«En enero o febrero de 1999 yo estaba en San Pablo y me vinieron a ver agentes de inteligencia de la Argentina y un abogado y me ofrecieron 300.000 dólares para que declarara una historia falsa del atentado a la AMIA.»
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Lo cuenta el brasileño Wilson Dos Santos en la primera entrevista que concede, a través del vidrio y los barrotes del cubículo de cemento para las visitas a los presos.
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Cumplió 48 años el 28 de agosto en una celda del sótano de la Superintendencia de Investigaciones de la Policía Federal, procesado por falso testimonio calificado en una causa derivada de la de la AMIA.
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Los teléfonos a ambos lados del vidrio apenas funcionan, así que, a lo largo de varias visitas, el diálogo será en voz alta.
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-¿Qué historia le pedían que contaras?
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-No sé, no me la dijeron porque me negué. Les dije que no me apartaría una palabra de la verdad. Y la verdad es que no sé nada del atentado. Con ellos estaba ese tal Mario, que dicen que es servicio.
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-¿Aguilar Rizzi?
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-Ese. Y conmigo estaban agentes de Inteligencia de Brasil y del Mossad, porque a mí el Mossad me investigó y no encontró nada. Yo no soy ni fui agente de inteligencia brasileño, ni tuve 17 pasaportes, como se dijo, sino uno solo. Si hubiera aceptado la plata no estaría aquí. Pero prefiero esto a mentir.
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En total, Dos Santos lleva preso dos años y nueve meses: dos meses en Devoto, entre 1994 y 1995; nueve meses en Suiza, y aquí desde diciembre de 2000. Siempre por la AMIA. Ahora depende del Tribunal Oral 5.
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«Ya tendría que haber salido, pero soy un preso político. Suiza me extraditó por falso testimonio y aquí se violó el tratado de extradición porque me procesaron por falso testimonio agravado. Quiero un juicio abreviado, no un juicio oral, y salir en libertad. Entonces contaré mi historia.»
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Para la embajada de Suiza, el caso Dos Santos es un dolor de cabeza.
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«Me siento acompañado por la embajada suiza y por el consulado brasileño.»
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Dos Santos explica que hace poco vino a verlo Alejandro Rúa, titular de la Unidad Especial de Investigaciones (UEI) para la AMIA, del Ministerio de Justicia, Seguridad y Derechos Humanos.
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«Me causó buena impresión. Me ofreció protección para mi familia si quería declarar en el juicio oral de la AMIA como testigo. Pero rechacé la protección, porque de la AMIA no sé nada. No tengo que declarar, y no quiero, pero si me llaman diré todo lo que hicieron conmigo, contaré mis huelgas de hambre y que en 1994 me torturaron. Y que el juez (Claudio) Bonadío me indagó sin defensor ni traductor.»
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Consultada por LA NACION, una fuente judicial manifestó que en aquella oportunidad estaba presente la defensa y que Dos Santos no aceptó traductor pues hablaba bien el español.
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Pero por lo visto su español empeoró y casi ocho años después es bastante malo; a veces cuesta comprenderlo.
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La fuente agrega que en la segunda indagatoria que le tomó el juez federal Claudio Bonadío, tras la extradición desde Suiza, Dos Santos contó con defensora oficial y el vicecónsul brasileño como intérprete.
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Nasrim, la iraní
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Admite que conoció a la iraní Nasrim Mokhtari, que años atrás estuvo vinculada con la investigación del atentado. «No fuimos amantes y ella no tiene nada que ver con los atentados.»
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Dos semanas antes de la voladura de la AMIA, Dos Santos llamó al consulado argentino en Milán. Algunos sostienen que anunció lo que ocurriría.
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«No es cierto», responde. «Llamé porque me parecía raro que la chica (Mokhtari) tenía pasaporte argentino, pero hablaba español peor que yo.»
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En el acta de su primera declaración ante el POC, de la Federal, en 1994, se lee que la involucra con un grupo que podía tener relación con los atentados, quizá con el de la embajada de Israel, en 1992.
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«Nunca pude leer el acta y no la habría comprendido sin traductor. Sé que firmé.»
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Luego, ante el juez federal Juan José Galeano, a cargo de la investigación del atentado contra la AMIA, Dos Santos negó lo que figura en el acta labrada por el POC. Así llegó a Bonadío, que lo procesó por falso testimonio simple. Dos Santos se fue a Brasil, «con mi nombre, no huí, y desde allí respondí cuestionarios del juez Galeano».
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Bonadío pidió su extradición, Brasil la negó y cuando Dos Santos viajó a Suiza fue detenido. Estuvo preso varios meses y llegó extraditado en diciembre de 2000.
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«Quiero salir limpio y con la frente alta por mí y mis tres hijos. No tuve nada que ver y no sé quiénes volaron la AMIA. Nunca tuve inconvenientes en recibir a la AMIA, a la DAIA, a Memoria Activa.»
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-¿Vinieron?
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-Jamás.
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-Cuando le ofrecieron dinero por una historia falsa, ¿le preguntaron cuál es su historia?
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-(Se ríe) No, porque saben que no sé. Por eso nadie me pregunta mi historia. Otras veces viajaron otras personas y también me ofrecieron dinero y pasaportes a cambio de una historia.
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-¿Por qué no cuenta su historia?
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-Cuando salga libre y limpio.
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Dos Santos señala una mancha violácea en su sien izquierda y explica que esa y otras «señales de torturas quedaron registradas por forenses de Suiza».
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-¿Y su declaración ante el POC?
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-Usaron una historia en la que yo trabajaba para escribir un libro, pero el contenido del libro no era verdad, era una historia. Siempre me usaron para mentir.
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Por Jorge Urien Berri
De la Redacción de LA NACION
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