El Ejército israelí ha perdido 117 militares desde que el 12 de julio pasado comenzaron las hostilidades en Líbano, conflicto en el que han perdido la vida 41 civiles, víctimas del lanzamiento de cohetes y misiles de Hizabulá sobre el norte del país, según informaron hoy fuentes militares.
Además de los muertos entre oficiales, suboficiales y soldados y a reservistas, otros 450 militares resultaron heridos, mientras el número de civiles sobrepasa los 600.
Los diarios destacan hoy el alto número de muertos entre soldados residentes en los kibutz y las cooperativas rurales (moshavim), y los residentes en los asentamientos judíos de Cisjordania, en comparación con los caídos que habitaban en centros urbanos.
La televisión pública destacó que ello es atribuible a la motivación de esos soldados, buena parte de ellos oficiales, y el hecho de que pertenezcan a sectores ideológicamente opuestos, los del kibutz generalmente de izquierdas y en la derecha los de asentamientos.
La Fuerza Aérea lanzó 15.000 bombardeos y perdió cuatro aeronaves en accidentes, aunque un helicóptero de combate fue abatido el pasado fin de semana por Hizbulá.
Según fuentes militares, las fuerzas israelíes mataron a 500 milicianos de Hizbulá y destruyeron 126 camiones y otras plataformas empleadas para el lanzamiento de misiles y cohetes Katiusha.
La Fuerza Naval, que participó desde el mar Mediterráneo, sobre el que tienen su costa Líbano e Israel, sufrió graves averías en uno de sus buques y la muerte de cuatro marinos por el impacto de un cohete disparado por milicianos de Hizbulá en la zona de Beirut.
Las naves de guerra, que mantienen un bloque naval sobre Líbano, empeñaron 800 horas de navegación en sus operaciones.
El coste global de la guerra, incluidos los gastos militares y las compensaciones del Estado a la población civil damnificada, así como al sector empresarial y comercial por la parálisis de sus actividades, se calcula en un 10 por ciento del Producto Interior Bruto, equivalente a alrededor de 5.000 millones de dólares.
Varios reservistas se han quejado ante los medios de comunicación del Gobierno y los oficiales superiores al denunciar que no fueron dotados con equipos adecuados para la lucha.
Otros protestaban pues los ‘arrojaron’ al combate a pesar de llevar unos años sin entrenarse, por ‘confusión en las órdenes’ que recibían de sus jefes, y hasta por deficiencias en el abastecimiento de alimentos y agua potable.