Itongadol.- Investigadores de la Universidad de Tel Aviv desarrollaron un método para engañar a las células cancerosas para que se autodestruyan.
El equipo de investigación, dirigido por el profesor Dan Peer y la estudiante de doctorado Yasmin Granot Matok, codificó una toxina producida por bacterias en moléculas de ARN mensajero. Estas partículas de ARNm se introdujeron directamente en las células cancerosas, desencadenando la producción de la toxina, lo que finalmente provocó su muerte.
Los resultados del estudio se publicaron recientemente en la revista Theranostics.
A diferencia de la quimioterapia, las toxinas no dañaron las células cercanas.
El profesor Peer explicó que la idea «era administrar moléculas seguras de ARNm codificadas para una toxina bacteriana directamente a las células cancerosas, induciéndolas a producir la proteína tóxica que más tarde las mataría. Es como colocar un caballo de Troya dentro de la célula cancerosa».
En primer lugar, el equipo de investigación codificó la información genética de la proteína tóxica producida por las bacterias de la familia de las pseudomonas en moléculas de ARNm, de forma similar al procedimiento por el que se codificó la información genética de la proteína «spike» de coronavirus en moléculas de ARNm para crear la vacuna contra el coronavirus.
A continuación, las moléculas de ARNm se empaquetaron en nanopartículas lipídicas para su administración a las células cancerosas. Estas LNP se desarrollaron en el laboratorio de Peer. Para garantizar que las instrucciones de producción de la toxina llegaran a las células cancerosas diana, las nanopartículas lipídicas se recubrieron con anticuerpos.
Las moléculas se probaron inyectándolas en los tumores de modelos animales con cáncer de piel melanoma. Los investigadores comprobaron que, tras una única inyección, entre el 44 y el 60 por ciento de las células cancerosas desaparecían.
El profesor a cargo del estudio agregó que «cuando la célula cancerosa lee la ‘receta’ en el otro extremo, empieza a producir la toxina como si fuera la propia bacteria, y esta toxina autoproducida acaba por matarla. Así, con una simple inyección en el lecho tumoral, podemos hacer que las células cancerosas se ‘suiciden’ sin dañar a las células sanas».
«Además, las células cancerosas no pueden desarrollar resistencia a nuestra tecnología, como suele ocurrir con la quimioterapia, porque siempre podemos utilizar una toxina natural diferente», concluyó Peer.