que pida un compromiso moral a distintas personalidades de entes sociales que algo tienen que decir sobre los que no están, sobre los que murieron.
¿Qué pasó hace 13 años aquí, en la calle Pasteur a la 9.53 de la mañana?.
Una persona se levantó en su casa; quizás rezó a su dios; quizás besó a su mamá, una hermana y habló por teléfono. Se levantó, quizás tomó alguna cosa para estar calentito, se acercó a una calle, condujo una furgoneta cargada con la muerte y estalló.
Detrás de ese hombre ¿quién había? Años de adoctrinamiento en el odio y en la muerte; decenas de países implicados en ese adoctrinamiento; fortunas y gentes alimentando el odio y el terrorismo y finalmente, este caso trágico. Un país miembro de la ONU financiando este acto malvado.
Yo estoy aquí para decirles que las víctimas de AMIA son las víctimas del mundo. Hubo un miento en la historia de Argentina que alguien dijo: no son argentinos, son judíos; mi desprecio profundo para ellos. Pero no sólo son argentinos los que murieron, son ciudadanos del mundo, son mi gente, mis hermanos, mis amigos, mis primos, mis abuelos, mis padres. Son la misma muerte que mató a 200 personas en mi país, España; los mismos que acaban de matar unos turistas en el Yemen; los mismos que han teñido de sangre las calles de El Líbano; que han matado a unos jóvenes soldados; los mismos que mataron en una discoteca, en Bali, y que son una suerte de 400 personas; los que mataron en Nueva York; los que mataron en Bombay; los que mataron en Kenya y en Turquía; los que matan tan a menudo en Israel. Es la misma muerte, es la misma ideología, la misma batalla, el mismo reto por la libertad.
Por eso, si me permiten, voy a hacer un llamamiento. Hoy aquí no sólo nos mueve la memoria. Hoy aquí no nos mueve sólo el recuerdo y tan solo hoy no nos mueve sólo el honor a las víctimas. Nos mueve el compromiso moral y voy a lanzar un reto.
Pido un compromiso moral al periodismo, a mí, a nosotros los que escribimos en la prensa, los que tenemos el honor de tener un micrófono, una pluma, un ordenador – computador, que hacemos artículos, que hacemos llamamientos. Un compromiso con la verdad. Demasiada mentira, demasiada tergiversación, demasiado mirar para otro lado, demasiada corrupción política, demasiada falta de garantías. Quiero recordarles al periodismo que nuestro compromiso es inequívocamente con la verdad o no servimos de nada.
Quiero recordar el compromiso moral de líderes sociales, aquellos que levantan entera su solidaridad y banderas de libertad. Esos líderes muy a menudo de la izquierda, mi propia ideología, que levantan banderas, pero son banderas teñidas de sangre. Les quiero recordar que las banderas de libertad no pueden nunca ni justificar dictaduras, ni justificar muertes ni alentar asesinos y que amañados de una bandera de solidaridad y libertad tienen sangre, no valen para nada
Intelectuales, universitarios, vergüenza me da, que en nombre de las ideas que yo amo haya gente que hoy esté viajando a Irán, vergüenza me da profundo.
Un compromiso también para las instituciones internacionales. Con mucha alegría he oído recién decir que el Presidente hablará en la ONU y denunciará a Irán. Si así es lo felicito.
¿Por qué la ONU tiene que oír que una organización internacional? nacida para defender el derecho se haya convertido en un blanqueador de dictaduras y hasta quien que esconda, que cambie, que mienta no sirve para defender el derecho y sino está donde está la libertad. La ONU calla demasiado.
Y desde luego tengo una petición humilde, que no me corresponde, a las autoridades argentinas. No es suficiente con tener un juez valiente y un fiscal valiente que hayan dicho «estos fueron» y hayan firmado y hayan exigido que vengan aquí, que den la cara los que pagaron, los que prepararon, los que piratearon, los que alimentaron la muerte. También es necesario que los gobiernos se comprometan, y desde luego yo también creo que la organización que ejecutó la matanza es el Partido de Dios, que ha traído el infierno a la tierra. Pobre Dios. Esa organización tiene que ser tipificada como terrorista. En Europa ya lo hacemos. En Europa sabemos quienes son claramente terroristas y los que nos han declarado la guerra a la vida, a la libertad, a la justicia, a todo aquello por lo que hemos luchado y por lo que hemos construido como sociedad.
No puede ser, de ninguna manera, que en ningún país decente del mundo Hezbollah pueda tener una oficina abierta y pueda hacer apología. Es una organización de muerte, mata y aquí – en Argentina – ha matado a argentinos.
Miren, alguien dijo una vez, que la libertad sin justicia no es libertad, y gritó «Quieren ser libres y no saben ser justos». Repito lo mismo: la libertad sin justicia va coja, en realidad está herida y a veces herida de muerte.
Pero también alguien dijo una vez, y hoy lo recordaba con los chicos jovencitos con los que he estado antes. Alguien dijo una vez, y defendía a la justicia, «Lo peor no es la maldad de los malos, lo peor es el silencio de los buenos». No callen, no callemos.
Hoy aquí hemos llorado, nos hemos emocionado, hemos hecho el homenaje pertinente a los caídos. Ustedes a los suyos y yo a los míos. Todos a los nuestros. Todos somos AMIA, todos caímos, nosotros, porque cayó la vida.
Aquí también tenemos que comprometernos con la palabra libre. Con el compromiso moral, con la defensa inequívoca de los Derechos Humanos y sin ninguna duda tenemos que comprometernos con la lucha contra el odio, el fanatismo y la maldad; se lo debemos a ellos no solo porque hace 13 años que se quedaron sin tiempo sino porque nos reclaman que nuestros jóvenes no tengan que vivir escondidos o asustados ni tengan nunca que hacer un acto como el de hoy. Se lo debemos a la vida, al futuro, por ellos. Por tanto, hoy renuevo mi compromiso ético y moral con la vida.