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Entrevista al decano de la facultad de Ciencias Naturales de la Universidad Ben Gurión, que estará de visita en la Argentina

Por Iton Gadol
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ItonGadol.- El profesor Gabriel Lemcoff, decano de la facultad de Ciencias Naturales de la Universidad Ben Gurión, estará de visita en la Argentina y brindará una charla organizada por los Amigos Argentinos de la Universidad Ben Gurión el próximo lunes 10 de abril para conversar sobre las tendencias actuales en investigación. Previo a su viaje, Lemcoff recibió a ItonGadol en su oficina para compartir los detalles sobre los proyectos que desarrolla.

“Hay muchos que destacan lo natural por sobre lo sintético. Pero los compuestos más tóxicos de la tierra son naturales. El botulismo o el veneno de víbora son productos naturales y son cosas muy peligrosas para nosotros. La producción agrícola orgánica, si uno tiene el objetivo de darle de comer al mundo, no se puede aplicar. Hoy en día hacer que toda nuestra agricultura sea orgánica, sin usar los pesticidas y herbicidas, es imposible. Eso significaría matar de hambre a medio mundo. La idea es tratar de ver cómo podemos hacer que los productos que nosotros utilizamos hoy para el agro sean saludables, que no nos hagan correr riesgos”, destacó.

Durante la actividad, que será a las 18.30 en Federico Lacroze 2136, Lemcoff relatará cómo hacen ciencia del mayor nivel mundial en la Universidad de Ben Gurion siempre enfocados y conectados con la sociedad que los rodea. Desde programas para interesar a estudiantes secundarios en ciencias duras, pasando por el estrecho vínculo con la ciudad de BeerSheva.

Lemcoff nació en Argentina e hizo aliá en 1991 junto a su esposa.

-¿Dónde empieza su contacto con la academia?
-Yo hice el título de técnico-químico en ORT en Buenos Aires. Siempre fui una persona muy curiosa, entonces pensé que la química era una ciencia que podía dar respuestas a cómo el mundo funcionaba.

-Hasta hace unos años Israel era conocido por el conflicto palestino. Creo que hubo un clic en el 70 aniversario del Estado donde la gente empezó a ver a Israel por su ciencia y tecnología. ¿Cómo observa a Israel respecto a sus avances y la mirada que recibe del mundo?
-Para mí empezó un poco antes ese cambio. El reconocimiento internacional que hay de la ciencia israelí en general y la química en particular es muy grande. A tal punto de que alguien que termina el doctorado en Israel tiene muy buenas posibilidades de ser aceptado en cualquier laboratorio del mundo como post-doctorando. En 2004 recibió el primer premio Nobel científico, que fue el premio Nóbel de Química. Después hubo tres premios Nobel más israelíes. Eso es un reconocimiento internacional muy fuerte. A nivel geopolítico, mucho no puedo opinar. Pero puede ser que ahí haya habido cambios respecto a ese tema.

-¿Cómo empezó su trabajo como investigador?
-Como investigador, yo soy químico orgánico. Empecé mis estudios, la licenciatura en Química en la Universidad de Buenos Aires y después hice aliá. Dejé los estudios momentáneamente, poco más de un año para aprender hebreo, y finalmente los terminé en la Universidad de Tel Aviv. Fue muy interesante porque al principio no entendía una palabra de lo que me decían. Por suerte sabía inglés muy bien entonces podía saber qué tema era y después leía los capítulos. Y así hice los exámenes, todo en inglés. Gracias a eso terminé mi título con el promedio más alto, porque no entendía nada de lo que decían los profesores y yo leía de los libros directamente. El decano de la facultad de la Universidad de Tel Aviv mandó una carta al kibutz donde vivía para que me permitieran seguir el máster. Y el kibutz votó en asamblea a favor de que pudiera seguir el máster, pero con la condición de que cuando lo terminara tenía que hacer un año trabajo en la fábrica del kibutz como jefe de turno. Cuando terminé el máster, mis profesores volvieron a mandar una carta al kibutz para que me dejaran hacer el doctorado. Y como excepción histórica votaron a favor nuevamente. Por eso terminé el doctorado y los fines de semana trabajaba en la fábrica. Luego pedí vacaciones en el kibutz e hice el post-doctorado en Estados Unidos. Cuando terminé, me recibieron acá para trabajar en la Universidad Ben-Gurión en 2004. Durante mi doctorado mi especialidad era química orgánica pura y durante el post-doctora empecé con el área de las macromoléculas y química órgano-metálica.

-¿Cómo trasladamos esto al lenguaje cotidiano?
-La química orgánica es la que trata con compuestos de carbono, que son los que hacen la vida. Nuestro cuerpo está formado por moléculas que tienen carbono, es por eso que se divide la química orgánica del resto de la química. Pero dentro de la química orgánica hay varias ramas. Yo trabajo con química para hacer polímeros. ¿Y qué son son polímeros? La mesa, la silla, las ruedas de los autos, los envases que utilizamos están hechos de polímeros. Todo está hecho con químicos, los colores, la ropa. La industria química influye en todo lo que nosotros tenemos. Y con todos los problemas que estamos atravesando respecto al uso de los recursos del planeta, también son los profesionales químicos los que tienen que encontrar la solución. Nosotros somos los que entendemos qué es lo que estamos causando y sólo nosotros podemos solucionarlo.

-¿Qué cambios vemos en los últimos 20 años en esta área?
-Respecto a tener más en cuenta el medio ambiente, hoy en día la industria y la investigación químicas hay cosas que ya no pueden hacer, que hace 20 años se hacían. Porque hoy tenemos que tener en cuenta las cuestiones ambientales. Yo ahora estoy empezando a desarrollar proyectos que tienen que ver con cómo podemos solucionar varios de estos problemas que nosotros mismos hemos generado. Por ejemplo, las ruedas de los coches están hechas a partir de un polímero llamado polibutadieno, que es el cuarto de mayor producción anual mundial. Lo que nosotros estamos tratando de hacer es un catalizador, una especie de molécula, que haga una reacción al revés. Que agarre el polibutadieno y lo vuelva a la unidad básica, para que lo podamos reciclar y volver a utilizar. Para no tener que sacar de la tierra todo el tiempo la materia prima.

-¿Esto sería más sintético?
-Hay muchos que destacan lo natural por sobre lo sintético. Pero la realidad es que no hay ninguna diferencia. No hay diferencia entre la Vitamina C natural y la sintética, por ejemplo. La molécula es la misma. La molécula no sabe de dónde vino. Pero hay derivados que pueden provenir de la producción y que pueden hacer mal. Pero los productos sintéticos son al fin y al cabo menos peligrosos que los naturales. Los compuestos más tóxicos de la tierra son naturales. Por ejemplo, la tetrodotoxina es una toxina producida por un pescado que comen mucho en japón, que tiene que haber un cocinero especial con un permiso para poder cortarlo. Unos cuantos miligramos de eso te puede paralizar. No hay casi ningún compuesto sintético que pueda hacer eso. Un ejemplo más extremo es que unos cuantos miligramos del virus del ébola, que es natural, puede matar a millones de personas. No hay nada sintético que pueda hacer eso. Los productos naturales como el botulismo o toxinas naturales, como el veneno de víbora, son cosas muy peligrosas para nosotros. La producción agrícola orgánica, si uno tiene el objetivo de darle de comer al mundo, no se puede aplicar. Hoy en día hacer que toda nuestra agricultura sea orgánica, sin usar los pesticidas y herbicidas, es imposible. Eso significaría matar de hambre a medio mundo. Porque no va a haber suficiente comida. La idea es tratar de ver cómo podemos llegar a un lugar donde los productos que nosotros utilizamos hoy para el agro sean saludables, que no nos hagan correr riesgos.

-¿Cómo utiliza su rol en la universidad para influir en la sociedad en general?
-Nosotros en la Universidad desarrollamos muchos proyectos. Hacemos impresión tridimensional, hace unos años me dieron un premio de la Sociedad Química Israelí por nuestro trabajo en impresión tridimensional de polímeros muy fuertes. Esto permite que si el día de mañana se va a Marte y se quiere tener una herramienta, no se pueden llevar todas las herramientas desde la Tierra. Pero con estos polímeros podés imprimirla y tenés la posibilidad de tener cualquier herramienta con materiales físicos muy buenos.
Por otro lado, cuando recién empezaba en esto, yo agarraba a mi grupo e íbamos a centros sociales de chicos para hacer actividades de química. Mostrarles ciencia. Después, con la ciudad de Beersheva, tenemos mucha colaboración. Hicimos un programa especial donde convocamos a los chicos de los últimos tres años del secundario y les enseñamos todos los cursos del primer año de química. Entonces, terminaron el secundario con un tercio de título. De estos chicos, algunos van al ejército y otros continúan directamente con la química. Este año, de los ocho mejores alumnos de química, tres fueron de este programa.

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