JERUSALEN.- En uno de los peores ataques suicidas en la región en meses, un kamikaze del grupo palestino Jihad Islámica hizo estallar ayer su camioneta al lado de un ómnibus y mató a quince personas e hirió a más de 40, en un cruce en las afueras de Pardes Hanna, al norte de Israel.
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El atentado amenazó en un principio con frustrar la misión de paz de enviados del presidente George W. Bush y abrió la posibilidad de una nueva ofensiva israelí sobre la Autoridad Nacional Palestina (ANP).
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La poderosa explosión, que redujo el ómnibus y la camioneta 4×4 a chatarra negra, se produjo en el Cruce de Karkur, próximo a Pardes Hanna.
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«Un auto lleno de explosivos se detuvo junto al ómnibus y explotó -dijo el vocero de los socorristas Zelig Feiner-. El ómnibus estalló en llamas y muchos quedaron atrapados.»
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Las intensas llamas y la humareda devoraron el ómnibus y, durante 50 minutos, impidieron a los socorristas acercarse al vehículo. La bola de fuego fue generada en apenas segundos por los cien kilos de explosivos, dos bidones de combustibles y metralla de acero que el terrorista transportaba en su camioneta.
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Un segundo activista, que viajaba en otro auto, apoyó el ataque y logró escapar una vez que su compañero hizo estallar la carga contra la parte trasera del ómnibus, una táctica poco usada en estos dos años de intifada.
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En el ómnibus, varios soldados israelíes y las municiones de sus armas comenzaron a explotar y alimentar más el fuego.
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«Las llamas se tragaron el ómnibus; ni siquiera pudimos volver a ayudar a otros pasajeros», relató Michael Yitzhaki, que logró escapar del vehículo saltando por la ventana.
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Tal fue la magnitud del estallido que varios de los heridos fueron despedidos por la onda expansiva y recogidos por los socorristas a más de 15 metros del ómnibus.
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El autobús viajaba desde Kyriat Shmona, al norte, hasta Tel Aviv. Pardes Hanna está próxima a la Línea Verde, la controvertida frontera política que separa Israel de Cisjordania y es escenario habitual de atentados
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A la espera de represalias
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Pocas horas después del ataque, las Brigadas de Al Quds, brazo armado de Jihad Islámica, reivindicó el atentado. El grupo radical islámico dijo que fue una «represalia por la serie de masacres cometida por el enemigo» y citó recientes operaciones israelíes que provocaron muertes de civiles en Cisjordania y Gaza.
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Las fuerzas de seguridad tenían información, desde el fin de semana, acerca de un posible atentado terrorista. Por eso, ayer temprano habían impuesto el toque de queda en Kalkilya, a 25 km de Pardes Hanna.
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El atentado generó especulaciones entre fuentes militares y políticas sobre una represalia israelí. Ariel Sharon se reunió con su gabinete de seguridad para evaluar la situación y anoche todavía no había tomado una decisión. Pero de momento suspendió las negociaciones sobre el retiro de tropas israelíes de Hebrón programadas para ayer.
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Desde Ramallah, Yasser Arafat condenó el ataque. «Ustedes saben que la decisión de la ANP es que se opone a los ataques contra civiles palestinos e israelíes», advirtió.
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La condena no impidió que funcionarios israelíes, como el ministro de Seguridad Pública, Uzi Landau, exhortaran a Sharon a acabar de destruir lo que queda de las fuerzas de seguridad palestinas. «No debemos levantar el pie del acelerador, debemos seguir actuando contra todos los bolsones de terror palestino», dijo.
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Mark Sofer, vocero de la cancillería israelí, dijo que el objeto del atentado era sabotear la visita del secretario de Estado adjunto norteamericano, William Burns, que llegará mañana. Mientras Washington llamaba a la calma, el funcionario ratificó que viajará para tratar de restablecer el diálogo de paz.
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Agencias AP, AFP y Reuters
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