También conocido como muro occidental, esa imponente muralla es, según la tradición, el último vestigio del segundo templo judío, construido por Herodes y destruido por los romanos en el año 70 después de Cristo.
Se eleva en la Ciudad Vieja de Jerusalén, en la parte oriental de la Ciudad Santa, más abajo de lo que los musulmanes llaman la Explanada de las Mezquitas, el tercer lugar santo del Islam después de la Meca y Medina, y de lo que los judíos llaman el Monte del Templo.
A unos quince metros por encima del suelo, en medio de la sección reservada a los hombres, el agua dibuja en el corazón de una gran piedra blanca un rastro de 30 centímetros de largo que se detiene en las hierbas que nacen entre los bloques de piedra.
Las autoridades arqueológicas vigilan la mancha. Para Jon Zeligman, arqueólogo encargado del distrito de Jerusalén, no hay ningún «misterio» en ese fenómeno o en todo caso «nada místico». «Es una mancha de humedad», declara a France Presse. «Ya hemos conocido esa clase de casos, habían sido provocados por una canalización excavada al otro lado del Muro y acababan secándose», añade el experto.
Pero otros, congregados al pie de la antigua muralla, no pensaban hoy lo mismo. «El Muro empieza a llorar. Puede que sea una señal de la llegada del Mesías», dice Zahava, que llegó de Estados Unidos para vivir un año en Jerusalén con su familia. «?Cómo explicar si no que el agua mane del centro de la piedra? No es normal. En todo caso, tengamos espranza, porque es seguro que el Mesías vendrá», añade.
Unos días antes de Tisha Beav, el día que conmemora la destrucción de los dos templos, las mujeres mayores discuten. «Es una señal de ahí arriba», dice una. «Todo es posible», dice otra. «Yo no pienso nada», interrumpe otra.
Cuando el pueblo judío, después de 40 años de exilio en el desierto egipcio, se quedó sin agua, Dios les dijo que tocaran la piedra y surgió el agua, explica Raynee Bodenheim. Se queda perpleja ante esa visión. «Es interesante, realmente poco común. Pero de ahí a sacar conclusiones, no sé…», dice.
«Cada vez que ocurre algo así, toda la gente que tiene razones para encontrar explicaciones místicas empieza» a especular, dice Zeligman. «La mancha no tiene más que 30 por 10 centímetros. Si fuera de 15 metros, nos preocuparíamos. Si dentro de unos días no se ha secado, ya veremos», añade.Fte E.Press.