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¿Un mundo sin miedo? Científicos israelíes obtienen éxito al borrar la memoria del miedo en los ratones

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 Itongadol.- Borrar recuerdos traumáticos suena a ciencia ficción, pero los científicos israelíes lograron borrar la memoria del miedo en los ratones. Si los seres humanos borran recuerdos no deseados de sus cerebros en el futuro, películas como “Eternal Sunshine of the Spotless Mind” podrían convertirse en realidad.

En un estudio realizado en el Instituto Weizmann de Israel, los investigadores lograron cerrar un mecanismo neuronal por el cual se forman recuerdos de miedo en el cerebro del ratón. Después del procedimiento, los ratones reanudaron su anterior comportamiento sin miedo, "olvidándose" de que antes se habían asustado.

"Esta investigación puede un día ayudar a extinguir recuerdos traumáticos en los seres humanos, por ejemplo, en personas con trastorno de estrés postraumático (TEPT)", explicaron los investigadores en un comunicado.

Según el investigador principal, Ofer Yizhar, "el cerebro es bueno para crear nuevos recuerdos cuando están asociados con experiencias emocionales fuertes, como el placer intenso o el miedo. Es por eso que es más fácil recordar cosas que te importan, ya sean buenas o malas. Pero también es la razón por la que los recuerdos de experiencias traumáticas son a menudo extremadamente duraderos y predisponen a la gente al TEPT".

En el estudio, el equipo de Yizhar examinó la comunicación entre dos regiones cerebrales: la amígdala y la corteza prefrontal. La amígdala juega un papel central en el control de las emociones, mientras que la corteza prefrontal es la principal responsable de las funciones cognitivas y el almacenamiento de recuerdos a largo plazo.

Estudios anteriores sugirieron que las interacciones entre estas dos regiones cerebrales contribuyen a la formación y almacenamiento de recuerdos adversos, y que estas interacciones están comprometidas en el TEPT, pero los mecanismos exactos detrás de estos procesos eran desconocidos.

En el nuevo estudio, los investigadores utilizaron por primera vez un virus modificado genéticamente para marcar esas neuronas amígdalas que se comunican con la corteza prefrontal. A continuación, utilizando otro virus, se insertó un gen que codifica una proteína sensible a la luz en estas neuronas. Cuando brillaba una luz en el cerebro, sólo las neuronas que contenían las proteínas sensibles a la luz se activaban.

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