Un misil de 122 milímetros de calibre, una Katiuska mejorada, impactó a las 10,25 a.m. y destruyó un edificio completo. La ciudad tembló por la gran explosión. «Justo en ese momento había llegado una comisión de la compañía Gan Edén para repartirnos agua, cuando se comenzó a oír la sirena», relató Sara Peri una de las moradoras del edificio. «Les dije que bajáramos al refugio y ellos me respondieron que no sucedería nada. Terca y decidida les dije que nos podía suceder también a nosotros. Cuando entramos al refugio, milagrosamente se me ocurrió cerrar la puerta. Y entonces escuchamos un fuerte BUM que aun hoy me resuena en los oídos».
«Entendimos que simplemente nos había caído sobre las cabezas», dijo otra señora, Iafa Algarisi. «Cuando intentamos abrir la puerta del refugio, todo estaba lleno de piedras. Empujamos la puerta con mucha fuerza y caminando entre los escombros sacamos a los niños afuera. En ese momento suena nuevamente una sirena, corremos con los niños en brazos a un refugio cercano, ya que sabíamos que en el anterior no estaríamos protegidos».
Solo después del mediodía, cuando Víctor Matiukin regresó del trabajo, comprendió que toda la casa estaba destruida. Pasó por un lado y por el otro, y de entre los escombros intentó recoger algun recuerdo. «Simplemente te duele el corazón al ver todo esto. La casa, que es el lugar más protegido nuestro, totalmente destruida. Debemos agradecer a Dios que no le pasó nada a ninguno de nosotros», dijeron todos los moradores del lugar.
Poco tiempo después de la caída del misil llegaron al lugar el Jefe de la Municipalidad Zohar Oved y los representantes de la comisión de impuestos sobre los bienes. Las cinco familias que vivían en el lugar fueron trasladadas a otro temporario en el cual vivirán hasta que se reconstruyan sus viviendas.
Graciela Kahan