Peretz, líder del Partido Laborista, subrayó igualmente que Israel debe permitir el despliegue del Ejército libanés en el sur de ese país, a lo largo de la frontera, pero sólo si sus efectivos son acompañados por una fuerza multinacional.
Después de lograr un alto el fuego entre las dos partes, la ONU se comprometió a cooperar con el Ejército de Beirut para ejercer su soberanía en el sur, en lugar de Jizbalá, para lo cual decidió aumentar de 2.000 a 15.000 sus efectivos en la frontera con el Líbano, una meta cuya concreción parece aún lejana.
Una fuerza de la ONU, en opinión de Peretz, es la que puede garantizar que se infiltren los integristas de Jizbalá entre los soldados de Líbano.
El comandante de las Fuerzas Armadas, general Dan Jalutz, afirmó a los ministros de Estado que en la guerra con Jizbalá «ganamos por puntos, si no por K.O.».
La oposición parlamentaria recordó al general que todavía no se ha recuperado a los dos soldados secuestrados, detonante de las hostilidades cuyo cese se acordó hace menos de una semana, después de 33 días, con la resolución 1701 del Consejo de Seguridad de la ONU.
Asimismo, legisladores de la derecha nacionalista indicaron que Jizbalá sigue manteniendo arsenales de cohetes y misiles, de los que han disparado casi 4.000 contra la población en el norte.
Jalutz, fuertemente criticado por su actuación al frente de las Fuerzas Armadas durante los enfrentamientos, prometió a los ministros que todas las quejas y protestas, en especial de los reservistas, serán atendidas, pues «no tenemos nada que ocultar».
En alusión a la comisión que ha designado el ministro Peretz para estudiar el comportamiento de las Fuerzas Armadas, Jalutz dijo que será investigado «hasta el último soldado», incluido él mismo.
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