Norman Mailer sigue pensando a lo grande a los 84 años. Su flamante nueva novela, The Castle in the Forest (El castillo en el bosque) explora la naturaleza del mal a través de la naturaleza de un Adolf Hitler joven, concebido por incesto y criado por el diablo. El narrador de la historia es un oficial de la SS que es al mismo tiempo asistente de Satanás. Mailer sugiere que la monstruosa conducta de Hitler fue una temprana consecuencia de un padre brutal que tenía relaciones incestuosas con su propia hija.
La entrevista con Mailer fue en la oficina de su editor en Nueva York. La espesa cabellera negra que lo caracterizaba es ahora rala y blanca.
—¿Cree en el diablo?
—Sí. Dios es un creador, no un legislador. Dios nunca habla en el libro. Al diablo le interesa desacreditar a Dios. Satanás quiere que todos sus demonios llamen a Dios «el Dummkopf» (el idiota en alemán).
—¿El diablo es la única forma de explicar a Hitler?
—Es mi manera de explicar a Hitler. No creo que ninguna de las explicaciones existentes se sostenga. Hay un libro maravilloso de Ron Rosenbaum titulado Explaining Hitler (Explicando a Hitler), en el que entrevista a importantes figuras que se dedicaron al estudio de Hitler. El libro me resultó muy estimulante, pero no explica a Hitler.
—¿Qué hay de ese otro monstruo, Stalin?
—No tuvo que concebirlo Satanás. Stalin era un monstruo humano. Creo que Hitler fue más que eso. Durante el gobierno de Stalin murieron millones de personas, pero él no hizo de la matanza un objetivo. No se propuso matar a todos los judíos y los gitanos. No pensaba de esa forma.
—¿Cómo explica la obsesión de Hitler por los judíos?
—Ese va a ser el tema de mi próximo libro, porque es un tema muy importante y todavía estoy lidiando con él. No hay una explicación simple de por qué odiaba tanto a los judíos. No puedo contestar eso.
—¿Qué pruebas tiene de que Hitler era producto de la relación incestuosa entre padre e hija?
—En primer lugar, se trata de una novela. Si estuviera escribiendo una biografía formal habría analizado la posibilidad de que fuera «incestuario», una palabra que inventé y de la que estoy muy orgulloso. Es algo que está ahí, que surge de los hechos.
—¿Qué implicancias tiene eso?
—Pienso que es un factor de intensificación. Si en alguien, bueno o malo, hay cosas extraordinarias, el incesto me parece un factor muy fuerte. Podría haber escrito el libro sin el incesto. Después de todo, cuento con Satanás.
—¿Qué diferencia hay entre escribir un libro a los ochenta y a los veinte, cuando escribió Los desnudos y los muertos?
—Es la diferencia entre un deportista estrella de dieciocho años y un jugador defensivo de cuarenta y dos. La seguridad primaria, original, desapareció. La seguridad secundaria se hace sofisticada, por lo que uno sabe cómo hacer el trabajo. Ser un profesional es parte de la diversión.
—¿Hay algo de lo que esté arrepentido?
—En la vida hice algunas cosas horribles, que tuvieron un efecto negativo que persistió muchos años y que tal vez todavía perdure. Pero lo maravilloso de llegar a mi edad es que uno se arrepiente mucho menos. Se lamenta un poco, pero uno se siente casi perplejo ante algunas de las cosas malas que hizo. En definitiva, no me arrepiento demasiado. No me siento frustrado por no haberme acostado con Marilyn Monroe.
Clarin