Itongadol.- El 18 de julio de 1994, cuando un atentado terrorista voló la AMIA, en el tercero y cuarto piso del edificio de la calle Pasteur se encontraba el Instituto Judío de Investigaciones, Fundación IWO. Allí había más de cien obras maestras de la literatura judía. Cien obras de cultura e historia puestas en un grave riesgo. Por eso, con la ayuda de centenares de voluntarios, el IWO emprendió la tarea de rescatar gran parte de los materiales afectados por la bomba.
Así, lograron salvar cerca de 40.000 libros, documentos, discos, periódicos, fotografías, manuscritos, obras de arte, objetos rituales y, entre todos ellos, una máquina de escribir.
“Después del atentado, se pensó qué hacer con las cosas que quedaron, si es que había quedado algo. Y cuando vimos que sí había quedado algo, había que rescatar lo que fuera, no importaba si estuviera mojado o roto. El objetivo era no hacerle el juego a aquellos que quisieron destruir todo”, recordó en diálogo con la Agencia AJN Ester Szwarc, coordinadora académica de la Fundación IWO.
“La máquina de escribir pertenecía a Shmuel Rollansky, alma mater del IWO, el 18 de julio de 1994”, destacó en referencia al director del IWO de ese entonces, que editó la serie de cien obras maestras de la literatura judía, con una selección de literatura ídish, que se convirtió en material de referencia para bibliotecas y universidades de todo el mundo.
“La máquina voló junto con el edificio y estaba entre los escombros. Con los jóvenes y no tan jóvenes que nos ayudaron, hubo 800 personas que preservaron la memoria. Luego del atentado, los escombros fueron trasladados en camiones hasta Ciudad Universitaria. Empezamos a buscar entre los más de 500 montículos todo lo que podía ser rescatable. Fue un trabajo durísimo, bajo mucho frío y mucho calor. Pero una de las cosas que rescatamos fue esta máquina. Yo la reconocí y la trajimos, como trajimos tantas otras cosas”, expresó Szwarc, que es docente de idish y cultura judía, y fue la coordinadora del rescate del Archivo, la Biblioteca y el Museo IWO.
A pocos días de cumplirse el 25 aniversario del atentado, Szwarc manifestó: “Para mí tener todos estos elementos que nosotros rescatamos con desesperación tiene que ver con no permitir que se borre la memoria. Lo que nosotros hacíamos era hacer historia, documentar, no permitir que se pierda. Nosotros sabemos muy claramente qué es lo que hacemos, qué hicimos y qué vamos a hacer. Por qué, para qué y para quién. Y esto es para las nuevas generaciones, para nosotros y para quienes nos van a seguir. Hay en idish un concepto referido a las ‘cadenas de las generaciones’, nadie desaparece. Cuando alguien deja de ser recordado como individuo, entra en la cadena generacional. Nadie nace de un repollo, nosotros venimos de un ayer, tenemos un hoy y un mañana. Acá hay una memoria del pasado, una conciencia del presente y una esperanza del futuro”.