¿Qué importan los hechos? ¿Qué importan las declaraciones de Hamás? Después de todo, se trata solo de una organización que busca la destrucción de Israel y cuyas acciones están dirigidas mayormente contra ciudadanos inocentes. ¿Qué importa lo que dice o hace Irán? Después de todo, se trata solo de un régimen que declara sin reserva su aspiración a la aniquilación de Israel y estuvo involucrado en actos de terrorismo contra israelíes y judíos al rededor del mundo, incluso en Suramérica.
¿Por qué parece que en la mayoría de los medios existe una tendencia pavloviana, solo cuando se trata de Israel, de tratar con desdén sus preocupaciones de seguridad y con incredulidad las evidencias que las corroboran? Una incredulidad que, además, se extiende a evidencias que llegan del mismo Hamás, como fue en el caso de los últimos eventos en la frontera con Gaza.
No hay otra explicación por el hecho de que, pese a las declaraciones de los líderes de Hamás antes y después del 14 de mayo y las evidencias sobre el terreno en relación con la naturaleza de los disturbios masivos y violentos, la tendencia principal de los medios fue atribuirle a Israel las peores intenciones y las peores acciones mientras flagrantemente ignoraban los hechos, el fondo y, como ya se dijo, nuestras inquietudes genuinas.
Los líderes de Hamás pueden declarar que mandan su gente a irrumpir la cerca en la frontera para “arrancar los corazones de los judíos”; pueden admitir que la mayoría aplastante de los muertos en los violentos disturbios eran sus terroristas; pueden confesar que llamar las acciones en la frontera con Israel “pacíficas” es un claro engaño; y en los medios nada de esto aparecerá.
Es legítimo preguntar, no solo porque sucedió esta vez, sino también porque en innumerables ocasiones anteriores se repite la tendencia lamentable, repudiable e inmoral, a detrimento de la razón y la decencia, de precipitarse al juicio y demonizar solo a Israel cuando ejerce sus derechos al igual que cualquier otro Estado soberano, en particular el de defenderse.
Es legítimo también preguntar si las falsas acusaciones de “genocidio” y la nefasta comparación con los nazis (considerada antisemita según definición de antisemitismo de la Alianza Internacional para el Recuerdo del Holocausto y de la OSCE) de ciertos políticos, periodistas y columnistas –algunos de ellos conocen de cerca la realidad y la complejidad de la situación– no son más que modernas versiones de los viejos y conocidos libelos de sangre. ¿Será que se trata de una variación sobre un flagelo desafortunadamente notorio, cuyo blanco se transfirió hoy en día, por motivos de corrección política, del pueblo judío al Estado judío?
Muy patéticos, además, los intentos de algunos de estos publicistas de camuflar su postura, rindiendo falso homenaje al “buen pueblo, la bella gente” de Israel o definiéndose como “judíos de corazón” solo para entonces sentirse libres de atacar salvajemente al Estado judío y vilipendiarlo. ¿De verdad piensan que con eso se redimieron de su prejuicio o que algún judío le creería estas apariencias?
La mayoría de aquellos en los medios y algunas figuras públicas que apuntan constantemente a Israel probablemente deberían revisar sus consciencias no solo sobre el daño que han causado a nuestro pueblo y nuestro país, sino también sobre sus prejuicios. Porque, ya sea por hostilidad hacia Israel, simple desconocimiento o ambas, en ignorar los objetivos genocidas de Hamás, excusar su terrorismo y demostrar disponibilidad para dejarse manipular por él una y otra vez, los medios solo los están alentando a continuar empleando su estrategia macabra, a costa de vidas palestinas.
*Embajador de Israel en Colombia
Fuente: eltiempo.com