No te desentiendas de tu carne…
Queridos amigos:
Una historia para estos Días de preparación espiritual:
Finalmente, Rabi Levi Itsjak aceptó el cargo rabínico de la ciudad de Berditchev. Para hacerlo, el rebe puso sólo una condición: no sería llamado para asistir a reuniones del Comité Comunitario, a menos que se discutiera sobre la imposición de nuevas normas para la Comunidad.
Cierta vez, el Comité estaba por promulgar una nueva disposición: los pobres no deambularían más por las calles para pedir limosna, sino que se ubicarían junto a una sinagoga y allí recibirían cada cual lo suyo.
Rabi Levi Itsjak fue convocado a la reunión donde se emitiría la nueva resolución. Mostrándose extremadamente molesto, pidió la palabra, y, con tono severo, espetó a los alli presentes: «Señores: Ustedes no están cumpliendo con la condición que acordamos para mi nombramiento como rabino de Berditchev. La orden que quieren implantar no es nueva».
Perplejos, los dignatarios del Comité Comunitario se miraron entre sí sin entender lo expuesto por el rebe. El Presidente del Comité, expresando el sentir general, preguntó a su líder espiritual: «Estamos confundidos, rabino. Explíquenos: ¿Por qué afirma Usted que ésta no es una nueva resolución?».
El rebe, en visible dasasosiego, les respondió: «Claro que no es nueva. La ley de la que ustedes hablan se remonta a tiempos antiquísimos, hasta la época de Avraham Avinu. Esa norma ya ha sido promulgada…»- y, haciendo una breve pausa, el rabino prosiguió -, «esa disposición ya fue implementada… en Sodoma y Gomorra».
Estamos cercanos a los Yamim Noraím, los días de retrospección, de mejoría y cambio, de perdón y expiación, de reconciliación y teshuvá. Nuestras almas están más dispuestas a reconocer nuestros logros y fracasos, nuestras virtudes y miserias, nuestros ascensos y caídas, nuestras acciones e inacciones, y nuestras expresiones y silencios. Los Yamim Noraím, el período entre Rosh Hashaná – celebrando el acto de amor creador divino – y Yom Kipur – en el rigor del Juicio -, nos ayudan a recomponer nuestra capacidad crítica, nuestras posibilidades de autoevaluación, nuestra sensibilidad hacia nuestro prójimo. Componentes fundamentales de nuestro vivir que son sucesivamente relegados por la urgencia coyuntural y el frenesí del ritmo contemporáneo.
Somos seres sociales. Rabi Yehuda Leib Lazarov afirmaba que «quien cree que puede vivir sin los demás está equivocado». «Más aún» – continuaba -: «Aquél que piensa que los demás pueden vivir sin uno está todavía más errado». Enunciado así o de forma análoga, el hecho es irrefutable: necesitamos de los demás y viceversa. Conformamos una cadena de mutuas dependencias que constituye la parte más rica de nuestra experiencia humana. Los momentos más felices y plenos por los que hemos atravesado están siempre relacionados a otros seres humanos con los que nos vinculamos en el amor, en la consideración, y en la construcción de proyectos compartidos. Necesitamos de la presencia de nuestros hermanos y de nuestro prójimo como una condición para constituir nuestro ser, nuestro yo y todo lo que somos, y para ayudarnos mutuamente.
La cólera del Rabi de Berditchev es la expresión misma de esta conciencia de interdependencia. Rabi Levi Itsjak observaba que los dignatarios del Comité Comunitario, en lugar de querer ayudar efectivamente a los carenciados de su ciudad, lo único que esperaban era «que no molestaran». El criterio estético – «Que se vea bien» – había reemplazado al ético – el que debe regir nuestras existencias especialmente en estos Días de Conmoción: buscar incesantemente el bien propio, familiar, comunitario y nacional como la fuente máxima de inspiración para nuestras vidas. Es el ideal que leeremos en la haftará de Yom Kipur, cuando el Profeta Yeshayiahu nos dice: «Umibesarjá lo tit’alam – Y de tu carne no serás indiferente». No te desentiendas de tu carne.
¿Qué significa «besarjá», «tu carne»? «Tu carne» es, en primer lugar, tu familia. Los Yamim Noraím aparecen en nuestro horizonte y nos inquieren: ¿Cómo estás con tu familia? ¿Cuánto tiempo le dedicas? ¿Es ése un tiempo cualitativo, significativo, importante en contenidos? ¿Cuándo fue la última vez que te estrechaste en un abrazo emocionado con tu cónyuge, con tus hijos, con tus padres, con tus hermanos? ¿Qué diálogos de peso puedes rememorar en tu comunicación con ellos? Esa «carne» que es tu sangre, tus genes, tu semblanza y la continuidad de buena parte de tu pensar es la que más te necesita. Nuestras familias, tantas veces postergadas, soslayadas y olvidadas, son las que más resienten nuestra ausencia. A la vez, nuestro alejamiento de ellas nos afecta visceralmente, arrancándonos lo más bello de nuestro ser.
«Tu carne» es también, tu Comunidad y tu Macabi. Cuando nos desentendemos de los destinos del grupo al que pertenecemos, podemos perder nuestra dirección más elemental, accediendo, en los casos más extremos, a repetir leyes «como las que existían en Sodoma y Gomorra», es decir: olvidando los valores que hicieron de nuestro Pueblo el grupo excepcional humano que conformamos. Si nos enajenamos de nuestra responsabilidad por el desarrollo, el fortalecimiento y el crecimiento de nuestra identidad judeo-sionista, plasmada en nuestro activismo Macabeo – nuestros Macabis en el mundo, más de 400 clubes y centros comunitarios –, apartamos a aquello tan edificante, poderoso y feliz que hace de nosotros lo que somos: nuestro paradigma de un judaísmo y un sionismo felices, basados en un auténtico y humilde orgullo judío, atractivo y relevante para jóvenes, adultos y mayores – tal como nuestra realidad macabea lo demuestra en este presente -.
«Tu carne» es, por supuesto, «Israel», ese concepto múltiple que abarca a Medinat Israel – el Estado de Israel -, al pueblo judío por doquier, y a nuestra forma de vida. Ser sionista es garantizar nuestro futuro creador como Nación, desde la más vasta variedad y complejidad de oportunidades de nuestro ser judío más abarcativo.
Debemos retomar, especialmente en estos Días de Retorno, de Reflexión y de Instrospección, nuestra atención por «besareinu», por «nuestra carne». Debemos regresar a aquello que es nuestro, lleno de un valor incomparable y único: nuestra familia, nuestra Comunidad, nuestro Macabi, nuestro Pueblo, nuestra vida nacional, nuestra Torá y sus fuentes. Tenemos que preocuparnos y ocuparnos por cada uno de los integrantes de «nuestra carne», para no desangrarla, desnaturalizarla, abandonarla en el olvido. La indiferencia a los nuestros es la agonía de nuestras almas. Escondiendo a los pobres no se terminó el problema de la pobreza en Berditchev: sólo se lo maquilló con los colores de la hipocresía y de la indiferencia.
Quiera Dios que en este 5780 sepamos responder a las expectativas que creamos.
Quiera Dios que logremos acercarnos más significativamente a nuestros cónyuges, hijos, padres, amigos y familiares, fortaleciendo nuestros vínculos con quienes más amamos y tanto nos necesitan.
Quiera Dios que este año nuevo 5780 esté lleno de bendiciones para nosotros y para todos.
Y quiera Dios que continuemos viendo el desarrollo, el crecimiento y el fortalecimiento de todo lo que nos es querido y valorado, del Estado y el Pueblo de Israel, y de todos nuestros Macabis en el mundo.
Con nuestros mejores deseos,
¡LeShaná Tová ticatevu vetejatemu!
¡Que seamos inscriptos y rubricados para un año bueno!
¡JAZAK VE’EMATZ!
Rabino Carlos A. Tapiero
Vice-Director General & Director de Educación
Unión Mundial Macabi