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Bush consultará con Sharon

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«. El primer ministro israelí, Ariel Sharon, visitará hoy la Casa Blanca para insistir en que no negociará mientras sigan los atentados terroristas.

Bush trata de ganar tiempo y afirma que está «escuchando» a sus aliados árabes e israelíes para «ver qué es factible», antes de anunciar una nueva iniciativa de paz para la región. Mubarak sólo consiguió de Bush palabras de comprensión. El presidente egipcio propuso que se fijara una fecha, 2003 o incluso 2004, como límite para la creación formal de un Estado palestino.

«No creo que sea posible acabar con la violencia si la gente [palestina] no recibe una señal de esperanza, si no hay algo que demuestre que la paz está llegando», declaró Mubarak. Bush, a su lado, evitó comprometerse: «No estamos preparados para establecer un calendario específico, pero sí queremos trabajar deprisa», dijo, «y que se construyan pronto las instituciones necesarias para que emerja un Estado palestino».

El presidente de EE UU sugiere desde hace días que elabora un plan, o algo parecido, para Oriente Próximo. Todo indica, sin embargo, que Bush y sus asesores no logran decidir qué hacer con Yasir Arafat. Bush, al igual que Sharon, querría extraer de la ecuación al presidente de la Autoridad Palestina e introducir en ella a otros dirigentes. Dudan, ahora, sobre si la reforma institucional emprendida por Arafat puede ser una vía para arrinconarle en beneficio de algún mandatario palestino más joven y menos significado, o si, por el contrario, reforzará la posición del veterano líder. «No podemos pronunciarnos sobre asuntos de gran importancia sin escuchar antes a Ariel Sharon», comentó un portavoz de la Casa Blanca durante la visita de Mubarak.

Sharon, que llegó ayer a Washington y hoy se reunirá con Bush, no quiso dejar lugar para la sorpresa. Ayer publicó un artículo en The New York Times en el que repetía sus argumentos habituales. Acusaba a Arafat y a la cúpula palestina de haber elegido, y patrocinado, la vía del terrorismo frente a la negociación, y subrayó que la paz sólo podía empezar a buscarse cuando terminasen los atentados. «Desafortunadamente, el compromiso elemental de renunciar a la violencia como vía para la resolución de conflictos no ha sido mantenido por los actuales líderes palestinos», añadía. Para Sharon, que no quiere oír hablar de fechas para la creación de un Estado palestino, «la única opción eficaz para llegar a un tratado sería la basada en un acuerdo provisional a largo plazo, que dejara para el futuro los asuntos que no pueden resolverse en el presente».

Hoy, cuando reciba a Sharon por sexta vez en menos de dos años, Bush tendrá entre manos un conflicto internacional cuyas consecuencias son crecientemente visibles en la política interior estadounidense. La Organización Sionista de América pagó ayer un anuncio a toda página en la contraportada de la edición dominical de The New York Times para acusar al Departamento de Estado, es decir, a Colin Powell, de «lavar las sangrientas manos de Yasir Arafat» y para afirmar que un futuro Estado palestino no sería más que «un mini-Irak, un Estado terrorista junto a las fronteras israelíes».

La entidad sionista pedía al público que enviara cartas a la Casa Blanca para oponerse a cualquier trato con Arafat. Con las elecciones parlamentarias a cinco meses, Bush no puede prescindir del apoyo de las organizaciones judías. Ese factor doméstico ha pesado mucho y debería pesar aún más, a favor de Sharon y en contra de Arafat, en las próximas semanas.

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