«¡Cada día son más jóvenes!», alguien exclamó al escuchar la noticia sobre la bomba que estalló este miércoles en la cafetería de la Universidad Hebrea de Jerusalén.
El martes pasado, una bomba israelí mató a 10 niños en la Franja de Gaza, en uno de los episodios más dolorosos de un conflicto que no parece tener solución.
Ecos del pasado
La primera vez que pisé Jerusalén, a finales de 1978, alcancé apenas a dar unos pasos tras bajarme de un bus en el centro de la ciudad antes de que me paralizara el estruendo de una bomba que estalló al final de la cuadra.
«¡Cada día son más jóvenes!»
Recuerdo ver que la gente corría en dirección contraria pero una segunda bomba los esperaba en la esquina opuesta… y nada más.
No sé si nadie murió o nos fuimos inmediatamente pero de lo único que me acuerdo es haberme preguntado cómo se puede vivir en una ciudad así.
No obstante, cuando faltan tantos años para cumplir los veinte, otras cosas son más importantes y rápidamente aprendí a distinguir entre el golpe sonoro de los aviones rompiendo la barrera del sonido y el de el estallido de una bomba.
Curiosamente, lo que sí quedó en mi memoria fue una imagen prestada de un buen mozo venezolano quien había llegado a la Universidad Hebrea meses antes y en una de nuestras primeras citas me dio una visita guiada del otro campus.
Incluyó, por supuesto, el parque donde pasaba gran parte del tiempo y la descripción del momento en el que estalló ahí una bomba: el silencio después de la explosión, las milésimas de segundo de parálisis en las que parece que nada ha cambiado y la impresión al ver como empezaban a brotar puntitos de sangre de la cara de la estudiante en la que su mirada había quedado fijada.
La otra paz
El conflicto deja heridas profundas.
En ese entonces también se hablaba de paz, de esa otra paz con Egipto que se discutía en Camp David pero aún no se sentía.
¿Cómo entregar lo que para los más jóvenes parecía parte integral de Israel? ¿Y qué de todas las instalaciones, de todo lo que se había construido en ese pedazo de desierto? ¿A dónde iría la gente que vivía ahí?
Sonaba raro pensar que podría haber relaciones con quien había sido el enemigo, que Egipto se pudiera convertir en un vecino al que se podía visitar tras algunas horas de viaje en bus.
Tras la firma del acuerdo, la televisión mostró escenas de la entrega, a la que asistieron quienes habían luchado y perdido en una batalla que ganaron. Y también aquellas de los soldados sacando a la fuerza a colonos que se negaban a partir -soldados que actuaban bajo las órdenes de quien entonces era ministro de Defensa, Ariel Sharon, como me recordó una amiga hace poco cuando me explicaba por qué la paz sólo podía ser negociada por la derecha en Israel, pues la izquierda siempre la apoyaría.
El mapa cambió y también el carácter del lugar: Sharem-el-Sheik, que se encontraba en la puntita del territorio en disputa, ha sido durante los últimos años frecuentemente la sede de negociaciones de paz -ahora entre líderes palestinos e israelíes