Ben Eliezer se reunió anoche con altos mandos del Ejército y de los servicios secretos para estudiar la forma de combatir esos ataques dentro de Israel, como el que el jueves por la mañana pudo causar una catástrofe al estallar una bomba dentro de un campo de depósitos de combustibles en el norte de Tel Aviv.
La bomba fue introducida en un camión cisterna durante la madrugada anterior y accionada por control remoto, al parecer con un teléfono móvil, cuando el conductor repostaba junto a uno de los depósitos.
Las autoridades israelíes han decidido reducir la cantidad de combustibles almacenados en ese recinto como medida de precaución, de las actuales más de 2.000 toneladas de gasolina y gas a unas 450.
La pasada madrugada un vigilante israelí frustró un atentado con coche bomba contra una discoteca en Tel Aviv que se hallaba repleta de jóvenes por haber comenzado el fin de semana.
El vigilante disparó contra el conductor del vehículo y provocó una explosión que dispersó una gran cantidad de artefactos más pequeños por toda la calle.
El gobierno israelí teme que los palestinos consigan perpetrar lo que los organismos de seguridad califican de «atentado estratégico», o sea un ataque de semejantes consecuencias que cambien el curso de la actual ola de violencia y desencadene una guerra a escala local o regional, similar a los atentados del 11-S en Estados Unidos.
Los servicios secretos israelíes desarticularon recientemente una célula terrorista que programaba un gran atentado contra un simbólico complejo de dos torres, cada una de unos 50 pisos, en el centro neurálgico de Tel Aviv.
La documentación que los servicios secretos se incautaron reveló un plan para atacar el centro comercial con una furgoneta-bomba y 1.000 kilos de material explosivo, que la célula trataría de introducir en uno de los aparcamientos subterráneos.