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LOS JUDÍOS Y JERUSALEN

Por Gustavo D. Perednik

Si Jerusalén es sagrada para tres religiones, se pregunta Don Confuso algo malhumorado ¿por qué debe gobernar en ella el judaísmo en exclusividad?. Parece tener razón en su reclamo. Parece. La verdad es que no solamente el judaísmo no debe gobernar, sino que de hecho no gobierna. No es el rabinato ni la Jevra Kadisha quienes administran la ciudad; es el Estado del pueblo judío. La demanda judaica para con Jerusalén no es religiosa: es nacional.

Por ello, Don Confuso hallará respuestas mucho más rápidas cuando reformule su pregunta de este modo: «si el pueblo judío no es el único que exige Jerusalén, ¿por qué le asiste ese derecho en exclusividad?» Así sí, podemos encaminarnos a entender la cuestión.

Hace casi tres milenios, el profeta Isaías creó la parábola de una «Jerusalén de los cielos», ciudad a la que la tradición judaica terminó por adjudicarle dos roles: que precede a todo lo existente y que, al final de la historia, unirá a la humanidad entera. La cristiandad, que reconoce en ella su cuna, se concentró en el arquetipo.

La ciudad inspiró durante toda la Edad Media. En Francia, canciones de gesta. Además de la Canción de Rolando, el Ciclo de Carlomagno es un grupo de poemas franceses medievales que incluyen el Peregrinaje de Carlomagno a

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