Itongadol.- Theodor Herzl, el visionario que ideó al Estado Moderno de Israel, escribió dos libros centrales en los que describió los componentes de ese sueño. El primero fue «El Estado Judío» (1896), un documento corto con ideas claras de cómo debía desarrollarse el proceso que condujese al establecimiento de un Estado posible y viable para el Pueblo Judío. El segundo fue una novela, «Altneuland» (1902, «La Tierra Vieja y Nueva»), que amplió la visión de Herzl de un Estado Judío en la Tierra de Israel – y transformó con ello a Altneuland en uno de los textos esenciales del establecimiento del sionismo.
En Altneuland, Herzl se permitió soñar con todo lo bueno que podría generarse en el futuro Estado Judío. En el inicio del «Libro V», sus personales principales ingresan a la Jerusalem moderna. Theodor Herzl, Padre Espiritual y último Profeta de Israel, nos regala su visión de lo que sería la Jerusalem de nuestro presente:
«… desde Jericó hasta la cima del Monte de los Olivos, con sus amplias vistas… Jerusalén y sus colinas todavía eran sagradas para toda la humanidad, todavía mostraban las señales de reverencia que le habían sido otorgadas a través de los siglos. Pero se había agregado algo: vida vigorosa y alegre. La Ciudad Vieja dentro de los Muros, hasta donde podían ver desde la cima de la montaña, se había alterado en menor grado. El Santo Sepulcro, la Mezquita de Omar y otras cúpulas y torres habían permanecido igual, pero muchas nuevas espléndidas se habían agregado con sus estructuras. Ese magnífico y nuevo edificio era el Palacio de la Paz. Una vasta y tranquila calma sobre la Ciudad Vieja… Fuera de las paredes el cuadro era completamente diferente. Avenidas cruzadas por vías férreas eléctricas; calles anchas y bordeadas de árboles. Viviendas, jardines, bulevares, parques; escuelas, hospitales, edificios gubernamentales, centros turísticos de placer… Jerusalén era… una metrópolis del siglo veinte. Fascinante de hecho»…
Qué exactitud… qué precisión más sorprendente de todo aquello en lo devendría la Ciudad de David… Quienes vivimos en la Ciudad Dorada vemos, día a día, con nuestros ojos a veces incrédulos, esas mismas imágenes con las que soñó Herzl. Nos maravillamos con el bagaje histórico de esa Ciudad que habla de Eternidad, y disfrutamos de su permanente crecimiento, de su desarrollo, de su alegría.
Nos falta arribar a esa Paz Regional Final con la que soñaba el Visionario del Estado Judío, para construir, como testigo de ese logro final, el Palacio de la Paz ansiado por Herzl en Jerusalem… pero el resto de esa visión, y de ese sueño profético… es la Jerusalem de hoy: con su dinamismo, su energía, su creatividad, y su búsqueda de un futuro mejor.
Celebremos hoy a Jerusalem; celebremos hoy la libertad de caminar por sus calles, reconocer sus aromas y volver a elevar sus dinteles. Y sintamos en ese festejo la alegría y emoción de cientos de generaciones que imaginaron, ensalzaron en sus poemas y cantaron a Jerusalem en sus canciones, y que ahora, sobre nuestros hombros, ingresan a sus estrechos pasajes y sendas.
¡Yom Yerushalaim Saméaj!
¡Jazak ve’ematz!
Rabino Carlos A. Tapiero
Vice-Director General & Director de Educación
Unión Mundial Macabi