Itongadol.- Un científico israelí confirmó en las últimas horas que avanzó “dos tercios del camino” en el proceso de desarrollo de la vacuna contra el COVID-19 al tiempo que aseguró tener la aprobación de las autoridades de Estados Unidos aunque aclaró que recién estará finalizada para su comercialización dentro de un año.
El profesor Jonathan Gershoni, de la Facultad de Biología Celular y Biotecnología Molecular de la Universidad de Tel Aviv (TAU), indicó que ha estudiado a la familia de los virus durante 15 años.
De acuerdo a lo consignado por el diario The Jerusalem Post en su sitio web, la Oficina de Patentes y Marcas de los Estados Unidos le otorgó recientemente una patente por el diseño de vacuna. E
El científico israelí explicó que la vacuna tiene la intención de atacar el motivo de unión al receptor del virus (RBM), un punto débil crítico que permite que el virus se adhiera e infecte una célula objetivo.
El RBM es una pequeña característica de la proteína “espiga” del virus, lo que significa que el virus usa muchas proteínas diferentes para replicarse e invadir las células, pero la proteína “espiga” es la “proteína de superficie principal que utiliza para unirse a un receptor -otra proteína que actúa como una puerta de entrada a una célula humana”, según comunicó la Universidad de Tel Aviv.
Una vez que esta proteína se une al receptor celular de una célula humana, la membrana viral se fusiona con la de la célula humana, lo que permite que el genoma o el modelo genético del virus ingrese a las células humanas y comience la infección.
“La idea es recrear, reconstituir, construir un RBM del virus COVID-19 y usarlo como vacuna”, dijo Gershoni al Jerusalem Post. “Es decir, inyectaría una pequeña secuencia de 50 aminoácidos y permitiría que nuestro sistema inmunitario se concentre en ella y cree anticuerpos que apunten directamente al virus en su punto débil”, precisó.
Debido al tamaño de la RBM, que es una estructura tridimensional altamente compleja y de solo 50 aminoácidos de largo, será muy difícil para su reconstitución funcional. Sin embargo, sería extremadamente eficaz como base para una posible vacuna.
“Cuanto más pequeño es el objetivo y el foco del ataque, mayor es la efectividad de la vacuna”, enfatizó Gershoni. “El virus toma medidas de largo alcance para ocultar su RBM del sistema inmune humano, pero la mejor manera de ‘ganar la guerra’ es desarrollar una vacuna que se dirija específicamente a la RBM del virus”, sostuvo.
Gershoni desarrolló originalmente el diseño de la vacuna dirigida a la RBM en respuesta al SARS CoV, que estalló en 2004, y más tarde para MERS CoV. “Lo que descubrimos fue que pudimos reconstituir, crear un motivo de unión de receptor funcional, y fue entonces cuando solicitamos la patente en 2015”, explicó.
“Actualmente estamos trabajando en implementar el diseño de la vacuna que pudimos construir para el SARS y el MERS y aplicarla al virus actual, el coronavirus SARS 2”, continuó. “Este es un proceso de varios pasos. Hemos completado, diría, aproximadamente dos tercios del camino”, indicó.
Lo primero que su equipo de investigación necesitaba era el “modelo genético de todo el virus”, que, cuando se publicó a principios de enero, les permitió identificar la RBM.
Gershoni tuvo que “construir varias variaciones de la RBM, y ahora estamos en el proceso de detección para identificar la RBM que es más similar a la RBM natural del virus, que por lo tanto constituiría una vacuna funcional”.
El profesor recibió recientemente muestras de suero que pueden permitirle a él y a sus asociados “aislar candidatos a vacunas basadas en RBM en el próximo mes o dos.
“El descubrimiento y la producción de un RBM funcional para el nuevo coronavirus es fundamental y crítico para la producción de la vacuna que proponemos”, puntualizó.
Si tiene éxito, Gershoni podrá aislar y reconstituir una RBM funcional, lo que permitiría a la industria “incorporarla a una vacuna, que será producida por una compañía farmacéutica”. El desarrollo de dicha vacuna basada en RBM debería tomar meses y luego necesitaría ser probado en los ensayos clínicos de fase 1, 2 y 3, que luego tomarían hasta un año”, advirtió, por último, el profesor israelí.