Desde que el Estado de Israel decidió tomar el toro por las astas, se desató un vendaval antisemita por Internet. Comenzaron a llover artículos agresivos hacia el pueblo judío aunque en las notas se aclare que sólo se condena al sionismo. Lamentablemente ningún supuesto defensor del pueblo libanés se ciñe a la realidad. El Líbano es un santuario de la Jizbolá, el brazo terrorista proiraní que en nombre de un falso nacionalismo libanés ataca y asesina a israelíes inermes cuando se le da la gana. ¿Hasta cuándo se puede soportar tanta muerte de israelíes inocentes? Hay que ponerse en el lugar de los gobernantes y ciudadanos israelíes, saber a ciencia cierta lo que ocurre en aquellas tierras y después emitir opinión. La Jizbolá es integrista, quiere un Estado que se gobierne de acuerdo a la letra del Corán. Por tanto, es excluyente, intolerante, violento. Sus integrantes creen que por sus acciones terroristas se ganan el favor de Dios. Así con esta mentalidad suicida y belicista la paz es imposible si no se hace algo a fondo. Es lo que -guste o no- está haciendo Israel con relativo éxito. Las crónicas dan cuenta que mueren civiles inocentes. ¿Y los bombazos del terrorismo islámico cuántas víctimas ya ha ocasionado? Mezclar cuestiones atinentes a la soberanía de una nación -en este caso Líbano- para justificar el accionar del terrorismo internacional es lisa y llanamente una hipocresía con disfraz humanitario. Israel tiene pleno derecho a defenderse. Por eso queda obligado a ir por el terrorismo auqnue se encuentra en otro país, debe incursionar y someterlo por la fuerza sea como sea porque los terroristas islámicos no comprenden otro idioma que el de los fusiles, ellos son cerrados y nunca cederán en sus posiciones. La única alternativa es debilitarlos hasta que se rindan y abandonen sus métodos criminales. Al terrorismo hay que vencerlo en su terreno y con sus propias armas. El pueblo de Israel merece la paz. La humanidad entera merece la paz. Hoy, el único enemigo de la paz en Oriente Próximo es el terrorismo de la Jizbolá. Aunque sea impopular afirmarlo, es la verdad. Aunque duela, pero es preferible la verdad que nos lleva a la paz y a la vida y no el falso humanitarismo que busca prolongar indefinidamente la muerte a la que lleva el integrismo suicida de «la guerrilla de Dios». ¿De qué Dios? Dios para los cristianos es amor, igual que para los judíos y los musulmanes. Ninguna religión abrahámica propugna la «guerra santa». Quienes en nombre de la religión así lo hacen es porque degeneran y tergiversan los textos sagrados de cualquiera de ellas. Sepan los defensores nativos de la Jizbolá que con su discurso antisemita son cómplices de las horrendas matanzas ocasionadas en nombre de Alá. Roguemos, entonces, por las almas de todas las víctimas. Que haya un alto el fuego inmediato, pero que antes hay que derrotar al terrorismo. Caso contrario, ganarán los asesinos de siempre que ya perpetraron en nuestra Patria los atentados contra la Embajada de Israel y la AMIA. Ambos crímenes de lesa humanidad aún impunes. (*) Periodista. Director de El Progreso de Mariano Acosta. 15-50444823 ROGAMOS SU DIFUSION. GRACIAS.
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