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Del socialismo utópico a la privatización

El Kibutz:
Del socialismo utópico a la privatización

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Esas granjas socialistas, que durante décadas fueron ejemplo para los movimientos comunitarios, viven hoy en estado de nostalgia a casi un siglo de cuando fueron creadas, seis años antes de la Revolución Rusa.

Al igual que tantos otros miembros de los kibutz, los residentes del de Ma’agan, en el extremo sur del Lago de Tiberíades (o Mar de Galilea), intentan mantener sus tradiciones e ideales, conscientes de que la privatización ha alterado sus vidas para siempre.

Uno de los signos de la transformación es que, a diferencia de otros tiempos, cuando todos recibían exactamente los mismos servicios e ingresos cualesquiera fuesen sus funciones -desde el director hasta el limpiador de retretes-, cada uno obtiene ahora ingresos según sus actividades dentro o fuera del kibutz.

‘Es una lucha muy fuerte porque ahora muchos jóvenes prefieren vivir en centros urbanos, tener otro estilo de vida’, resumió Eli Kedem, un miembro del kibutz, al explicar el origen, desarrollo y futuro de este experimento social único en el mundo.

‘Para sobrevivir, hemos tenido que adaptarnos a los cambios. Al principio hubo resistencia a la privatización pero al final todos entienden que es importante adaptarse o perecemos como movimiento’, enfatizó Kedem, durante una charla con periodistas extranjeros.

El kibutz y sus pioneros, que durante los años de lucha por la independencia fueron el ‘buque insignia’ del sionismo, el nacionalismo hebreo, determinaron, arando sus campos, las fronteras del Estado fundado en 1948 con el respaldo del bloque comunista.

El kibbutz Ma’agan, con alrededor de 130 residentes, vive hoy casi exclusivamente del turismo -administra un hotel cerca de la ciudad de Tiberias-, aunque también mantiene cultivos de dátiles y bananos con otras cooperativas rurales de Galilea.

El hotel, el Maagan Holiday Village, ofrece una vista paradisíaca del mar sobre cuyas aguas anduvo Jesús, según el Evangelio, y es parada obligatoria para quienes desean visitar santuarios cristianos como la iglesia que rememora el milagro del pan y los peces.

El turismo rural también se ha convertido en fuente importante de ingresos para estas granjas, que ofrecen albergues para huéspedes.

‘El paisaje fue lo que más me atrajo, aparte de que quería mantener las tradiciones del kibutz y del judaísmo’, cuenta, por su parte, Annie Azarzar, otra miembro de Ma’agan.

‘No sé si me quedaré acá toda la vida… estoy dispuesta a estudiar opciones. Pero por ahora estoy feliz aquí’, dijo Azarzar, cuyos hijos, ambos ahora en el servicio militar obligatorio, tampoco han decidido si permanecerán en el kibutz.

Ma’agan, siguiendo el diseño y organización de tantos otros, cuenta con una guardería, un centro para ancianos, un parque en el centro de la comuna, un área común de lavandería, una pequeña tienda de abastos y hasta un búnker para casos de guerra.

Al igual que Kedem, Azarzar indicó que los cambios que transformaron a estas granjas colectivas no suponen un abandono total de sus principios sino que son un ‘mal necesario’ para su supervivencia.

Estas cooperativas tienen otros atractivos que se traducen en una mejor calidad de vida: menos congestiones viales y menos ruido, y un mayor sentido de seguridad y comunitario, agregó.

A finales del 2004, la población de los kibutz (grupo) alcanzó los 116.000 habitantes distribuidos en 266 de comunidades.

Esto equivale al 2,1 por ciento de la población judía y al 1,7 de la población total de Israel, según Avraham Pavin, autor de un estudio divulgado en el 2006 por el Centro de Yad Tabenkin para la Investigación y Documentación del Movimiento Kibutz.

Los pioneros del movimiento, dedicados de lleno a la agricultura y a la idea de compartir los bienes y los medios de producción, jamás hubiesen imaginado que los kibutz del siglo XXI administraran hoteles de lujo, clubes exclusivos y empresas, y que sus viviendas contarían con aire acondicionado o aparatos electrodomésticos.

De hecho, los kibutz son producto de tres generaciones: los pioneros encontraron una causa común en la ideología sionista, sin perder de vista los principios del socialismo humanista. En sus hijos recayó la tarea de consolidar los logros. Ahora sus miembros intentan adaptarse para responder a los retos de la globalización.

Según la Asociación de Industrias de los Kibutz (KIA), estas comunas obtienen actualmente sus mayores ingreso de plantas que producen materiales para la construcción, textiles o plásticos.

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