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Itongadol.- (Por Patricio Abramzon*) Una vez más quedó demostrado que la pasión de multitudes todo lo puede. Ni los diplomáticos más persuasivos, ni el mismísimo sentido común podrían haber logrado lo que consiguió el partido clasificatorio para el mundial entre España e Israel.
La ciudad asturiana de Gijón era la última gran urbe española que mantenía una resolución de boicot contra el Estado Judío; hasta que la federación nacional de fútbol decidió meses atrás nombrarla sede del encuentro entre la roja y el combinado israelí. Ahí se les cayó la estantería. A partir de ese momento, la confusión entre los partidarios del boicot fue tal, que no supieron si salir a protestar o correr a comprar boletos.
Finalmente, ante lo absurdo de la situación y la mala prensa que Gijón suscitó, la resolución fue derogada por los mismos concejales que la impulsaron en un primer momento. Sólo las agrupaciones Izquierda Unida y Xixón Sí Puede persistieron. El episodio significó una aplastante derrota para el movimiento antiisraelí de Boicot, Desinversión y Sanciones (BDS) en España. ¿Cómo se llegó hasta aquí?
El odio enmascarado
El antisemitismo juega a dos puntas. La ya clásica judeofobia de la extrema derecha ha dejado su huella trágica en la historia. Sin embargo, sectores de la izquierda radical también se han transformado en los últimos años en reductos donde imperan el antisemitismo y el odio visceral a lo judío.
Éste es precisamente el sentimiento que expresa el movimiento BDS. Sus activistas no buscan promover la paz entre israelíes y palestinos, sino más bien la deslegitimación, el aislamiento y, en casos extremos, la destrucción del Estado de Israel… el judío entre las naciones.
Lo que empezó como un movimiento marginal en España, circunscrito a la academia, se fue luego extendiendo a otros sectores. Los aparentes triunfos iniciales del BDS coincidieron también con el ascenso del partido Podemos -de conocidos vínculos con el Chavismo e Irán-. Fue así que lograron imponer resoluciones de boicot a Israel en centros de estudio y en numerosos ayuntamientos.
En la práctica, dicho boicot se traduce en la censura de profesores, científicos, estudiantes, artistas, profesionales y empresarios israelíes, sin importar cuáles sean sus posiciones políticas.
Pero el clima enrarecido que fue intoxicando los espacios culturales españoles tuvo su momento más álgido en agosto del 2015 cuando los organizadores del festival Rototom le exigieron a Matisyahu, el cantante de reggae judío estadounidense -¡ya ni siquiera israelí!-, que se pronunciara sobre el conflicto en Medio Oriente como condición sine qua non para participar del evento al que había sido invitado. A ningún otro artista se le pidió que formulara opiniones políticas. Como Matisyahu no cedió, fue eliminado del programa. La reacción mundial fue tal que los organizadores del evento tuvieron que dar marcha atrás y pedir perdón por tan descarada discriminación. Desafortunadamente, cuando Matisyahu subió al escenario, los activistas del BDS lo insultaron y rodearon con banderas palestinas, evidenciando un nivel de hostigamiento pocas veces visto.
“Fue intenso”, expresó Matisyahu. “No fue pacífico. Nunca experimenté nada parecido, como judío, en toda mi vida”.
El Estado de Derecho vs. BDS
Pero la cancha de a poco se fue inclinando hacia la justicia. Gran parte del crédito le corresponde a la organización ACOM (Acción y Comunicación en Oriente Medio), que ha estado al frente de la lucha contra el BDS en los despachos gubernamentales y los juzgados españoles. Lo primero fue informar a los representantes de partidos moderados "de los verdaderos fines y métodos del movimiento BDS y de la ilegalidad de los acuerdos que pretenden adoptar”, escribió su presidente Ángel Mas en la Revista El Medio. “De este modo se han parado numerosas mociones antisemitas en lugares como Córdoba -la cuna de Mainónides-, Zamora, Sabadell, Alcoy, y otros”.
Pero cuando las campañas informativas fracasaron, fue necesario confrontar al BDS en los tribunales. Así sucedió que una a una cayeron por ilegales las resoluciones de ayuntamientos tales como Avilés, Langreo, Sant Quirze de Valles, Ibiza, Rivas Vaciamadrid y Campezo, por citar ejemplos.
Y como manda la ley, nueve miembros del BDS que hostigaron a Matisyahu en el Rototom serán juzgados por incitación vía el boicot.
A jugar se ha dicho
Por fortuna, el futbol logra que la atención estará centrada en el balón y no en la discriminación. El portavoz de la embajada de Israel en España, Hamutal Rogel, expresó al diario El País que “los jugadores israelíes tienen muchas ganas de venir. La mayoría de los israelíes no están preocupados por la política española y mucho menos por la situación de los partidos políticos locales. La imagen de España es súper positiva: es la imagen del Madrid y el Barça. Compartimos amistad, una historia, culturas parecidas a los dos lados del Mediterráneo”.
Las medidas de seguridad serán importantes -por temor a posibles atentados- y las manifestaciones circunstanciales del BDS se dan por descontadas. Pero se espera que el encuentro sea una celebración: España es el favorito para llevarse el triunfo, pero el fútbol está lleno de sorpresas y el equipo israelí se las trae.
Este partido significa mucho más que la derogación de una resolución vergonzosa: es una forma de festejar los más de 30 años de relaciones entre estas naciones amigas. Pero por sobre todo, es una oportunidad para mirar hacia el futuro y sentar las bases de vínculos más profundos.
En suma, gane quien gane, el único que salió derrotado es el odio.
* Director Asistente para Medios en Español del AJC