Las pocas voces que se atrevieron a profundizar en el asunto, en general, se han ceñido al análisis legal del escrito de Nisman y de la orden de detención proferida por Canicoba. Todos los argumentos divulgados han coincidido en remarcar el carácter político de la determinación del juez. Independientemente de la fortaleza, el origen y alcance de las evidencias acumuladas y los fundamentos esgrimidos por los juristas, es imposible creer que Nisman y Canicoba no hayan recibido respaldo del poder político para seguir adelante con su pedido y resolución. . A partir de ese punto, en el que convergen periodistas, observadores, dirigentes y especialistas, habría que evaluar los argumentos que explican la motivación del Ejecutivo en este tema. Por una parte, algunos afirman que el presidente Néstor Kirchner pretende congraciarse con la comunidad judía en la Argentina y el mundo (jamás se indica que se procura lo mismo con el Estado de Israel). No parece muy claro el dividendo que busca el mandatario con tal actitud. ¿Votos? ¿Apoyo político? ¿Inversiones? Esta hipótesis no parece plausible ni convincente porque supone una causalidad fáctica improbable y una racionalidad personal excesivamente azarosa. . Por otra parte, varios aseveran que el Presidente actúa pensando en Washington. Para ciertas expresiones (de derecha y de izquierda), su estrategia sería reaproximarse a Estados Unidos, distanciarse de la Venezuela de Hugo Chávez y tender puentes después de la estéril IV Cumbre de las Américas en Mar del Plata. Para otras voces (más extremas), lo hace porque ya está entregado a la administración del presidente George W. Bush y se quiere sumar, ex profeso, a una coalición israelí-estadounidense contra Irán. Esta hipótesis no parece rigurosa ni persuasiva porque exagera un estilo presidencial que ha sido, en los hechos, menos rígido y dogmático y más ecléctico y práctico. . En este contexto de hipótesis relativamente estrechas y poco sutiles, exploraré una tercera que es especulativa y sujeta a una mayor indagación. El punto de partida es que Kirchner es un jugador estratégico -lo cual no significa que desconozca la coyuntura- con determinadas convicciones firmes -lo cual no implica que ellas sean correctas- y algunas veces muy osado -lo cual no supone ser obnubilado-. Un supuesto fuerte es que Kirchner cree en los derechos humanos. Otro, que en ese tema tiende a ser más ideológico que pragmático. Un tercero es que la centralidad de ese asunto se refuerza con un convencimiento semejante de su esposa Cristina. . Con pruebas, y por motivos que hay que estudiar con más profundidad, en 2002 el candidato presidencial Néstor Kirchner estaba ya convencido de que algunas autoridades en el gobierno de Irán estuvieron directamente involucradas en el atentado a la AMIA. Al asumir el gobierno en 2003, decidió dar instrucciones concretas y señales visibles sobre su deseo de avanzar en la causa. Desde el inicio de su gestión hizo declaraciones específicas a favor de que aquel acto atroz no quedara impune. . Paralelamente, la voluntad de cooperar con Estados Unidos en materia de seguridad fue evidente: se criticaba el lenguaje de «guerra contra el terrorismo» de Washington y su despliegue militar en Irak, pero no las políticas de seguridad estimuladas por Washington en torno a una mayor atención sobre la Triple Frontera, la ejecución del Plan Colombia, el despliegue de tropas en Haití y el rechazo a la proliferación de armas de destrucción masiva, entre otras medidas. . Dos alternativas . Lo que ocurría en torno a Irán era menos divulgado. Las relaciones diplomáticas ya se encontraban en un bajo nivel porque ambos países habían retirado sus respectivos embajadores. En este punto, surgen dos alternativas de acuerdo a esta hipótesis conjetural: a) los iraníes decidieron reducir contundentemente las relaciones materiales o b) Kirchner decidió limitar drásticamente los lazos comerciales. Si fue una decisión de Teherán, entonces Irán pretendía un distanciamiento lo suficientemente evidente para mostrar que jamás colaboraría con la Argentina en el esclarecimiento de lo sucedido en 1994. Si el Presidente fue el que tomó la iniciativa, la lógica que pareciera explicar esta conducta es que pensaba que, al tener más interdependencia económica, el Ejecutivo tendría menos independencia política: diversos intereses materiales presionarían y harían difícil una eventual determinación drástica respecto a Teherán. . A principios del siglo XXI, el comercio con Irán venía creciendo nuevamente con grandes márgenes de superávit para nuestro país. En 1999, el comercio bilateral fue algo superior a los 158 millones de dólares (las exportaciones argentinas fueron de US$ 155 millones). En 2000, las cifras respectivas fueron algo más de US$ 343 millones y US$ 341 millones. En 2001, alcanzaron respectivamente los US$ 419 millones y US$ 417 millones. Cabe destacar que ese año -el de nuestra gran crisis interna- las exportaciones a Irán equivalieron a la mitad de todo lo que se vendió a Medio Oriente y representaban el 2% de nuestro intercambio mundial. Ese mismo año nuestras exportaciones a ciertos países clave fueron inferiores a las realizadas hacia Irán: a Canadá se vendió por valor de US$ 225 millones, a Venezuela US$ 235 millones, a Francia US$ 257 millones y al Reino Unido US$ 291 millones. . En 2002 sólo se produjeron exportaciones argentinas a Irán: el monto fue de US$ 339 millones. En 2003 -año de llegada de Kirchner al gobierno-, se produjo una caída notable: se exportó por un total de US$ 47 millones. En 2004, las exportaciones cayeron a sólo un millón de dólares. En 2005 no hubo ninguna exportación de la Argentina a Irán. ¿Qué sucedió? ¿Se trató de una decisión presidencial sigilosa pero imperativa? ¿Existió una orden desde el Ejecutivo para desalentar primero y suprimir después todo tipo de comercio entre Buenos Aires y Teherán? ¿Aceptaron eso los exportadores argentinos? ¿Por qué nadie pareció reclamar por los lucrativos negocios que se perdían con Irán? ¿Obtuvieron un respaldo del Estado para identificar y conquistar otros mercados? O por el contrario, ¿lo anterior fue el resultado de una política de desacople total de Irán? ¿Teherán ya vislumbraba en esa fecha que el deterioro de las relaciones con la Argentina sería irreversible? O más complejo aún, ¿ambas alternativas de esta hipótesis conjetural concurrieron en el tiempo por razones distintas pero con propósitos semejantes? . Variables controladas . Así entonces, llegado a 2006, el Presidente tenía paradójicamente las manos bastante libres para adoptar un curso de acción más duro frente a Irán. Por ello avaló el pedido del fiscal y la resolución del juez. Las variables al alcance del Ejecutivo se pudieron controlar hasta este punto. El gobierno de Kirchner reafirmaba de ese modo y en este tema su vocación en favor de los derechos humanos y contra el terrorismo. . ¿Y ahora qué? A partir de este momento el Ejecutivo argentino ha perdido el control de las principales variables que giran en torno a Irán, pues fenómenos exógenos más que endógenos pasarán a incidir en el futuro inmediato. Las lógicas de poder de Medio Oriente y, sobre todo, la dinámica de las políticas exteriores de Estados Unidos e Israel operan con prescindencia de la relación argentino-iraní. Washington y Tel Aviv pueden, eventualmente, manipular para sus propios fines la demanda de Buenos Aires contra Teherán. Lo interesante es que aún no lo han hecho y se mueven con suma cautela respecto al tema. Lo importante es que Argentina no se apoye en ninguno de los dos para manejar el difícil contencioso que tiene con Irán. Es bueno remarcar que, a la hora de defender los intereses nacionales, cada país procurará satisfacer los propios y no los ajenos. Es importante entender que 2007 será un año clave: o la comunidad internacional decide convivir con un Irán que será potencia nuclear en la próxima década o se precipitarán acciones de fuerza contra Teherán de impredecibles consecuencias para Medio Oriente y el mundo. . Conservar la controversia en el plano estrictamente bilateral es mejor que su internacionalización, algo que Irán tampoco procura en esta coyuntura. Extremar, con discreción y seriedad, las medidas de seguridad es indispensable porque el paso dado por el país es muy riesgoso y se debe ser consciente de que el foco de atención de la violencia de Medio Oriente se puede volver a ampliar a nuestro territorio. Desde el 11 de septiembre de 2001 no ha habido ningún acto del terrorismo transnacional de alcance global en América del Sur: eso es muy bueno y hay que saber preservarlo. Por ello, debemos entrelazar más y mejor nuestra política exterior y de defensa. Si lo aquí esbozado tiene alguna verosimilitud, es fundamental que el Presidente se aboque cuanto antes a fortalecer el área de la defensa y la inteligencia. Si la ideología primó, de ahora en más debe imperar el pragmatismo; si el silencio social y político predominó, es hora de manifestar un mayor respaldo institucional. Será indispensable contar con altísimo grado de consenso en esta materia; el disenso únicamente incrementará nuestra vulnerabilidad externa. . Por Juan Gabriel Tokatlian . El autor es profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad de San Andrés.
Na Nacion
187